—Las palabras de Hades se sintieron como una daga en el pecho, cada sílaba girando más profundo.
—Eve está muerta.
—No podía soportarlo. No podía aguantar otro segundo de él hablando de mí como si fuera un recuerdo lejano, un fantasma que lo perseguía a través de mí. Como si me odiara tanto como Ellen lo había hecho. Era demasiado para soportar.
—Tenía miedo de que me desmoronara y que en la ira y el dolor que esas palabras suyas incitaban, terminaría por estallar y revelar la verdad de mi identidad. Que las compuertas se abrirían y no solo me arrastrarían, sino también a Silverpine y a los inocentes que no tenían nada que ver con esta conspiración.
—Antes de poder pensar —antes de poder detenerme— busqué a tientas su cuello, los dedos se encerraban en la tela con una desesperación que ardía más que la vergüenza.
—Mis labios chocaron contra los suyos, duros y suplicantes pero demandantes al mismo tiempo.