—Algo sobre este chico que afirmaba ser mi hermanastro simplemente no me cuadraba —comentó Helanie. No dejaba de mirar hacia mi madre y luego hacia mi padre mientras me sentaba en el asiento del copiloto. Mi nuevo y misterioso hermanastro estaba sentado en el asiento trasero.
Estábamos conduciendo de regreso a casa en nuestro propio coche, y mi madre había insistido en que me sentara adelante con mi padre.
—¿Por qué te llamaste a ti mismo su hermanastro? —escuché a mi madre preguntarle al chico llamado Kaye, que así es como se había presentado ante nosotros.
—No lo sé. ¿Lo hice? —respondió él.
—¡Kaye! Debes haberte olvidado. Eres su verdadero hermano. Tu padre y yo te dimos en adopción porque no teníamos medios para cuidar de un niño cuando naciste. Has estado viviendo con mi hermana, pero siempre nos visitas —explicó mi madre. En el momento en que dijo eso, resurgió un recuerdo de él visitándonos.