Eve
Me apoyé en su toque, solo para robar un poco más de calor de él, para aferrarme a este frágil momento en el que no era Eve ni Ellen, solo los pedazos rotos de ambas.
—No quiero escuchar ese nombre —susurré, apenas capaz de sacar las palabras—. No de ti.
Hades se tensó ligeramente, su pulgar rozando mi pómulo en círculos lentos y cuidadosos. —Entonces, ¿cómo debo llamarte?
La pregunta quedó entre nosotros, cargada de más significado del que cualquiera de nosotros se atrevía a reconocer.
Dudé, pero solo por un instante.
—Llámame Rojo —dije suavemente, acercándome hasta que mis labios casi rozaron los suyos de nuevo—. Tu Rojo. Pensar que ese apodo una vez me había inquietado.
La posesividad en esas dos palabras se escapó antes de que pudiera detenerlas, pero no lo lamenté. Quería ser suya. En este momento, necesitaba ser algo más que la frágil mentira en la que me había envuelto.