—Todos se quedaron boquiabiertos, incapaces de creer lo que estaban viendo en Qin Hao —dijo alguien entre la multitud.
La rapidez de reacción de Qin Hao, así como su formidable fuerza, los dejó en shock.
Yuan Feng, que pesaba cerca de 180 libras, había sido lanzado a seis o siete metros de distancia por una patada de Qin Hao.
—¿Qué tipo de fuerza era esa?
—¿Cómo podía su frágil cuerpo contener un poder tan aterrador? —murmullo alguien sorprendido.
—Señor Yuan, ha perdido. Mañana, mandaré a alguien para tomar control de su empresa —dijo Qin Hao con una sonrisa en su rostro.
—Pu —La ira abrumó a Yuan Feng, haciéndole escupir un chorro de sangre fresca antes de desmayarse.
Al ver esto, sus subordinados lo llevaron rápidamente al hospital.
Qin Hao tomó el acuerdo escrito con una sonrisa y lo guardó.
—Señor Luo, ¿dijo que vino a buscar justicia para mí hace un momento? —se volvió hacia Luo Feng.