—¡Puff! ¿De dónde ha salido todo el mundo? ¿De los jodidos bosques o qué? —continuó gritando, mientras su hermana también soltaba palabrotas.
—¡Sydney! Cálmate, tú no eres la delegada de clase —Emmet carraspeó para intervenir, haciendo que las gemelas gritonas se callaran y ataran obedientes sus manos tras la espalda.
—Profesor Emmet, creo que ya es hora de que escojamos un delegado, o dos— —sugirió Sydney con una sonrisa en los labios mientras miraba a su hermana.
Las dos estaban demasiado creídas.
—¿Por qué necesitaríamos dos? —Emmet se paró frente a ellas, inclinando la cabeza.