Cuando Koan vio a Nancy sentada al pie de su puerta, con los dedos enroscados entre sí sobre la maleta que reposaba en su regazo, se quedó mortificado de la sorpresa, pero… también divertido.
—¿A qué juegos estás jugando ahora tú y Raiden? —pronunció Koan con una expresión agria, girándose para cerrar con llave su puerta, ante lo cual Nancy puso cara de disgusto.
Se volvió para mirarla con severidad ya que ella no había dicho una palabra. El silencio se tornó incómodo, especialmente cuando la mirada de ella no se apartaba de su rostro en ningún momento, y él no hacía nada más que quedarse allí parado, mirando cualquier cosa menos a ella.
—¿Has... cambiado de opinión sobre dejarme entrar a tu habitación?
Una ceja se alzó en su rostro y él metió una mano en su bolsillo, mientras con la otra colgaba la llave sobre su cabeza.
—Así que, esto es de lo que se trata.