—¿Está bien? —Vince miró la cuerda envuelta alrededor de mis muñecas con una mirada preocupada en su cara—. Estoy bien, puedo soportarlo —lo tranquilicé.
Para hacer creer a Fabio que tenía la sartén por el mango, teníamos que jugar bien nuestras cartas y no podíamos arriesgarnos a nada.
—Te prometo, estarás bien, y me aseguraré de ello hasta mi último aliento. Tú y el bebé estarán bien —Vince prometió mientras arrancaba un poco de cinta adhesiva.
—Muéstrame lo valiente que eres, Serena —habló mientras pegaba la cinta sobre mi boca. Mi corazón latía y estaba asustada y nerviosa. Realmente iba a encontrarme con Fabio y el pensamiento me estaba matando.
—Respira, no dejaré que nadie te haga daño y tampoco Cristian —me dijo Vince y envolvió su mano alrededor de mis muñecas. Me llevó a la puerta que estaba fuertemente protegida con seguridad—. Ábranla —ordenó mientras uno de los hombres sonreía burlonamente y me miraba.