The Rise of a Legend
Prólogo.
Hace mucho tiempo, cuando el universo estaba en su fase de creación, nació un elemento que seria fundamental para nosotros en el futuro; La Luz… misma que fungía como la esperanza y la bondad pura en su máximo esplendor pero, como todo en el ciclo natural de las cosas, tenía que existir un equilibrio. Naciendo así La Oscuridad, la cuál se encargaba de esparcir el caos… y la maldad por todo el universo; hermanos con ideales completamente diferentes en todos los aspectos, lo que hacía aún más evidente que eventualmente provocaría que ambas fuerzas colisionaran entre si, lo que llevo a que se enfrentarán durante eones por toda la eternidad en una guerra sin fin, buscando el exterminó de alguno de los dos hermanos.
— ¿Y qué pasó después? — Preguntó una voz con curiosidad y al mismo tiempo fascinación, misma la cuál tenía un tono muy infantil, siendo la de un niño pequeño. — ¿Qué sucedió con los dos hermanos?
Después de varios eones, finalmente se formó lo que hoy en día conocemos como el sistema solar, junto a esto se formó de igual manera nuestro planeta, el cuál, era único en su tipo, cosa que no evito que ambos hermanos se fijarán en el. La Luz; quedó fascinado por su belleza y la vida que este mismo albergaba, La Oscuridad por otro lado, vio una oportunidad más para así poder impartir caos y desesperación, cosa qué La Luz sabía perfectamente, tomando la decisión de otorgarle al mundo un regalo, traído desde las estrellas, con la esperanza de que los seres que lo habitaban pudieran levantarse en contra de La Oscuridad, un regalo el cuál fue…
— ¿Cuál fue? — Preguntó nuevamente el pequeño con intriga y duda de que sucedió después. — ¡¿Cuál fue Abuela?! ¡Dime cuál fue ese regalo!
El pequeño se mostraba terco y muy insistente con saber que sucedió, estando recostado en su cama, su mirada era de súplica y curiosidad hacía su Abuela, sosteniendo su manta fuertemente al mismo tiempo que tapa todo su cuerpo hasta su cuello debido a la inquietud.
— Jsjsjs… es todo lo que puedo contarte por el día de hoy. — Mencionó su Abuela con un tono amoroso y gentil en sus palabras. — Pero mañana te puedo contar el resto de la historia. — Agregó con el mismo tono en su voz. — ¿Te parece bien?
Ella miraba tiernamente al pequeño, ya que le parece adorable la manera tan insistente de pedir que le siga contando más, posiblemente haciéndolo de forma intencional solamente para verlo de esta manera, mientras su mano se acercó suavemente hacia su mejilla derecha para poder acariciarla.
— Mmm… está bien. — Respondió el pequeño con un tono de derrota, junto con un puchero en el momento. — ¡Pero quiero que lo prometas con el meñique!
Extendió su mano izquierda hacia su Abuela, preparando su meñique, esperando que ella le siga el juego y entrelace su meñique con el suyo, al mismo tiempo que su mirada reflejaba ilusión y entusiasmo.
— Lo prometo. — Mencionó junto con una sonrisa en su rostro, acercando su mano izquierda de igual manera para entrelazar sus meñiques. — Ahora, a dormir.
Se levantó tranquilamente de la cama, sin antena darle un beso de buenas noches en la frente del pequeño, para después moverse directamente hacia la puerta, abriéndola suavemente para poder así salir de la habitación, sin antes mirar al pequeño por el rabillo del ojo.
— Hasta mañana cariño, descansa. — Agregó por última vez, dándole una sonrisa maternal antes de empezar a cerrar la puerta.
— Descansa Abuela. — Contestó de igual manera con una sonrisa cariñosa, liberando un suave bostezo en el momento.
Después de que la puerta se cerró completamente, el pequeño solo observó por unos segundos la suave y tenue luz de su lámpara, pata después tomar un suave suspiro y cerrar lentamente sus ojos, esperando a ver que le deparará el mundo de los sueños. "¿Cuál será ese regalo?" Pensaba en su mente, sin tener alguna idea de que podrá ser, para después quedarse completamente dormido, pensando en una única frase, "Mañana lo sabré."
Capitulo 1
El Nacer de un Guerrero.
En el pequeño pueblo de Carmín, ubicado en el sur del estado de Ventisca Blanca, se encontraba un hombre caminando por un largo sendero, cargando unos tablones de madera en su espalda con ayuda de una cuerda que sostenía con su mano derecha, mientras la izquierda sostenía un par de flores, mismas que posiblemente arrancó de el patio de algún tipo cualquiera en el pueblo, también a simple vista se puede notar que esta un poco cansado; esto debido a la postura que tiene al caminar. Luego de un rato finalmente llegó a lo que parece ser una pequeña cabaña, misma que se ve un poco descuidada, quizás debido al tiempo fue la causa deteriorando aspecto.
— Hogar, dulce hogar. — Dijo para si mismo, con un tono suave y en parte cansado por la larga caminata.
Tras abrir la puerta con delicadeza se dispone a ingresar para así poder tomar un merecido descanso después de una larga jornada de trabajo, cerrando la puerta, para después dejar los tablones en el lado derecho izquierdo de la misma, sin antes tomar por lo menos dos de estas para así dirigirse a la chimenea, dejando de paso las flores en la mesa antes de llegar, colocando uno por uno de los tablones de manera tranquila y sin ningún tipo de preocupación, sacando a su vez un par de fósforos para así proceder a encender la chimenea; brindando un poco más de calor en la fría y solitaria cabaña, o al menos así es como lo ve el hombre, mismo el cuál mira las llamas danzando con gran fulgor, sintiendo su calidez junto a un breve sentimiento de nostalgia.
— Casi lo olvido. — Mencionó para si mismo nuevamente, levantándose con rapidez, dirigiéndose hacia la mesa nuevamente, tomando las flores. — Ya voy llegando tarde.
Tras esas palabras, el hombre volvió a dirigirse hacia la puerta saliendo de una de la pequeña cabaña, para así dirigirse directamente hacia la parte derecha la cabaña, caminado en dirección a lo que parecen ser un par de rocas alineadas en la forma de un lo que parece ser un óvalo, curiosamente tiene la forma de lo que parece ser un tumba algo mal hecha, junto con un tablón de madera en la parte superior del mismo, funcionando como una lápida, el cuál parece tener un grabado tallado de una manera un poco brusca; como si hubiera sido hecho por un niño, lo impresionante es que se podía leer perfectamente las siguientes palabras… "Abuela Lucía".
— Lamento haber llegado tarde Abuela. — Mencionó con un tono suave y melancólico, posicionándose directamente frente a la tumba. — Tuve muchas cosas que hacer hoy pero… — Añadió con una mirada algo cansada, postrándose de rodillas de forma lenta. — Pude traerte una flores.
Dejo con mucha gentileza el ramo de flores todo desechó debido a que no quiso alinearlas en el camino, o por qué simplemente no se le pasó por la cabeza esa idea, parándose nuevamente y con la misma calma, para así poder observar con una expresión nostálgica en su rostro, con el mismo ligero atisbo de cansancio.
— Me gustaría poder contarte algo nuevo pero… — Paro sus palabras por unos segundos, tratando de pensar en alguna otra cosa Interesante que decir. — Te estaría contando la misma charla de siempre.
"Yo siempre estaré contigo mi pequeño Trock" Un breve recuerdo nublo su mente por un instante, su mirada era evidente, claramente estaba completamente vacío, no solo por el hecho de la muerte de la persona más importante de se vida, si no que esto le hizo ver qué no tiene ningún propósito en la vida, estaba completamente sólo, sin nadie quién lo apoye en cualquier tipo de aspecto, o al menos en la mente de Trock así eran las cosas. A pasear de todo eso siente y tiene la esperanza de que su Abuela aún lo escucha, mismo motivo por el que se la pasa hablando con su tumba.
— Bueno, creo que ya es hora de irme. — Dijo con tono sutil, al mismo que da la vuelta lentamente. — Pero vendré a visitarte. — Añadió con el mismo tono en su voz. — Como todos los días.
Tras concluir sus palabras, comenzó a caminar nuevamente en dirección hacía la cabaña, manteniendo sus manos adentro de los bolsillos de sus pantalones, manteniendo un ritmo bastante normal, aunque un poco lento.
Tras regresar a la cabaña, procedió ingresar para después cerrar la puerta detrás suya, caminado directamente hacia una pequeña habitación, más en específico… una cocina, con un toque algo tenue gracias a la pobre luz que transmite el foco pero… para Trock, eso no era tan importante, acercándose hasta la nevera para tomar una lata de sopa junto con un filete, dispuesto a comer; preparando el sartén, la cacerola y la estufa para calentar su comida.
"Cariño, es hora de cenar." "Te preparé tu comida favorita." Recuerdos vagos vuelven a inundar su mente, cosa que desconcentra un poco, al mismo tiempo que prepara la carne y mueve la sopa, evitando así que se terminé quemando la comida. Después de un rato, finalmente termina de preparar la comida, sentándose en la mesa para proceder a disfrutar su cena, sin antes hace un gesto de oración y agradecimiento.
— Ya estoy cansado de todo esto. — Susurro para si mismo, sosteniendo la cuchara para así poder tomar una porción de sopa, llevándola directamente hacía su boca.
Saborea su comida detenidamente antes de engullir está misma por completo, tratando de mejorar, o al menos igualar el sabor de la comida que le hacia su Abuela, sin ningún éxito aparente, mientras se mantiene comiendo porción tras porción con el mismo semblante cansado y acabado de todos los días, uno que ya estaba cansado de repetir el mismo ciclo durante los últimos cinco años de su vida tras el fallecimiento de su abuela, cosa que al principio pensó que podría sobrellevarlo pero al parecer esto aún lo sigue carcomiendo por completo.
Al acabar su comida, tomo un poco de agua para después proceder a levantarse de su asiento, debido a que el cielo estaba empezando a oscurecer.
Dirigiéndose directamente hacia su habitación, con la única idea de acostarse para así poder descansar, quitándose su botas, y recostando su cuerpo suavemente para así poder cerrar sus ojos lentamente. "Como me gustaría que las cosas fueran como antes…" Pensó en su cabeza, ya que siente que estos últimos años se han vuelto bastante grises y monótonos, cosa que solamente los sueños y los recuerdos pueden aliviar.
— ¡¿Qué sucedió después Abuela?! — Pregunto el pequeño Trock, en un tono desinquieto y entusiasmado, volviendo a sostener su manta con fuerza. — ¡Me prometiste que me lo cobrarías hoy!
Su insistencia era demasiada, algo normal para un pequeño niño como el, con una mentalidad alegre e imaginativa, cosa que a Lucía siempre le pareció adorable; "¿Quién no quería a un niño tan tierno como el?" se preguntaba en su mente, y eso siempre se refleja en una cálida sonrisa maternal.
— ¡Está bien, está bien tu ganas! — Respondió con un tono de derrota, junto a un leve y claro tono juguetón en sus palabras, mirándolo con una sonrisa maternal. — Te contaré el resto de la historia.
Se acomodó en la orilla de la cama, mirándolo fijamente y con dulzura, al mismo tiempo que acerco su mano hacia su pelo para así poder acariciarlo.
— Bueno, en qué me había quedado. — Menciono para si misma manera de un susurro, tratando de recordar en dónde se quedo la vez pasada. — Ya recordé.
Ese regalo fue un cometa, el cuál cayó directamente contra la tierra, el cuál contenía demasiado poder pero… lastimosamente, no se aprovechado en aquel entonces, cosa que noto La Oscuridad, viendo esto como una posible ventaja que no se podía dar el lujo de desaprovechar, pero buscaba algo diferente, una forma más interesante para generar caos, tomando la decisión de renacer en el mundo como un humano para así poder sentir más satisfacción cuándo llegue la hora. La Luz, consiente de esto y de la destrucción que podría provocar de esta forma tomó la abrupta decisión de renacer de igual manera como un humano, ya que no podía intervenir siendo un ser celestial, pero con esta forma podía tomarse un par de libertades.
Naciendo así un pequeño bebé, el cuál resplandecía como un Sol abrazador, siendo un hermoso milagro pero, no todos los milagros siempre son buenos, naciendo de igual manera otro pequeño bebé, el cuál pareciera resplandecer junto con un aura maligna y oscura. Con el pasó del tiempo, ambos bebés fueron creciendo, y con ello, lo que parecía ser un gran poder que albergaba en ellos, al igual que una magnífica longevidad, llegando incluso a vivir siglos enteros sin envejecer ni un poco, ganándose fama, reconocimiento… y un nombre en la historia; "Kal…" El Tejedor del Equilibrio mismo, un ser puro y bondadoso, dispuesto a ayudar a quién lo necesite, considerado como el primer.
— ¡Guerrero Legendario! — Exclamó el pequeño Trock con entusiasmo, demostrando su admiración por tales Guerreros. — Lo siento me emocioné. — Dijo con cierta pena, y eso se reflejaba en su mirada. — Continúa por favor.
Se tapo hasta la nariz en silencio con la mantita, preocupado de que su Abuela no quiera continuar después de haber hecho esa abrupta interrupción, esperando que continúe con la historia.
— Jsjs… bueno, en qué estaba. — Respondió con calidez, viendo la forma en como se tapó, junto a ésos ojos suplicantes como algo adorable. — A sí.
Debido a sus grandes cualidades y habilidades que adquirió a lo largo de su vida, pero así como él también estaba; "Ascary" El Mensajero del Caos, el era todo lo opuesto a lo que Kal representaba, era un ser lleno de maldad y amargura en todo su ser, el cuál fue odiado por muchos, y temido por otros debido a su increíble poder y control sobre sus habilidades. No fue hasta que eventualmente ambos cruzarían caminos… se dice que tuvieron una larga y caótica batalla, la cuál duró días enteros pero, lamentablemente para todos, Ascary, terminó alzándose con la victoria, encerrando a Kal, el cuál juro a Ascary que nacería otro Guerrero Legendario gracias al cometa, el cual vendría a detenerlo pero, Ascary no se inmutó, en su lugar pronunció sin titubear.
— No importa cuántos vengan. — Mencionó con un suave susurro, junto a un tono de voz, el cuál era sádico y burlesco. — Juró que mataré a cada uno de ellos. — Se elevó en el cielo, su voz pasó un susurro a un escabroso eco. — ¡Juro, que lo haré!