—Maldición, Qin Hao, ¿cantas tan extrañamente? Nos hiciste llorar a todos.
—Chen Shuna guardó su teléfono, hablando con total asombro.
—Xia Qing tampoco podía creerlo mientras miraba a Qin Hao, ¿se dio cuenta de que cantaba tan bien?
—Qin Hao había sacado completamente la esencia de la canción.
—En su opinión, era incluso más impactante que el cantante original.
—Lo que más les sorprendió fue el poder contagioso de la voz de Qin Hao.
—Justo ahora, cuando escucharon su canto, los cuatro se sintieron como si se hubieran convertido en la protagonista femenina de la canción.
—Al saber que su amante había muerto congelado en el camino, todas las emociones en sus corazones estallaron: tristeza, dolor, desesperación...
—Canta otra —dijo apresuradamente Chen Shuna.
—Ahora te toca a ti, no puedo ser el único que cante —respondió Qin Hao.
—Más tarde, Xia Qing, Chen Shuna y algunos otros también cantaron algunas canciones, y el grupo se divirtió durante unas dos horas.