—¿Has sabido algo de ella ya? —preguntó mi padre sin preámbulos.
—No. Dudo que hayan salido del territorio todavía. No es un viaje rápido —respondí sin disimular mi preocupación por Rachel.
—No tengo dudas de que está segura. Todo lo que necesitas hacer en esta etapa es asegurarte de contactarla regularmente. Entrénala para que espere una llamada a horas específicas del día. De esa manera, ella comenzará a llamarte si tú no la llamas primero —aconsejó John Wright, siempre buscando una manera de convertir la preocupación natural por una pareja en una lección sobre control.
—No necesito que me llame por orden. Es mi compañera, no una mascota —repliqué, molesto por la sugerencia de que Rachel podría ser una simple subordinada.
—Las compañeras son mascotas si las tratas como tales. Tienes que aprender a diferenciar tu rol como Alfa de tus subordinados —sentenció él, marcando la diferencia entre el liderazgo y los asuntos personales.