Alastor se encontraba en sus propios pensamientos, no escuchaba para nada a Lucía, su novia, solo se fijaba en esos lunares y lo innecesario de escucharla; era la misma charla de siempre: «Alastor, siento que ya no me amas», «Alastor, eres un inútil para el amor», «Alastor esto y Alastor aquello».Por otro lado, se encontraba Asael. Él debía ir a un retiro espiritual, necesitaba encontrarse a sí mismo, había perdido un poco su fe, sentía que no podía conectar bien con su Padre Todo Poderoso.Ambos tenían un destino: el bosque de Eryndor, una ciudad pequeña y estéril, como todos dicen, pueblo pequeño, infierno grande. Aunque cada uno tiene un concepto distinto del infierno.Alastor terminó de hablar con Lucía y se dirigió con pesadez al bosque, odiaba tener que soportar a Lucía, era muy distinta a él, solo la soportaba porque fue la única que no lo abandonó cuando él más lo necesitaba y uno de sus principios siempre será la lealtad...Qué raro suena cuando sabes que eres leal por compromiso y no por voluntad propia...Asael se dirigía con biblia en mano, un collar muy llamativo de Cristo Redentor y sus túnicas blancas, las cuales se ensuciaron en la base al pisar la tierra mojada del bosque.Alastor tomó una piedra y la tiró, estaba frustrado y tenía en mente que si en algún momento Lucía cruzaba su territorio, no lo pensaría dos veces y la destruiría... Sin piedad.Ambos chocaron, no era común, era como si el bien y el mal hubieran chocado. Alastor inspeccionó a Asael y Asael a Alastor.—Perdón, hermano mío, Dios te bendiga en tu camino —dijo Asael.Alastor hizo una mueca de disgusto y ayudó a recoger la biblia.—Satán te bendiga igualmente —contestó Alastor.Asael se sorprendió, sus latidos se aceleraron y su mano sudó mientras tomaba su biblia.—Y no, no soy una prueba de tu "Señor", solo soy un chico satanista —Alastor se disponía a seguir su camino cuando escuchó un disparo.Asael se puso de rodillas y empezó a orar con fuerza mientras tomaba su rosario en las manos.—¿¡Qué demonios haces!? Si te quedas aquí orando como idiota, te matarán —Alastor dijo pero luego no se inmutó y siguió caminando, pues no era su asunto y si mataban a Asael, por él mejor.—Bueno, no meto mis narices en donde no me llaman —Tomó una respiración honda y siguió su camino. Era sabido que en Eryndor había muchos asesinos sueltos, pero no era su momento de cacería... ¿O quizás sí?—Mierda... —Alastor revisó en su celular el calendario. Mal día para ir a pensar al bosque, había empezado la cacería y salir del bosque era casi imposible teniendo todas las salidas bloqueadas por los «Hijos del Carmín».Alastor suspiró y se pasó una mano por sus cabellos medianamente largos, el aire era denso, tan denso que se podría cortar en dos.—Juro que mataré a Lucía por hacerme esto —En seguida negó— No, Alastor, tú fuiste el idiota que se metió aquí, no debes culpar a los demás de tus decisiones, son factores, tú tomas la decisión.De pronto escuchó un ruido.Era... ¿Alguien corriendo? Alastor se tensó, pero sin perder la cabeza tomó una rama, la afiló con lo que pudo y se escondió tras un árbol.Quien corría era Asael, se le veía muy asustado y sus túnicas estaban manchadas de un color rojo sangre... No era un color, era sangre.—¡Largo! ¡Sal de aquí, todos están locos! ¡Nos van a matar! —Alastor maldijo, pues por los gritos de Asael lo iban a encontrar también a él.Tomó a Asael del brazo y lo escondió por los arbustos.—¡Todos son unos dementes! ¡Dios los perdone! —Alastor tensó su mandíbula y tapó la boca de Asael con la mano.—Cállate o nos metes en la olla a los dos —Alastor susurró y escuchó los pasos seguir de largo— Eres tan ruidoso.Destapó a Asael, quien todavía estaba perturbado y con la mirada perdida.—No me mires así, siento que yo fui quien maté a alguien —Alastor hizo de nuevo una mueca de disgusto.—¡Tú! —Dijo en un susurro repentino Asael— ¡E-eres igual que ellos!Alastor negó con la cabeza.—¿Te caíste de chiquito, verdad? Obviamente no soy como ellos, o esto —Señaló la rama afilada— Ya estuviera en una de tus cuencas oculares.Asael se alejó y negó mientras rezaba con fuerza.—Señor, perdónalos a todos, no saben lo que hacen y muéstrales el camino a la luz.Alastor tomó de los hombros a Asael.—Oye, mira, no sé en qué te ayudará tu Dios, pero necesitaremos su ayuda más tarde, ahora veamos si podemos salir...Asael negó.—Tú matas personas y animales, los torturas y te diviertes con el sufrimiento ajeno... —Alastor frunció el ceño y aplastó sus labios.—Los satanistas no hacemos eso, Satán ama a los animales y a los niños y humanos —Asael negó.—No podemos lastimarlos, a no ser que sea por defensa propia o por hambre, así que cierra el hocico y no me distraigas —Alastor tomó su rama e inspeccionó su panorama.—Estoy jodido... No hay salida alguna, debes esperar los tres meses —Asael se asustó aún más.—¿T-tres meses? —Alastor hizo los ojos en blanco— ¿A parte de idiota eres sordo acaso?Asael negó asustado.—Entonces escuchaste bien, tres meses... Soy Alastor.Asael se levantó y tomó su collar entre las manos.—A-asael —Tartamudeó y bajó la cabeza, luego se arrodilló y siguió orando.—¿Y cómo mierda se pronuncia eso? —Asael lo miró un momento, terminó de orar y se levantó.—A-sa-ell, es con doble L, pero casi nadie lo dice así —Alastor se mantuvo pensativo— ¿Y eso te molesta?Asael negó.—Al principio sí, pero luego me acostumbré. Aprendí que si soy agredido debo reaccionar con amor, así como nuestro hermano Jesús, quien dio...Alastor no lo dejó terminar.—Sí, sí dio la otra mejilla, deberías haberles dicho que aprendan a decir bien un puto nombre, eso de dar amor y recibir odio nunca me gustó.Alastor terminó de hablar y se fue, Asael asustado lo siguió, no tenía a dónde ir.—¿Por qué no escuchas la palabra de Dios? —Asael le preguntó mientras se adelantaba para quedar a su lado y no detrás de Alastor.—Porque no me interesa —Alastor siguió caminando— Deberías escucharlo —Insistió AsaelAlastor se detuvo.—Mira, niño, si vas a estar conmigo debes saber algo, una de mis reglas favoritas en el satanismo es: «No te preocupes por algo que no tiene nada que ver contigo». «No des tu opinión o consejo a menos que se te sea pedido». Si la captas, ¿verdad?Asael asintió temeroso.—Cambia esa cara por los demonios, no te voy a lastimar siempre y cuando tú no me lastimes primero —Alastor encontró un lugar que parecía un bunker— Esto está bien por esta noche, voy a dormir aquí.Asael miró confundido.—¿M-me vas a dejar aquí solo?Alastor alzó una ceja en gesto de confusión.—¿Me pediste ayuda, acaso?Asael negó.—P-pero debes de ayudar a tu prójimo.Alastor hizo una señal de paz mientras cerraba la puerta.—Adiós, ciervo del Señor.Asael lo detuvo.—Por favor, llévame contigo, no me dejes aquí.Alastor suspiró, lo meditó.Asael se sintió intimidado por sus ojos tan oscuros, tanto que fácilmente se podrían esconder en el azul oscuro y aterrador de la noche.—Está bien, pasa, pero si metes tu hocico una vez más en mis problemas... —Asael solo asintió y pasó.—Lo que digas, déjame pasar...Mientras Alastor se acomodaba en su rincón del bunker improvisado, sus ojos seguían vigilando a Asael. El chico estaba demasiado callado, y su constante murmullo de oraciones lo desconcertaba, pero al mismo tiempo, algo le decía que no debía bajar la guardia. En cualquier momento, algo podía suceder.De repente, un ruido fuerte proveniente de la lejanía sacudió el aire. El viento comenzó a aullar, y un escalofrío recorrió la columna de ambos.Alastor se tensó, reconociendo ese sonido: pasos crujientes sobre hojas secas, pesados y firmes, como si algo o alguien se acercara lentamente.—Dios mio...Murmuró Asael, apretando su rosario en la mano. El miedo comenzaba a apoderarse de él. Alastor frunció el ceño, mirando hacia la oscuridad del bosque que se extendía más allá de las puertas del bunker. No había tiempo que perder.—Nada bueno viene de esa dirección. Alastor sacó la rama afilada y la sostuvo firmemente entre sus manos.El sonido se acercaba cada vez más, resonando en la quietud de la noche. Algo estaba por suceder, y no sabían si era el destino o la pura mala suerte.Un susurro frío se deslizó entre los árboles, y las palabras de alguien —o algo— flotaron en el aire: "La caza comienza."