—¡Haz que se vaya! —grité por teléfono antes de que Rachel tuviera oportunidad de hablar y al instante me sentí arrepentido.
Mi disculpa fue sincera, aunque breve, mientras me alejaba del llanto en mi puerta para escuchar mejor a Rachel. Dada la forma en que nos habíamos separado, sabía que algo grave tenía que estar sucediendo para que Rachel me llamara. No podía imaginar qué estaba pasando, pero no estaba dispuesto a fallarle a Rachel la primera vez que confiaba en mí después de dejar la Manada Moonglow de mala manera.
—¿Nathan? Nathan, ¿qué está pasando? ¿Hacer que quién se vaya? —pasando mi mano por el cabello, murmuré—. Nada. Es nada. ¿Estás bien? ¿Cómo puedo ayudarte?