—Permíteme encargarme de ella —susurró Norman a su hermano, con las manos en las caderas. Llevaba una camiseta blanca sin mangas y unos vaqueros grises. Su cabello, húmedo pero elástico, caía en ondas casuales sobre su frente.
Los mechones rebotaban aún más mientras caminaba hacia mí, haciendo gestos para que me hiciera a un lado y pudiésemos hablar en privado. Pero no obedecí sus instrucciones silenciosas, obligándole a detenerse justo frente a mí, su espalda me protegía de la vista de los otros estudiantes.
—¿Y ahora qué vienes a hacer aquí? —preguntó con voz baja y áspera.
—Probar mi suerte una última vez —respondí, algo demasiado ansiosa. Después de todo, pronto sería mi entrenador en la academia. Lo respeto y quiero tener una buena relación con él como profesor y estudiante.
—¿Eh? —Entrecerró los ojos, como si le costara entender lo que quería decir. Supongo que necesitaba explicarme mejor.
—Dije —comencé a repetir, pero él chasqueó la lengua bruscamente, silenciándome.