—Mamá —llamó Cristian. Entramos a una habitación y Cesca estaba al teléfono—. Te devuelvo la llamada más tarde. Acaba de surgir algo gracioso —Cesca habló mientras me miraba fijamente.
Empezó genial.
—Pensé que ibas a traerme a Siena, pero trajiste a ella en su lugar —dijo Cesca con una sonrisa falsa—. Era casi como si se negara a decir mi nombre.
—Vine aquí porque quiero hablar contigo —le dije, esperando que eso explicara las cosas—. ¿Hablar? —Cesca se rió—. ¿Y sobre qué quieres hablar?
No era muy amistosa, y eso me recordaba a la primera vez que la conocí. Aún estaba confundida sobre qué había hecho yo para merecer este tipo de trato. —Quiero hablar de todo. Cristian y yo nos hemos reconciliado, así que probablemente deberíamos hacer lo mismo
—Esto no es un juego, Serena —Cesca rodó los ojos mientras Cristian, que había estado callado por un rato, ya había tenido suficiente—. Mamá, deja de faltarle el respeto —por favor.