Una semana había pasado, y para ser honesta—nuestro acuerdo no estaba funcionando. De alguna manera siempre me encontraba en casa durante el día y ocasionalmente volvía a dormir a lo de mis padres.
Sabía que no me quedaba mucho tiempo con Cristian, así que me había encariñado con él más que nunca. Era como si estuviera desesperada por estar a su alrededor, pero al mismo tiempo no lo estaba.
Después de mis súplicas interminables para encontrarme con Lucio, Cristian terminó su jornada temprano y había aceptado llevarme al hospital. Mientras él trabajaba en cualquiera que fuera el plan que tenían, yo ya había decidido cuál sería mi siguiente paso, y me sentía culpable.
Todos trabajaron horas extra para desarrollar un plan para detener a Berto, pero yo les facilitaría las cosas.
—¿Estás segura de que no quieres que te acompañe? —preguntó Cristian. Miramos a través del vidrio y vimos cómo Lucio nos hacía señas para que entráramos.