Du Wanrou continuó preguntando —Qin Hao, ¿tus heridas ya sanaron? ¿No te molestan más?
Riendo, Qin Hao respondió —Han sanado desde hace un tiempo, no hay problema.
Recordando los eventos de ese día, Du Wanrou todavía sentía un miedo persistente. Si no hubiera sido por Qin Hao, no podía imaginar qué habría sido de ella.
Aunque sus padres siempre decían que Qin Hao no era bueno para nada, ella pensaba que no era una mala persona; de hecho, había estado soñando con él casi todas las noches durante los últimos días.
Ahora que habían pasado unos días sin chatear con Qin Hao, sentía una especie de vacío por dentro, como si algo faltara.
Du Wanrou —Qin Hao, estoy tan aburrida en casa sola, ¿puedes contarme un chiste?
Después de decir esto, rápidamente agregó —No envíes esos chistes vergonzosos, quiero escuchar uno normal.
Qin Hao se apresuró a desplazarse hacia arriba para buscar uno, y después de un rato, finalmente encontró un chiste que no era arriesgado.
