Hades
Tras una larga jornada sepultado en deberes reales, finalmente entré en mi estudio, la puerta cerrándose detrás de mí con un pesado golpe que resonó en el silencio. La tenue luz de la lámpara del escritorio lanzaba un cálido resplandor sobre los montones de papeleo aún pendientes de mi atención. Acuerdos comerciales, propuestas de defensa, correspondencias diplomáticas—todos meticulosamente apilados pero intactos. Exigían mi enfoque, mis decisiones, mi firma. Sin embargo, por más que lo intentara, mi mente no estaba en la compleja red de la política o en los asuntos del reino.
Estaba en ella. Ellen.