La oscuridad del bosque parecía tragar a Soren mientras caminaba hacia el lugar designado, con el paso firme y la mente en alerta. La noticia que traía era pesada, pero no podía evitar sentir que el futuro del Clan Veylith estaba a punto de dar un giro inesperado. Había sido testigo del despertar del poder de Kael, y lo que había visto era algo que no podía ignorarse. Algo que cambiaría todo.
El confidente avanzó sin hacer ruido, deslizándose entre los árboles hasta llegar a un claro. Allí, en la penumbra, la figura que esperaba lo observaba con un aire impaciente y calculador. La madre de Darien, la mujer conocida como Valeria, estaba de pie, envuelta en una capa oscura que le daba una presencia imponente. Sus ojos, dorados como el sol poniente, brillaban con una intensidad peligrosa. Ella sabía que algo importante había sucedido, y esperaba la confirmación.
Soren se detuvo frente a ella y, con una ligera inclinación de cabeza, saludó a la mujer.
—Mi señora, he visto lo que sucedió —dijo Soren, su voz baja y seria.
Valeria levantó una mano, haciendo un gesto para que se acercara. Su mirada estaba fija, expectante. No había tiempo que perder.
—Habla, Soren. ¿Qué has visto? —su tono era frío y directo, como si ya supiera lo que él iba a decir, pero necesitaba escuchar la confirmación.
Soren tomó un respiro, el peso de sus palabras pesando sobre sus hombros.
—Kael, el hijo de Kaelion, ha despertado un poder... que no pertenece a este mundo. Un poder tan antiguo que no se ha visto en mil años. Lo que ocurrió allí, en ese lugar... no fue solo un despertar de un cultivador común. Lo que Kael desató es mucho más.
Valeria no reaccionó de inmediato, pero sus ojos se entrecerraron ligeramente, un destello de preocupación cruzando su rostro, rápidamente ocultado por una expresión impasible.
—¿De qué poder hablas? —preguntó, su voz suave pero llena de una tensión palpable.
Soren bajó la mirada, temeroso de las repercusiones de sus palabras.
—Vi lo que desató. Un dragón, madre... Un dragón ancestral formado de pura energía, una criatura de poder inconmensurable. Esto no es algo que un cultivador normal pueda lograr. No es un poder que pertenezca al linaje de los Veylith.
Valeria frunció el ceño, sus dedos apretando la empuñadura de un pequeño amuleto que colgaba de su cuello. El poder de Kael no solo era una amenaza, era una llamada de atención. La presencia de esa fuerza desconocida significaba que el equilibrio en el clan estaba a punto de quebrarse.
—¿Un dragón? —murmuró, casi para sí misma—. Esto es más de lo que temía.
Soren asintió, reconociendo el peligro en las palabras de Valeria.
—Sí, mi señora. Esto podría significar la caída de la dinastía Veylith. Kael... Kael es mucho más de lo que se pensaba. Si llega a dominar ese poder, podría desafiar a Darien, al hijo primogénito. Y el trono del clan Veylith podría estar en peligro.
Una sombra de preocupación cruzó el rostro de Valeria, pero inmediatamente se dispuso a ocultarlo tras una máscara de frialdad. Darien había sido entrenado toda su vida para tomar el liderazgo del clan. Era el heredero, el más capaz de llevar la familia a nuevas alturas, pero ahora, con el despertar de Kael, las reglas del juego estaban cambiando.
—No puedo permitir que eso ocurra —dijo Valeria, su voz ahora firme y llena de autoridad—. Darien debe ser el líder del clan, no ese niño insignificante. Necesito que te asegures de que esto no salga de control. Si Kael llega a ser una amenaza para Darien, debe ser eliminado.
Soren vaciló por un momento. Sabía lo que estaba pidiendo. Sabía que Valeria no dudaría en hacer lo que fuera necesario para proteger la posición de su hijo. Pero aún así, había algo que le incomodaba en su interior. La magnitud del poder de Kael no era algo que pudiera simplemente ignorarse.
—Y si no es algo que se pueda detener... —Soren comenzó, pero Valeria lo interrumpió con una mirada fulminante.
—No hables de lo que no entiendes, Soren. Yo decidiré qué hacer con Kael. Si su poder es un riesgo, lo destruiremos antes de que pueda alcanzarnos. No permitiremos que un niño, que ni siquiera ha sido reconocido por su linaje, venga a desafiar a la familia Veylith.
Soren asintió, sabiendo que no había lugar para más dudas. El poder de Kael era algo que Valeria no podía permitir. No dejaría que una fuerza externa viniera a desestabilizar lo que había tomado años para construir. Y con el destino del clan en juego, no habría margen para errores.
—Entendido, mi señora —dijo Soren, inclinando la cabeza. Su tarea estaba clara, aunque el peso de lo que estaba a punto de ocurrir lo llenaba de una inquietud profunda.
Valeria miró al horizonte, sus ojos brillando con una mezcla de determinación y frialdad. La calma antes de la tormenta. Si Kael era una amenaza, lo erradicaría. Y si no lo era... encontraría una forma de usarlo a su favor.
—No permitiré que ningún poder exterior destruya lo que hemos construido. Darien será el líder de este clan. No importa lo que tengamos que hacer para garantizarlo.