Qin Chen vertió casualmente todo el Vino de Fuego Ardiente de la mesa en su cuerpo, y la sensación de ardor lo hizo sentir increíblemente refrescado.
Qin Chen se levantó y se dio media vuelta para arrojarle al camarero docenas de monedas de piedra.
—¡Gracias, joven héroe! —exclamó el camarero.
Al ver a Qin Chen lanzar docenas de monedas de piedra, el camarero casi se arrodilla ante él.
Ese dinero era más de lo que podía ganar en un año en la taberna.
Hoy era su día de suerte.
Pero para Qin Chen,
esas monedas de piedra significaban poco.
Dado que había obtenido tanta información de ellos, era natural ofrecer una generosa recompensa.
Siguiendo el mapa,
Qin Chen activó su Poder Elemental y se elevó en el cielo.
El camarero contaba alegremente las monedas de piedra.
De repente escuchó una voz y su rostro se puso pálido de la impresión.
Miró hacia el cielo, donde solo se veía la espalda de Qin Chen.
El rostro del camarero se quedó en blanco.
