Alastor dormía profundamente, sus respiraciones lentas y constantes llenaban el aire del pequeño refugio improvisado. Asael lo observaba en silencio, incapaz de conciliar el sueño. Era difícil sentirse seguro cuando sabías que cada sombra podía ocultar un peligro.Un ruido en la lejanía hizo que Alastor despertara de golpe, sus instintos siempre alerta. Sin decir palabra, se puso de pie y revisó sus pertenencias.—Toca buscar comida —murmuró, como si la frase fuese una rutina más, una necesidad que ambos entendían, pero nunca hablaban.Asael lo miró con desconfianza.—¿Me vas a dejar aquí? —preguntó.Alastor vaciló por un segundo, luego negó con la cabeza.—No. Si algo pasa, prefiero tenerte donde pueda verte.Ambos emprendieron el camino. Asael intentaba mantenerse cerca, pero cada paso parecía más pesado. El bosque, frío y hostil, no ofrecía esperanza. Cuando finalmente encontraron algo, no era lo que Asael esperaba.Un cadáver, medio devorado, se encontraba a un lado del camino. Asael apartó la vista de inmediato, sintiendo que su estómago se revolvía.—No voy a... —comenzó a decir, pero Alastor ya estaba revisando los restos.—No te estoy pidiendo que lo hagas —respondió Alastor con calma, arrancando un trozo de carne con su cuchillo. Lo cocinó con rapidez y, sin una pizca de remordimiento, comenzó a comer.Asael se alejó, sintiéndose enfermo, pero no dijo nada. Decidido a no seguir esa línea, se aventuró unos metros más allá y, para su sorpresa, logró atrapar un conejo.—Mira, esto es comida de verdad —dijo Asael, casi orgulloso.Alastor lo observó y asintió.—Buen trabajo.Lo cocinó como sabía hacerlo, mezclando los restos humanos con la carne del conejo para no desperdiciar nada. Asael comió con entusiasmo, sin sospechar lo que estaba pasando. Cuando terminó, limpió las manos con una hoja seca y comentó:—Está mejor de lo que pensé que estaría.Alastor no respondió. La culpa no era algo que lo perturbara, pero sabía que Asael jamás lo vería igual si descubría la verdad.Siguieron caminando tratando de encontrar un bunker.El bunker estaba en silencio cuando lo abrieron, excepto por los jadeos del chico que se encontraba dentro. Tenía los ojos rojos y un cuchillo en la mano que temblaba como una hoja en el viento.—¡No se acerquen! —gritó, retrocediendo contra la pared.—Tranquilo, no queremos hacerte daño —dijo Alastor, levantando las manos.Pero antes de que pudiera calmarlo, un sonido rasposo retumbó desde el túnel por donde habían llegado.—No puede ser... —murmuró Asael, con la piel de gallina.La entrada del bunker se llenó de sombras, y en cuestión de segundos, las figuras de los Hijos del Carmín emergieron, con sus trajes oscuros y cuchillos brillando bajo la tenue luz. Sus rostros eran máscaras de odio, inhumanos y crueles.—¡Corran! —gritó el chico.Todo se descontroló en un instante. Asael apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Alastor lo empujara hacia la salida opuesta.—¡No te detengas! —ordenó, y con una precisión fría lanzó una de sus armas improvisadas hacia los Hijos del Carmín, ralentizando su avance.El chico del bunker intentó luchar, pero uno de los Hijos lo agarró del cuello con fuerza, derribándolo al suelo. Sus gritos llenaron el espacio mientras Asael miraba hacia atrás con horror.—¡No podemos dejarlo! —gritó Asael, tratando de detenerse.—¡Ya está muerto! —espetó Alastor, tirándolo del brazo y llevándolo a través de un pasadizo estrecho.Los Hijos del Carmín iban tras ellos. Los pasos retumbaban como tambores de guerra, cada vez más cerca. Asael sentía que el aire no le alcanzaba, su corazón golpeaba su pecho como si fuera a explotar.—¡Van a alcanzarnos! —jadeó.—¡Sigue corriendo! —gruñó Alastor, tomando una antorcha encendida del muro y lanzándola al pasillo tras ellos. El fuego estalló en un chisporroteo, deteniendo por un momento a sus perseguidores.Llegaron a un pasillo que se bifurcaba en varias direcciones. Asael se quedó paralizado, pero Alastor, con una mirada rápida, eligió la izquierda.—¡Confía en mí!Las paredes del túnel se volvían más estrechas, obligándolos a agacharse mientras avanzaban. Asael sintió que su ropa se enganchaba en un saliente, pero Alastor lo soltó de un tirón antes de que los Hijos los alcanzaran.De pronto, un cuchillo pasó rozando el brazo de Asael, incrustándose en la pared con un golpe seco. Asael gritó y tropezó, cayendo al suelo.—¡Levántate! —rugió Alastor, dándole un empujón para que siguiera.Finalmente, vieron una pequeña compuerta metálica al final del túnel. Alastor llegó primero y la abrió de una patada, empujando a Asael al interior antes de entrar él mismo y cerrarla de golpe.Los Hijos golpearon la puerta desde el otro lado, sus gritos resonando como ecos infernales.—No la mantendrán cerrada por mucho tiempo —dijo Asael, con la voz temblorosa.—Entonces no nos quedaremos mucho aquí —respondió Alastor, sacando un cuchillo y revisando la habitación en busca de una salida alternativa.El silencio volvió a caer, pero esta vez era aún más opresivo. Asael se dejó caer al suelo, todavía temblando, mientras Alastor pensaba en su próximo movimiento. Afuera, los Hijos del Carmín no se rendirían tan fácilmente.El golpe de los Hijos del Carmín contra la puerta metálica resonaba con cada vez más fuerza, como si quisieran arrancarla de sus bisagras. Asael miraba a Alastor, esperando una respuesta, un plan, cualquier cosa que les diera esperanza.—¿Y ahora qué? —preguntó Asael, su voz apenas un susurro.Alastor se inclinó sobre él, con la calma fría de alguien acostumbrado a vivir al borde del abismo.—Escucha con atención —dijo, clavando sus ojos en los de Asael—. Si esa puerta cede, yo me encargo de los primeros. Tú corres. ¿Entendiste?—¿Correr a dónde? ¡Estamos atrapados! —Asael levantó las manos, desesperado.Alastor no respondió. En su mente, ya estaba trazando la última línea entre la vida y la muerte.Un ruido distinto lo sacó de sus pensamientos. No era el golpe de los Hijos del Carmín; era algo más. Lejos, en la profundidad del túnel, se escuchó el sonido metálico de una compuerta deslizándose.Alastor giró hacia el otro extremo del refugio, donde un panel de la pared se movía lentamente. Asael también lo vio y su rostro se llenó de una mezcla de esperanza y miedo.—¿Crees que es una salida? —preguntó Asael, levantándose.—O un nuevo problema —respondió Alastor, ajustando el cuchillo en su mano.La puerta metálica tras ellos se abolló con un crujido ensordecedor. No quedaba tiempo.—Sea lo que sea, es nuestra única opción —decidió Alastor. Sin más palabras, tomó a Asael del brazo y lo empujó hacia la apertura recién descubierta. Asael dudó un segundo, pero al escuchar el chirrido de la puerta cediendo detrás de ellos, corrió.Alastor lo siguió, adentrándose en la oscuridad del nuevo túnel justo cuando la compuerta metálica del bunker se desplomaba y las figuras de los Hijos del Carmín llenaban la sala con gritos y pasos frenéticos.La oscuridad del túnel se cerró a su alrededor. Podían escuchar el eco de sus propios pasos mezclándose con los de sus perseguidores. Asael tropezó, pero Alastor lo levantó de un tirón.—No te detengas ahora —gruñó Alastor, mirando hacia atrás una última vez.Y entonces, al final del túnel, una débil luz apareció. Era tenue, como una chispa de esperanza en medio de la desesperación.—Ahí está —dijo Asael, con la voz entrecortada.Pero Alastor no bajó la guardia. La luz podía ser una salvación... o una trampa.Ambos corrián de manera desenfrenada, Asael sentía sus piernas luchar por mantenerse de pie y Alastor sentía un alivio al intentar llegar a la luz, pero no dejaba atrás su guardia alta.Todo en este lugar era un peligro, hasta Asael.