—Escucha, Serena, no tengo tiempo para tus tonterías —dijo Cristián—, tenemos un problema y vamos a tener que trabajar juntos para solucionarlo.
—Sonaba como si tuviera prisa, y sonaba serio, así que lo primero que se me ocurrió fue estacionar el auto al costado. —¿Qué pasa? ¿Está todo bien? —pregunté, preocupada.
—¿Por qué me importaba siquiera?
—Es el anillo —suspiró Cristián—. Me haré responsable de todo lo que sucedió, pero no del anillo.
—¿Estaba hablando en serio? ¿Me estaba llamando por un estúpido anillo?
—Sé que estás desesperado por hablar conmigo, pero ¿no crees que es ir un poco lejos? —Me reí, pero él permaneció en silencio—. ¿Hola, Cristián?
—El anillo que tiraste, mi papá una vez me lo dio para dártelo a ti —suspiró—. Es una pieza familiar y lo necesito de vuelta. Sentí pena por él, pero ese ya no era mi problema—. Bueno... sabes que tiré el anillo, así que...