Los dedos de Qin Hao golpeaban el teclado, hablaba mientras tecleaba:
—Mmm, lo veo.
—Maldición, ¿creen que el País Xuan no tiene defensa? —los ojos de Chen Ping no se apartaron de la pantalla del computador mientras sus dedos también volaban sobre el teclado.
Este escenario se desarrollaba en muchas partes de la nación.
Ya fueran agencias gubernamentales o grandes compañías de internet, todos estaban movilizando a su personal para iniciar medidas de defensa.
Esta vez, el ataque del adversario estaba claramente premeditado, de lo contrario, todos los principales sitios web del País Xuan no habrían caído en solo diez minutos.
Además, el número de atacantes debía ser significativo, al menos más de cien.
Todas las aplicaciones abiertas en la pantalla de la computadora de Qin Hao eran software que él mismo había creado.
Él no se propuso defender; ese no era su estilo.
