Querida Muerte:Hoy me encuentro en lo oscuro de mi habitación, pensándote como ya es habitual. Es raro, sé que no quieres estar a mi lado, pero no puedo olvidarte. En lo más profundo de mí, sigo creyendo que responderás mis anteriores cartas, pero lentamente estoy perdiendo la esperanza de que lo hagas.Desde hace tiempo he querido expresarte mis sentimientos en persona, lo cual no pude lograr la última vez que te vi. Aunque sé que nuestra relación es inevitable y que en algún momento nos encontraremos, no puedo dejar de pensar en ti.Dejé de fumar, como te prometí. Ya no estoy haciendo trampa para poder verte; me aparté del vacío. Aunque cada vez ansío más tu presencia, y la soledad que siento se hace más grande, no puedo evitar sonreír.Conocí a un muchacho en la azotea del colegio unos meses atrás. Estaba a punto de saltar, pero por alguna extraña razón desistió al verme. Por un momento me recordó a mí, y sentí envidia al pensar que él pronto estaría contigo, pero rápidamente aquello que sentía desapareció. Es un buen chico. Me gustaría poder decir más de él, pero solo eso pienso cuando lo recuerdo.Aunque muchos te temen, yo te veo de otra manera. Eres la paz después de la tormenta, el descanso tras la vida agitada. Contemplarte no me llena de miedo, sino de una extraña serenidad, como si al conocerte más de cerca entendiera mejor el propósito de mi existencia.Dicen que eres fría y despiadada, pero yo te veo como alguien que me liberará del sufrimiento de existir. No sé cómo será nuestro encuentro ni cuándo ocurrirá, pero sé que cuando llegue, te recibiré con los brazos abiertos.Estoy cansada de estar sola. Da igual cuánto lo he intentado, qué he probado o con quién he hablado, siempre llego a la conclusión de que mi única felicidad eres tú. Ya no quiero ser esclava de la vida.Con cariño,Leiko.Desperté de inmediato. Avancé viendo que no caía nieve, busqué a mi alrededor; Aisha había desaparecido. Quería verla una vez más, pero querer no era suficiente, o si no el lunes se habría repetido, el martes hubiese sido mi amigo y el miércoles me habría traído algo que me recordara a mi primer beso. Solo podía sentir amor y un tanto de odio hacia mis adicciones, aunque la tristeza invadía la verdad, haciéndolas iguales. Una mentira pudo surgir: quería vernos a los tres en París, pero era sábado y ya era tarde para volver.Mis pensamientos se desbordaban de mi mente. Un nuevo día empezó, y yo sigo sin poder dormir. No tengo un lugar al cual ir a refugiarme, solo puedo caminar sin rumbo por la ciudad, esperando que aparezca ella. No la puedo considerar una amiga, pero es lo más cercano que tengo actualmente.Da igual por donde camine, escucho a las personas hablar del incidente bautizado vulgarmente como el "colegio de sangre". La policía no ha dado más información de la necesaria; hasta ahora solo han confirmado cien muertos, los cuales estipulan pueden ser más. Es la mayor tragedia en años. Las personas, al darse cuenta, demuestran su apoyo por redes dando su opinión "necesaria". La mayoría de los cadáveres quedaron irreconocibles por el fuego; familias lloran a cuerpos que pueden no ser de sus familiares, mientras los medios graban sus lágrimas y las personas siguen trabajando.Parece que el tiempo avanza más rápido con cada paso que doy. Intento saber la hora con un poco de esperanza, esperando en algún momento escuchar su voz y volver a despertar el lunes. No puedo dejar de caminar. Cada vez hace más calor; los autos pasan a gran velocidad y las personas buscan la sombra para avanzar por ella. Yo sigo bajo el sol, sin rumbo por la ciudad, esperando que algún dios se apiade de mi ser.—¿Otra vez solo, cariño? —preguntó una voz familiar, haciendo erizar mi piel—. Ven a la sombra.—¿Cómo has estado? —pregunté, sin poder mirarla.—Bien —dijo con su suave voz. Era irónico que la persona que más aborrecía era la única que no se había olvidado de mi existencia.—Solo quería verte —dije, sabiendo que no me creería.—¿Y por qué no me has volteado a ver? —preguntó.—Tengo miedo de que mires en lo que me he convertido —dije.—Yo te veo igual —respondió, hiriéndome—. Pide lo que quieras, aunque, porque seas mi persona favorita, no creas que tendré preferencia por ti —exclamó, dándome un suave golpe en el hombro.—A todos les dices que son tus favoritos —exclamé con una pequeña risa.—Es que todos son mis favoritos —dijo soltando una pequeña risa—, pero tú lo eres un poco más, solo un poquito.—¿Eso es malo o bueno? —le cuestioné.—Depende de cómo lo desees ver, cariño —dijo acercándose a mí—. ¿En serio no me vas a voltear a ver? —preguntó mordiéndome la oreja.Volteé a mirarla. Cada vez que la veo me parece más hermosa. Sus ojos rojos escarlatas penetraban mi alma tan profundamente que no deseaba que dejara de verme. Su piel blanca como la nieve hacía juego con su cara de muñeca, y su cabello blanco, lacio, estaba más largo que la última vez que apareció ante mí. Como las anteriores veces que la vi, tenía puesto un vestido, esta vez de color negro, que resaltaba su figura.Aquella mujer era la persona que Leiko me había pedido que me alejara, pero simplemente no podía. Ella se había vuelto parte fundamental de mi vida. Sentía que si parpadeaba, la perdería para siempre. Aunque sabía qué quería decirle, no me salían las palabras; se me había formado un nudo en la garganta que me hacía daño, pero no podía hacer algo para que el dolor desapareciera.—Dime, ¿qué deseas? —dijo ella.De inmediato sentí el cuerpo pesado, un dolor en mi pecho se hizo presente, y el nudo en mi garganta se apretaba más. Sentía la necesidad de llorar, pero no podía; no había lluvia que camuflara mi llanto.—¿Por qué no lloras? —preguntó.—No puedo —respondí.—A veces lo que les sale natural a unos, para otros es complicado —dijo, empezando a caminar.Empecé a caminar detrás de ella. Las personas se le quedaban viendo al pasar. El tiempo transcurría, y yo solo la seguía sin preguntarle a dónde íbamos. Caminamos por un largo rato hasta que se detuvo y empezó a mirar a todos lados.—¿Qué pasó? —pregunté confundido.Ella me volteó a mirar. —No sé dónde estamos —dijo, preocupada.—¿Dónde querías llegar? —le cuestioné.—No sé —respondió, sentándose en el suelo.—Eso no tiene sentido —dije, sentándome a su lado.—Como yo —dijo, empezando a reír a carcajadas. Parando de reír después de un rato, me miró fijamente—. Los humanos son raros; unos ven la vida pasar ante sus ojos y no hacen nada, otros la siguen esperando que en algún momento les dé un sentido, pero al llegar a un punto no encuentran aquello que buscaban...—¿A qué quieres llegar? —le pregunté, interrumpiéndola.—¿Qué deseas? —me preguntó.—Deseo ser fe...—No mientas... —me interrumpió, empezando a cuestionar aquella mentira que me había empezado a creer—. Si quisieras ser feliz, habrías aprovechado el tiempo que estuviste en el bucle; podrías haber salvado muchas vidas, así convirtiéndote en un héroe, y no lo hiciste. Khadalia gritaba por ayuda y no hiciste nada para ayudarla. Aisha... ¿Quieres que diga algo de ella? Has tenido oportunidades para ser feliz, pero no lo has hecho. ¿Qué te detiene?—Que no merezco ser feliz —respondí.Con un suspiro fuerte, se levantó del suelo. —Tienes suerte de que en serio seas mi favorito —dijo, ayudándome a levantar—. ¿Realmente quieres cargar con todo eso solo? —me preguntó.—Sí —respondí.—¿En serio quieres pagar por las acciones de ellas dos? —me cuestionó, intentando que cambiara de parecer—. Sabes lo que té... —Al ver mis ojos, se detuvo, sabiendo que no cambiaría de parecer. Tomó mi mano y suspiró—. Tienes suerte de ser lindo —dijo, dándome un beso. Cerré mis ojos, sintiendo nuestras lenguas, jugueteando dentro de nuestras bocas. Sus manos bajaban por mi abdomen, y me mordía el labio. No era necesario hacerlo, pero no podía quejarme. En medio de sus caricias, tomó mi mano y puso un papel en esta.Abrí los ojos para verme una vez más parado en el borde de un edificio. Ella había desaparecido, dejándome una marca en el cuello con su boca, como hacía normalmente. Miré al vacío, sabiendo que no podía volar. El vértigo invadió mi cuerpo, haciéndome dar un paso hacia atrás. Me senté con miedo de mirar al cielo y seguir sin respuestas.El tiempo pasaba lento, tan lento que me abrumaba. Bajé del edificio por las escaleras y empecé a caminar por las frías calles desconocidas de la ciudad. No sabía dónde dirigirme, pero algo era como me lo habían descrito: por donde caminara había ratas, las cuales eran ignoradas por los residentes de la ciudad. No sabía qué hacer, así que me senté en una banca que se encontraba vacía. Empecé a esperar, mientras miraba al cielo, queriendo verla rápido. Me preguntaba qué tenía que decir para hablar con ellas. Estaba nervioso y entusiasmado por poder estar en París con ella.Para tranquilizarme, miré aquel papel que tenía en mis manos. Había algo corto escrito en este, con una letra que no reconocía:—Deseo que seamos felices juntos el resto de nuestras vidas. —A mi lado pasaron dos mujeres corriendo con una gran sonrisa. Miré a la nada, sin saber qué hacer o pensar. Estaba en blanco, solo y con frío. Así era mejor.