—Oh Dios mío, ¿Beau, eres tú? ¿Dónde estás? —pregunté mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas. Realmente estaba vivo. Eh, una de las tantas casas de Isobel, dice ella.
—Lamento, estaba dormida y
—Lo sé, no te preocupes. Isobel me dijo que te veías cansada —escuché su voz. Mis manos temblaban y me sentía abrumada al escuchar su voz de nuevo. No nos conocíamos desde hace mucho tiempo, pero no saber dónde estaba me asustaba y sentía como si me faltara una parte de mí.
—Claro que lo hizo —me reí entre dientes del hilarante pensamiento de Isobel. Si tan solo se hubiera preocupado un poco antes por mis sentimientos. Beau—¿y qué de Fabio?
—Tardará un tiempo en darse cuenta de que no estoy, el próximo turno del guardia es en seis horas —Beau explicó. Bien, así que tenía seis horas más antes de que todo se desatara.
—Escucha, ¿cómo supiste quién, llegar a todo esto? —lo escuché susurrar.