Crucé mis brazos con más fuerza, sintiendo su ominosa mirada asentarse sobre mí como un sudario. —Aquí hay un desequilibrio de poder bastante obvio, ¿no crees? —dije, tratando de sonar casual, pero el filo en mi voz me delató. Como siempre. —Eres más rápido, más fuerte —demonios, podrías partirme en dos sin siquiera intentarlo. ¿Dónde está la justicia en eso?
Hades inclinó su cabeza, el brillo en sus ojos plateados agudizándose. —¿Justicia? —repitió—. Rojo, si quieres justicia, has venido al maestro equivocado.
Entrecerré los ojos, negándome a dejar que su tono burlón me distrajera. —Nunca vine a ti. Me arrancaste de Kael como algún celoso
—Esposo, —me interrumpió—. Te arranqué de mi beta como un esposo celoso.
Mis mejillas se calentaron por el hecho de que no negó haber estado celoso. Forcé mi salvajemente acelerado pulso a calmarse. —Si esto es solo algún juego retorcido para ti