—¿Quién está ahí? —preguntó Lucio después de oír tres golpes en la puerta—. ¡Tu hijo favorito! —exclamó Cristian.
Lucio sonrió y se sentó derecho. —¿Gio? ¡Adelante! —bromeó. Cristian rodó los ojos y abrió la puerta para entrar al dormitorio—. No, soy Enzo —se rió. Después de escuchar el nombre de su hijo, la expresión en la cara de Lucio cambió—. Entonces puedes irte de nuevo —dijo.
Cristian suspiró y caminó hacia la cama para tomar la mano de su padre. —Sé que lo extrañas mucho.
—No —gruñó Lucio—. No lo perdonaré, ni muerto.
El sonido de esas palabras era una pesadilla para Cristian. No quería ver a su papá estresado y deseaba que se reconciliara con Enzo, pero tampoco quería una repetición de lo que ocurrió en la hacienda de los García.