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Velas de Resiliencia

Ana_Padilla_9188
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Synopsis
Lucas: "Cierra los ojos, Yohan. No pienses en ser la madre perfecta o la mujer fuerte. Solo habla como esa chica de 16 años que tuvo que crecer demasiado rápido." Yohan: [con los ojos cerrados, en voz baja] "No sé cómo dejar de protegerla... ni cómo dejar de protegerme de mí misma." Lucas: "A veces, protegernos es solo otra forma de encerrarnos. Tal vez, por una vez, es momento de abrir las puertas y dejar que alguien entre." Yohan: [abre los ojos suavemente y lo mira] "¿Y si entrar es lo que más miedo me da?" Lucas: "Entonces, yo estaré ahí para recordarte que no todo lo desconocido es peligroso." ... Yohan: "Durante años te sostuve tan fuerte que olvidé que podías caminar por ti misma. Te convertí en mi ancla porque tenía miedo de hundirme." April: "¿Y qué pasa ahora? ¿Qué pasa si ya no quieres sostenerme?" Yohan: "No es que no quiera sostenerte, es que finalmente entiendo que puedes sostenerte sola. Y está bien. No es un abandono, es confianza." April: "Eso es todo lo que necesitaba escuchar, mamá."
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Chapter 1 - Capitulo 1 “ Fuego y Cera”

—¿Garantizan que no se derrite demasiado rápido? —preguntó la mujer mientras sostenía una vela de soya con aroma a vainilla y sándalo, como si estuviera a punto de explotar en sus manos.

Yohan, detrás del mostrador, esbozó una sonrisa que apenas tocó sus ojos castaños. Su voz tenía la suavidad de un papel de lija.

—No, pero garantizo que si enciende otra, su casa no se incendiará. Aunque podría ser una forma interesante de redecorar.

La clienta levantó una ceja, dudando si reír o enfadarse.

—No es lo que esperaba de una tienda de velas decorativas. —Su tono destilaba un desdén cuidadosamente calculado—. La atención al cliente es importante, ¿sabe?

—Ah, sí, claro. —Yohan hizo una pausa breve—. La atención al cliente es una llama constante, siempre encendida y lista para devorar mi paciencia.

La mujer bufó, dejó la vela sobre el mostrador y salió de la tienda sin molestarse en disimular su disgusto. El tintineo de la campanilla de la puerta marcó su salida como una sentencia definitiva.

El aroma de vainilla quemada quedó flotando en el aire. Yohan lo inhaló profundamente y exhaló un suspiro que parecía llevar consigo años de agotamiento cuidadosamente disfrazado. Le gustaba su tienda. Le gustaba la sensación de control, el orden de las filas de velas aromáticas y los colores perfectamente dispuestos. Aquí, todo tenía una forma y una función. Nada era impredecible, excepto los clientes.

Miró el reloj de la pared: las manecillas apenas se habían movido desde la última vez que lo había hecho. Las horas parecían derretirse más lento que la cera fría. Y todavía tenía que cerrar la tienda y recoger a April, su hija, para ir a comprar las últimas cosas para la universidad.

Su estómago se revolvió ligeramente. "Últimas cosas para la universidad." Cuatro palabras tan inofensivas como una mecha sin encender y, sin embargo, listas para prender fuego a su tranquilidad en cualquier momento.

Mientras reorganizaba el estante de las velas, el eco de sus propios pensamientos le susurraba cosas que prefería ignorar.

"Vas a estar sola."

—Bueno, la soledad y yo ya nos hemos presentado antes —murmuró para sí misma mientras giraba una vela hacia el frente.

—¿Hablando sola otra vez? —La voz de April la sacó de sus pensamientos.

Yohan se giró. Su hija estaba en la entrada, apoyada en el marco de la puerta con una expresión entre divertida y exasperada. Tenía el cabello castaño recogido en una coleta alta y vestía unos jeans gastados y una camiseta con una banda que Yohan no reconoció. Había una firmeza en sus ojos marrones que la hacía parecer mayor de lo que era. Independiente. Decidida.

—No estaba hablando sola —respondió Yohan con rapidez—. Estaba teniendo una conversación muy interesante con las velas. Tienen una opinión muy fuerte sobre el mal gusto de algunos clientes.

April puso los ojos en blanco y cruzó los brazos.

—¿Y ganaste la discusión?

—Siempre. —Yohan forzó una sonrisa. Era una broma fácil, pero se sintió hueca en su boca.

April dio unos pasos dentro de la tienda, mirando alrededor con una mezcla de nostalgia y desapego. Tocó una vela de color ámbar y la giró entre sus dedos.

—No tienes que recogerme si estás ocupada. Puedo ir sola.

—Claro, porque no hay nada que me emocione más que dejarte vagar por esta jungla urbana justo antes de que te mudes al otro lado del país.

April suspiró y dejó la vela en su lugar.

—Mamá, no estoy desapareciendo. Solo voy a la universidad.

—Lo sé. —Yohan bajó la mirada hacia el mostrador. Sus dedos jugueteaban con una caja de cerillas dorada—. Solo me cuesta un poco.

—¿Cuánto es "un poco"? ¿Como quemar la tienda entera o solo prender fuego a la sección de ofertas?

—Depende de cuántos clientes pregunten por garantías de derretimiento.

La risa de April fue breve pero genuina. Yohan la atrapó al vuelo, como un aroma familiar que temía no volver a percibir. Pero justo cuando quiso prolongar el momento, April revisó su reloj.

—¿Nos vamos ya? Tengo cosas que hacer después.

"Cosas que hacer después." Otra frase inocente que dolía más de lo que debía. Yohan asintió y cogió sus llaves.

—Vamos, antes de que decida encerrar la tienda y vivir aquí para siempre.

April salió primero, sin mirar atrás. Yohan apagó las luces, dejando la tienda sumida en una penumbra que se sintió más pesada de lo habitual.

Al cerrar la puerta, susurró para sí misma:

—Un día a la vez.

La campanilla sonó una última vez, pero esta vez, en lugar de una despedida, sonó como una advertencia.