—¡Johnny! —grité y corrí hacia sus brazos. Mi intuición me decía que todas las visitas seguidas probablemente significaban que las cosas cambiarían pronto.
Las chicas solo se quedarían aquí dos semanas más, y después de eso estaría sola —excepto por Ramiro, su hija, dos empleadas domésticas y seguridad.
—Serena, todavía estás embarazada —Johnny sonrió y me besó en la mejilla—. ¿Viniste por mí o por Luna? —me provocó y miré a mi alrededor, mientras él tapaba mi boca con su mano.
—¡V-vine por ti! —dijo y me llevó hacia atrás—. Vamos, déjame vivir por una vez. Sus ojos me rogaban mientras yo reía de él. Johnny nunca estaba nervioso. —Está bien, lo que sea.
—Vamos, están arriba así que aún podemos escapar —lo llevé a una habitación separada y cerré la puerta con llave.
—¿Cómo estás? —Johnny me preguntó y empujó una bolsa de compras hacia mí—. Estoy bien, ¿pero qué es esto? —reí y saqué la ropa de bebé—. Un regalo para mi sobrina.