Las palabras y expresión de Wang Ye transmitían un intento de asesinato inconfundible.
El hombre corpulento miró el rostro de Wang Ye en ese momento y sintió como si estuviera atrapado en el mismo infierno.
Y Wang Ye.
Simplemente se sentó allí, queriendo deshacerse de ellos, como Yama que deseaba borrar sus nombres de la existencia.
La ira emanando de Wang Ye también disipó cualquier duda en el corazón del hombre corpulento.
Al principio, el hombre corpulento era algo escéptico.
Después de todo, lo había dejado muy claro.
Pero el comportamiento furioso de Wang Ye no dejaba posibilidad de engaño.
—¡Ataquen! —El hombre corpulento agitó su mano.
No se quedó quieto, pero en el momento en que pronunció la palabra, el hombre corpulento cargó hacia donde estaba Wang Ye, liderando la carga.
En su mano había un sable curvo, y a medida que el hombre corpulento avanzaba, cada paso abollaba de manera contundente el suelo de baldosas de concreto bajo él.
