Hades
Me eché hacia atrás en mi silla, mirándola con incredulidad. —Debes estar bromeando.
Su sonrisa se ensanchó, sus ojos brillaron con algo que la hacía parecer un poco menos muerta. —Estoy muy en serio. Ábrete, o este tren va a estrellarse contra tu cara.
—Rojo, no te atrevas
El tenedor se acercó más. Podía sentir la tensión en el aire, un desafío envuelto en su burla juguetona. Ella no iba a retroceder. Y lo peor era que no estaba seguro de querer que lo hiciera.
Con un gruñido bajo, agarré su muñeca, deteniendo el avance del tenedor. —¿Crees que esto es divertido?
Su expresión no flaqueó. —No, creo que es necesario. Y si humillarte un poco es lo que se necesita para hacerte comer, entonces que así sea. Si la Mano de la Muerte necesita ser alimentada con cuchara, entonces que así sea.