Hades
Sus ojos no solo eran curiosos; eran voraces, aferrándose a ese sobre sellado como si este contuviera las respuestas a cada pregunta no formulada que roía su mente. Miles de pensamientos debieron estar arañándola, cada uno más desesperado que el anterior.
Noté el leve temblor en su mano, un inconsciente avance de una pulgada. Quería verlo. No, lo necesitaba.
Kael también se dio cuenta. Su agarre sobre el sobre se tensó, su mandíbula marcaba una silenciosa advertencia.
—Dejadnos —dije, mi tono no admitiendo réplica.
Jules se sobresaltó, pero esta vez, no protestó. El último retazo de obstinación se drenó de ella mientras bajaba la cabeza. Sus movimientos eran lentos, mecánicos, como si se arrastrara por melaza. Dudo en el umbral, sus hombros subiendo con un respiro agudo, como si pudiera decir algo, rogar una vez más.
Pero entonces no lo hizo.
La puerta hizo clic al cerrarse detrás de ella.
El silencio floreció en su ausencia, denso y sofocante.