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—¡Buenos días a todos! —exclamó Liliana.
La mujer solo suspiró, pero sonrió con calidez cuando la puerta se abrió de golpe con un estallido justo cuando ella salía corriendo.
—¡Lily! —gruñó Raiden con enojo al sentir el potingue de su cara frotarse en su camisa y sus brazos rodeándolo fuertemente como un tornillo de banco, apretándolo lentamente hasta dejarlo sin aliento.
Liliana se echó hacia atrás y puso cara de puchero.
—¡Me abandonas aquí por días y cuando vuelves ni siquiera pareces feliz de verme!
—¿Qué crees?! —replicó él.
Desde el rincón de su ojo, vio a los guardias gamma de bajo rango mirándola fijamente debido a la bata que llevaba puesta y que revelaba sus largas piernas lisas y sin manchas. Al notar la mirada asesina y silenciosa que les dirigía Raiden, volvieron a su puesto como zorros rápidos antes de que él apartara a Liliana para sacar las cosas del coche.