Liliana se volvió hacia ella con los ojos llenos de pánico.
—¿Qué? ¿Qué? ¿Por qué me miras así? —preguntó Nancy con voz llena de pánico, retrocediendo de la puerta como si fuera un hierro ardiente y chisporroteante.
—Escúchame Nancy. Quiero que entres allí, te quites la ropa y te duches. ¡Ahora mismo! Sin hacer preguntas —. Cuando notó que Nancy estaba a punto de protestar, casi gritó—. ¡Hazlo! Por faaaaavor —. Juntó las manos en actitud de oración.
Nancy suspiró y, de mala gana, miró detrás de ella antes de correr al interior de la habitación mientras Liliana cerraba la puerta y se quedaba enfrente como si fuera una guardaespaldas.
Tal como predijo, los pasos de Koan resonaron por su piso antes de que finalmente lo viera caminando hacia ella como un lobo acechante, listo para desgarrarla.
—¿Dónde está ella?
—¿Dónde está quién?