—Este café siempre está lleno de drama —o quizá debería decir, cada vez que entro, soy testigo de cómo se despliega un drama.
Entramos, y todos nos hicieron una reverencia por los brazaletes, especialmente porque Penn era un Alfa. Penn siempre era todo un caballero, retirando una silla para mí, ayudándome a sentarme y luego tomando la libertad de ordenar por nosotros.
Benita misma salió de la cocina con una carta del menú en la mano. Siempre se aseguraba de traer personalmente el menú cuando llegaba alguien especial. Sus ojos se estrecharon al posarse en mí, seguido por una sutil sacudida de su cabeza. Se aseguró de que Penn no viera su reacción, sin embargo. Él no tenía idea de que una vez vine aquí buscando trabajo, solo para ser rechazada porque Benita pensaba que yo era una prostituta. Por supuesto, la academia no permitiría ningún trabajo escandaloso, así que no estaba segura de qué había estado pensando ella.
—Alfa Penn, ¿cómo está? —preguntó con tono alegre.