Eve
Parpadeé mientras me miraba directamente, a través de mí, mi pulso aumentaba.
Un gruñido me sacó de la neblina del asombro, pero no era del lobo. Era del propio Hades.
Parecía volver completamente a mi cuerpo, al presente, a él.
Hades se estaba quebrando.
Podía sentirlo—su cuerpo temblando sobre mí, los músculos firmemente tensos con esfuerzo, la respiración entrecortada contra mi piel. Estaba perdiendo la lucha. Contra sí mismo. No era normal. Luchaba contra el hambre monstruosa y devoradora que lo había atrapado.
Podía ver los cambios en sus ojos; se habían vuelto completamente rojo-negros.
Había vuelto.
Pero aún se mantenía firme. Por mí.
Su frente presionada contra la mía, sus caderas moviéndose profundas, lentas—controladas, apenas. Desesperado. Su placer era un castigo, una súplica, un tormento reverencial.
Un sonido se desgarró de su garganta, roto y crudo. Un gruñido—no, una oración.
—Por favor... no... tengas miedo de mí.