Hades
Exhalé una bocanada de humo cuando ella entró. Por primera vez, no parecía nerviosa cuando hizo una leve reverencia.
—Buenas tardes, Su Majestad —saludó. Su cabello estaba recogido en un moño severo y en su mano llevaba un montón de papeles y curiosamente... ¿un espejo?
Alcé una ceja, preguntándome de qué se trataba todo eso. —Jules, ¿estás lista para el informe? —pregunté. Normalmente no hacía preguntas tan innecesarias. Pero hoy sería su último día como la criada de Ellen y mi espía. Todo lo que necesitaba pronto caería en mis manos de todos modos. Ella había tenido éxito en su misión, y era hora de dejarla ir.
Ella asintió. —Por supuesto, Su Majestad —respondió con voz ecuánime. Su expresión era tensa pero compuesta mientras se acercaba y abría el primer archivo frente a mí.
Parecían ser entradas de diario fotocopiadas. Pero las palabras no eran distinguibles, ni tenían mucho sentido. Eran una serie de jerga escrita de manera inteligente.
—Códigos —reflexioné.