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Los Olvidados: la travesía de los carroñeros.

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Synopsis

Chapter 1 - Acto I la Matanza de Carlof Capitulo I: La chica de ojos púrpura.

16 de mayo de 3187, 14:10, planeta Carlof (territorio de la UML). Quinta era del anochecer

Buenos días, viajero. Sabemos que estás a punto de salir por primera vez de tu planeta de origen, pero antes que nada, debes saber qué lugares visitar y cuáles no en la bella Solaris. Si no prestaste atención a tus clases de historia solariana, primero debo darte un poco de contexto.

El 19 de marzo del año 2110 comenzó la guerra final de la Tierra. Básicamente, la OTAN inició un conflicto con la Alta Unión Soviética, pero no fue una guerra común: un holocausto nuclear asoló el planeta. En las primeras tres horas, ya había cuatro mil millones de muertos. La humanidad escapó de la Tierra y llegó a la majestuosa Solaris, un sistema solar inimaginablemente más grande que el sistema solar terrestre. Solo el sol de Solaris es del tamaño del sistema solar de la Tierra.

Solaris tiene un total de 400 planetas y lunas, aunque solo 47 son habitables. La humanidad ha enfrentado varios eventos catastróficos, como cuando, desde las profundidades del extinto Kadingir, los Markawi ascendieron. Estos seres purgaron a la humanidad a un nivel extremo; la población de todo Solaris pasó de 32 mil millones a apenas 3 mil millones. Sin embargo, los Teltronitas llegaron, nos salvaron y construyeron un anillo gigante que rodea el sol para mantener a los Markawi dormidos.

La gloriosa Era del Amanecer fue el punto máximo de nuestra historia, pero lamentablemente, en el año 2610 comenzó la Guerra de Solaris, y hasta el día de hoy, en el año 3187…

—Señorita Zira, ¿a dónde va? —preguntó la maestra.

—No sé, su documental me aburre. Hoy es mi cumpleaños y en un mes voy a estar en un campo de guerra.

—Es una lástima, pero es el deber de todos los carlofianos de Barnun proteger no solo a Carlof, sino a toda la UML…

—¿Qué parte de "no me interesa estar en su clase" no entiende? —contestó con arrogancia, azotando una de sus manos sobre la mesa.

—Zira, sé que estás asustada, pero vas a estar bien. No eres la primera persona en sentir miedo…

—¿Miedo, yo? ¡JAJAJAJAJAJA! Ay, qué buen chiste. Mire, solo estoy enfadada porque me van a separar de mi hermano por seis años, seguramente para asesinar a más gente bajo el mismo mensaje. —Zira terminó la oración y salió del salón.

—Qué engreída es esa niña, solo porque es hija de dos militares y discípula del máximo héroe de guerra de la historia reciente —dijo la maestra en voz baja.

Es una lástima lo que pasa en Solaris. Miles de jóvenes, como Zira, son obligados a enlistarse en el ejército de la UML (Unión de Mundos Libres) en una guerra que comenzó hace casi mil años, y ya nadie recuerda realmente por qué empezó. Pero la joven Zira se destacaba entre la mayoría de las personas. Nació con un cabello naranja brillante y, como casi todos los carlofianos, tenía un padecimiento que hacía que sus ojos cambiaran de color a morado a los 11 años. Sin embargo, a cambio de esto, su vista se volvía muy sensible a la luz, dejándolos prácticamente ciegos. Afortunadamente, es una enfermedad bastante tratable.

Pero, a pesar de su condición, su principal característica era su prodigioso intelecto. Zira siempre fue una niña extremadamente inteligente, aunque eso no parecía ser suficiente, ni para sus padres ni para ella misma. Constantemente estudiaba para estar siempre un paso adelante.

Lamentablemente, sus problemas emocionales y familiares la superaban con frecuencia. Tenía arranques de ira muy frecuentes, ya que era prácticamente la principal cuidadora de su hermano menor, y la ausencia de sus padres la mantenía frustrada. Zira estaba sentada en un café matando el tiempo hasta que llegara la noche, cuando recibió una llamada de la escuela de su hermano.

Era extraño, su hermano menor, Saider, era un niño bastante bien portado. Aunque esperaba que la razón de la llamada fuera malas calificaciones o, en el peor de los casos, algún raro problema de conducta, Zira temía que fuera el inicio de la purpurosis ocular profunda (la enfermedad de los ojos). De todos modos, tenía que ir.

—Buenas tardes, ¿cómo están? —dijo mientras entraba por la puerta y la cerraba tras de sí—. ¿Qué le pasa a mi hermano?

—Hola, Zira, ¿qué tal te ha ido? —preguntó el niño, que, a diferencia de ella, tenía el cabello oscuro y no se parecía tanto. Además, volteó hacia el lugar equivocado, donde no estaba su hermana.

—¿Por qué mi hermano tiene una venda en los ojos? —Zira tomó la cabeza de su hermano para que mirara hacia donde ella estaba.

—Es por eso que te llamamos. A Saider le comenzó una fuerte migraña, acompañada de dolor en los ojos. También estaba bastante mareado desde hace unas cuatro horas.

—¡¿Y por qué mierda no me hablaron hace cuatro horas?! —Zira alzó la voz, casi al borde de un arranque.

—Intentamos llamar a Lila, pero…

—¡Mi mamá no está en este maldito planeta! Está peleando por la gloriosa estupidez de este gobierno en esta idiota guerra —se enfadó más y elevó aún más la voz.

—Zira… —Saider la tomó de la mano para calmarla.

—Está bien —Zira se agachó para quitarle la venda a su hermano—. Te quitaré la venda rápido.

—Zira, me duele —se quejó el niño mientras ella le quitaba la venda con cuidado.

—Maldición, está avanzando rápido. Creo que es más agresiva que la mía.

—¿En serio? —preguntó preocupado el director.

—Sí, no me pasaba lo mismo a su edad. Seguramente su purpurosis será peor que la mía.

—¿Crees que necesite medicamentos fuertes?

—Lo más seguro. ¿Usted sabe dónde venden las gotas para mi hermano? Quiero lo mejor de lo mejor, no esos medicamentos baratos de mala calidad —dijo Zira, con la voz más tranquila pero aún manteniendo un tono ligeramente molesto.

—Las venden en las farmacias, Tania. Cuestan doce mil Solardines —respondió Saider.

—¡¿Qué carajos?! ¿Por qué es tan caro? —gritó la chica, aunque rápidamente se calmó—. Perdón, me exalté un poco... Quizá es demasiado para mi presupuesto. Entonces, ¿los segundos mejores?

—Los venden en seis mil.

—¡Me lleva la mierda! ¿Por qué vale tanto? —empezó a gritar y a golpear la pared.

—Y esta es la parte en la que saca toda su frustración reprimida del mes.

—¿Pasa seguido, Saider? —preguntó el director.

—Solo cuando realmente está furiosa. Lo quiere negar, pero se parece más a nuestra madre de lo que le gusta admitir.

Una hora y media después...

—Ya que estás más tranquila, te sugiero que le compres a tu hermano sus medicamentos, aunque sean baratos. Es mejor eso que dejarlo ciego. Lo único que cambia es cuánto dura la dosis. ¿Qué te pasa? —preguntó el director.

—Nada, solo... esta será una de las últimas noches aquí. Me siento nostálgica —respondió cabizbaja.

—Tranquila, tú serás una Dama Escarlata. Prácticamente no habrá nada que pueda lastimarte.

—Lo sé, pero no me gusta la idea de arrebatarle la vida a otros jóvenes como yo —dijo Zira, abriendo la puerta para irse con su hermano.

—Sería lindo que más personas pensaran como tú. Solo puedo desearte suerte —comentó el director, un poco triste.

—Lo voy a lograr, estaré bien —Zira y su hermano salieron de la habitación, y este último cerró la puerta lentamente.

En las afueras de la escuela, Zira llevaba a su hermano en la espalda mientras se dirigían a la farmacia.

—¿Estás bien? —preguntó la mayor.

—Sí, empecé a sentir dolor como a las 11. Intentaron llamar a mamá, pero no contestó.

—No sé por qué lo hicieron. Ya saben que soy tu cuidadora principal.

—Pero no eres mamá.

—Ya sé, pero... Ay —Zira refunfuñó y siguieron caminando.

—Zira, ¿por qué no somos importantes para mis papás? —preguntó su hermano.

Zira se detuvo un segundo para pensar en una respuesta. Ella sabía que, en efecto, no eran importantes para sus padres, pero no quería entristecer a su hermano.

—Sí... Sí somos importantes, en especial tú, enano. Solo que no tienen sus prioridades en su lugar.

Zira y Saider compraron los medicamentos. Tres horas después, Zira los usó en su hermano y ambos regresaron a su hogar para descansar. La joven estaba más pensativa de lo normal. Tendría que cuidar a su hermano y pasar su último cumpleaños antes de ir a la guerra completamente estresada.

El tiempo pasó y Zira decidió llamar a su mentor, Darren Waller. Darren también había sido mentor de sus padres. Ya era un señor mayor, un héroe de guerra admirado e, incluso, adorado como un dios en algunos lugares. A pesar de su reputación, siempre fue muy comprensivo con su joven discípula, especialmente por cómo sus padres prácticamente la forzaron a convertirse en una Dama Escarlata para seguir la tradición familiar de ser soldados de élite. Lo hicieron para que tuviera menos probabilidades de morir en el campo de batalla. Lamentablemente, Darren había quedado lisiado recientemente en una pelea con una guerrera desconocida.

Dos horas después, una pequeña sorpresa apareció: los padres de los niños, Lila y Hasen, regresaron del campo de batalla para el cumpleaños de Zira. Poco después, el tío de los chicos, Aliso, llegó, seguido del viejo Waller, que también se unió a la celebración.

16 de mayo de 3187, 23:40 horas.

Saider corrió emocionado hacia sus padres para abrazarlos. Lila lo recibió emocionada. Zira, en cambio, se mantuvo distante. Hasen se acercó para abrazar a su hija, y Zira le devolvió el abrazo, aunque algo a regañadientes. Luego, le contó a su padre que Saider había mostrado síntomas de purpurosis y que había comprado los medicamentos, aunque eran baratos. Su padre le respondió que le devolvería el dinero y que hizo bien en comprar esos medicamentos.

Lila, una mujer prácticamente idéntica a Zira, quiso abrazarla también, pero Zira la dejó con los brazos abiertos. Sin embargo, aceptó los abrazos de su tío y de su maestro.

Querían comenzar la cena, y Lila insistió en poner la mesa ella sola. Todo iba bien, el ambiente era agradable. Sin embargo, de manera curiosa e incómoda, Waller le preguntó a Lila sobre una cicatriz en su brazo. Ella simplemente contestó que se la hizo en combate, nada fuera de lo común.

Ya entrada la noche, los seis comenzaron a cenar. Todo iba bien hasta que le pidieron a Zira que agradeciera por los alimentos.

—Quiero agradecer esta noche por poder disfrutar mis alimentos. Agradezco que papá esté aquí conmigo, que mi querido hermano esté a mi lado y te pido que lo ayudes a recuperar su vista.

—También pido que mi tío Aliso ya traiga una pareja para la próxima Navidad —todos rieron levemente—. Y por último, agradezco la presencia y paciencia de mi maestro, quien sí se acordó que mi hermano necesitaba sus medicamentos y me dio dinero para comprarlos, en vez de darle prioridad a matar a otros jóvenes de mi edad.

—Cuida tu tono, Zira. Estamos bien —dijo su madre con tono autoritario.

—Uy, se nota.

—Ay no, de nuevo... —pronunciaron los otros cuatro al unísono.

—¿Oye, papá, quieres ir a comer en la sala? —preguntó Saider. Tanto él como Hasen se levantaron de la mesa para alejarse lo más posible de la tormenta que se avecinaba.

—Lila, Zira, por favor tranquilícese. No querrán pelear en el último cumpleaños de Zira aquí. Recuerden que cualquiera de ustedes podría morir, es mejor vivir sin arrepentimientos —comentó Waller con cautela.

—Waller tiene razón, deberían llevarse bien, aunque sea por hoy —Aliso se interpuso entre las dos, tratando de evitar el enfrentamiento.

—¡Cállense, idiotas! —gritaron al unísono madre e hija, ambas de cabello naranja.

—¡Eres una pésima madre, y encima quieres que te agradezca por estar aquí!

—¿Ah, sí? ¡Entonces, esforzarme para que tengas todo lo que necesitas es ser una pésima madre!

—¡Nunca estás aquí! Si no fuera porque te lo repetí seis veces, ¡ni sabrías que mi hermano se estaba quedando medio ciego en la escuela!

—¡Estaba fuera del planeta! ¡Las llamadas no llegan tan fácil!

—¡Estabas matando a otros jóvenes como yo, querrás decir!

—¡No hago eso cuando estoy lejos!

—¡Eso no importa, eres una asesina!

—¡Nunca he lastimado a nadie si no es en defensa propia!

—¡Cuéntale esa falsa verdad a otra persona, maldita mentirosa de mierda!

—¡Zira, contrólate! ¡No trates así a tu madre! —le gritó Aliso, intentando defender a su hermana.

—¿¡Por qué no, tío!? ¡Es obvio que no le importamos! Estoy segura de que si pudiera, nos dejaría a Saider y a mí a nuestra suerte. ¡Nos odia tanto como yo la odio a ella!

—¡Oye, niña, tranquilízate de una maldita vez! —intentó reprenderla Waller.

—Déjala, Darren, solo se está desahogando. Tiene razón, nunca estoy con ella... Rompí la promesa —comentó Lila, con tristeza y unas lágrimas cayendo de sus ojos.

Zira se dio cuenta de que esta vez realmente había herido los sentimientos de su madre. Waller decidió marcharse del departamento para no involucrarse más en el conflicto, mientras Aliso trataba de razonar con ambas, pero el daño ya estaba hecho.