El aroma de los huevos fritos y el pan ligeramente quemado era como un refrescante despertador en toda la mansión del Alfa.
Todos se levantaron enseguida y después de varios minutos de empacar y luego de refrescarse, todos bajaron las escaleras, anticipando la deliciosa comida que les llegaba por el olfato desde la cocina.
Cuando todos estaban ocupados empacando, Jephthah estaba abriendo lentamente los ojos, frunciendo el ceño al molestarse por la luz del sol que se filtraba en sus ojos desde la ventana. Los cerró inmediatamente.
Gimió suavemente y rodeó con su brazo lo que tenía alrededor. Era suave, cómodo y cálido contra él. De repente, abrió los ojos de golpe y vio a Talia mirándolo.
Con los ojos agrandados y el rostro rojo como un tomate, saltó de la cama como si acabara de ver una pitón a su lado. Sus movimientos sobresaltaron a Talia y ella se sentó en la cama, mirándolo en shock.
—¿Qué pasa? —Ella estaba aterrada. ¿Había visto algo que lo asustara tanto esa mañana?