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—¡Serena! —escuché la voz de Emmanuella en el pasillo. Bostecé y abrí los ojos pero rápidamente me di cuenta de que no podía mover ni un centímetro. —Hmm, debe haber salido temprano —la oí susurrar para sí misma.
Así es, me quedé dormida en la habitación de Christian... y él no me movió.
Él tenía sus fuertes brazos rodeando mi espalda y reposaba su cabeza en el hueco de mi cuello. Me giré con una sonrisa sorprendida en la cara, intentando no despertarlo. ¿Desde cuándo era él tan osito de peluche?
Mirar su cara era todo lo que podía hacer mientras lo veía más pacífico de lo que jamás lo había visto. Últimamente, todo lo que hacía era verse estresado por nada, y aunque no era mi trabajo preocuparme, estaba contenta de verlo dormido.