Christian abrió la puerta de su habitación y casi se me cae la mandíbula. Como era de esperar, el dormitorio principal parecía de otro mundo y casi me ciega los ojos.
—¿Estás bien? —preguntó Christian y se sentó en su cama—. S-sí, solo estoy pensando... quizás debería ponerme el pijama.
—No es necesario, duermes con la ropa puesta —Christian me delató—. Te vi.
Mis mejillas se ruborizaron y todo lo que quería era desaparecer. —¿Así que ahora me estás espiando? —le pregunté y él negó con la cabeza—. Bueno, roncas como un cerdo cada noche, pero ayer no lo hiciste así que vine a comprobar si tú y el bebé todavía estaban vivos. —Se sentó y se recostó mientras palmoteaba el lugar junto a él.
Siempre me había sorprendido cómo Christian hacía comentarios cuestionables sin considerar los sentimientos de nadie. Para mí era vergonzoso, pero él, por otro lado, parecía completamente imperturbable.