Cristian
—Padre, madre, ¡qué agradable sorpresa! —dijo Berto mientras los dos seguían su mirada.
En la puerta estaba la persona que más despreciaba.
Franco Lamberti.
Justo cuando Dario y Cristian iban a acercarse, Franco extendió su mano, ordenándoles que se detuvieran.
Una sorprendida María avanzó al frente para ver mejor a su hijo. —Roberto... —le costaba hablar—. ¿Qué te ha pasado?
Cristian no conocía a su abuela como una mujer emocional, y hasta donde él sabía, ella había reprimido sus sentimientos y nunca había expresado su pérdida.
Que Franco y María se llevaran bien después de todo lo que había pasado demostraba para Cristian que su abuelo ya había confesado sus pecados a María. Probablemente estaban en esto juntos.
Dejó atrás a Berto, y Cristian podía entender por qué lo hizo. Su tío estaba loco.