Justo cuando Nancy estaba a punto de irse, cansada de bailar y algo ebria por haberse acabado toda la botella, David de repente apretó su agarre alrededor de su cintura, sin dejarla ir.
—¿Qué crees que estás haciendo? —ella jadeó cuando él la atrajo por la cintura, su pecho golpeando contra el suyo.
—¿Ya te vas? Vamos, bailemos un poco más, tal vez volvamos a mi lugar después.
Su mirada se oscureció y habría lanzado un golpe si no fuera porque su golpe sería débil ya que no le quedaba ni un ápice de fuerza en ella.
Apenas podía sostenerse de pie.
—... Sabes, para que pueda probar tu hermosa flor, estoy seguro de que es tan dulce como tus labios de cereza —con eso, se inclinó para besarla solo para sentir que alguien le tocaba el hombro.
—¿Eh? —annoyado, se giró, no se perdió un segundo antes de que Raiden le golpeara en el lado de la mandíbula, enviándolo al suelo, el hedor a alcohol emanando de su cuerpo.
—La gente como tú me da asco —casi escupió.