—Serena, necesitas relajarte —me dijo Carmen—. Siena está con su papá. No está con un extraño, simplemente respira y espera hasta que llegue.
—¡No puedo! —hice un puchero—. Habían pasado horas y Cristian no respondía a ninguna de mis llamadas o mensajes. Ni siquiera me había dado una actualización sobre Siena, y eso me estaba volviendo loca.
No estar con Cristian o Siena me hacía darme cuenta de lo aburrida que era mi vida y que realmente no tenía nada para mí. Enzo se había ido a hacer lo que fuera que estuviera haciendo, y estar cerca de mi hermana, que no era precisamente la más inteligente, a veces se volvía molesto.
Me recosté en el sofá, pero justo cuando estaba a punto de cerrar los ojos, me interrumpió el sonido de un coche.