Chereads / EN BLANCO: UNA CARTA DE AMOR A LA MUERTE. / Chapter 3 - CAPÍTULO III (PARTE I): NIEVE.

Chapter 3 - CAPÍTULO III (PARTE I): NIEVE.

La alarma suena una vez más, haciéndome despertar en una oscuridad que me rodea. Solo puedo ver una luz que me mira fijamente a los ojos. Aquella luz parece molesta conmigo, y es normal que lo esté.

—No debí decirle que todos mis problemas son por su culpa —pienso, mientras me arrepiento de haberme alejado de ella.

—Ahora, ¿qué hago? —me pregunto, viendo la luz apagarse frente a mí—. Lo siento —le digo, suplicándole para que no me deje otra vez. Ella me mira con su mirada apagada, no me sonríe y está más distante de lo normal.

—Quiero verla brillar —me repito mientras pienso en una estupidez para decirle y así poder hacerla reír una vez más, pero ella no quiere brillar.

—La vida es una mierda —me dijo ella—. Pero de nada sirve quedarte tirado en tu cama llorando mientras sientes lástima por ti. Odio a las personas como tú, que le echan la culpa a los demás de sus problemas... —con aquella sonrisa que me encanta me mira. Es la primera vez que veo lágrimas bajar por sus mejillas. De aquellos delgados labios que siempre he querido besar salieron aquellas palabras que había estado esperando escuchar. —¡Te odio! —me gritó llorando. Nunca esperé que aquella palabra me doliera tanto.

Siendo consumida por la oscuridad, la luz se apagó, dejándome solo una vez más. —Es lo mejor —me hice creer sumiéndome en autocompasión y tristeza. La tranquilidad llegó al no poder ver mi pasado ni mi futuro por la oscuridad, pero el sonido del reloj hace eco en mi oído, recordándome que el tiempo me está dejando atrás.

Tic tac... tic tac... tic tac...

Miro aquel reloj mientras me pregunto qué día es, me siento raro, no sé por qué. Aquel gran pez me mira con aquellos extraños ojos que esperan algo, no sé qué. Su mirada quiere atravesar la distancia que nos separa, evito el porqué. Miro de nuevo el reloj mientras pienso qué está pasando. Algo más me está mirando mientras ríe sin parar. Era ese algo que me apunta con sus tentáculos esperando una respuesta de mí. Está enojada y no comprendo por qué. Veo de nuevo el reloj.

—¿Qué hora es? —me preguntó, sintiendo algo subir por mi pantalón. Escala todo mi cuerpo y a mi hombro llegó. Era un pequeño ratón blanco con manchas negras, el cual muerde mi oreja para llamar mi atención, salta, corre y baila TAP. Me intenta decir algo, pero no lo puedo escuchar. Todos me miran, no sé por qué, esperan algo, no comprendo qué. Qué hora es —me pregunto otra vez.

—Son las diez.

Desperté.

—Hablas mientras duermes —me dice una mujer. No puedo abrir mis ojos, mis labios no los puedo mover, siento frío de la cabeza a los pies, no puedo respirar bien.

—Nos vemos el lunes —susurra a mi oído aquella mujer. Pude abrir un ojo, aunque no lograba ver bien, todo se encontraba blanco, no sabía qué hacer. Algo borroso se acercó y un beso medio. Su lengua tocaba la mía y mi labio inferior mordió. El calor de sus labios se convirtió en frío y el frío desapareció. La luz del sol entró por la ventana despertándome una vez más.

Abrí mis ojos de nuevo en mi habitación. La alarma no ha sonado con aquella canción. Miro al techo esperando escuchar su voz, la cual logra erizar mi piel, sin importar cuántas veces la he escuchado. Sé que tengo que cambiar mi forma de despertar, pero su voz es lo único que me hace querer respirar.

—Tengo que cambiar la alarma —me digo, con la falsa ilusión de querer avanzar. Sé que es mentira, aunque quisiera que fuera verdad—. Algún día te olvidaré —me miento otra vez. La alarma sonó, con su hermosa voz, la cual me hacía olvidar de mi frustración. Su voz daba inicio al primer día del mes, aunque lo he repetido más de una vez.

Algo mordió mi oreja. Era aquel ratón que, al voltear a verlo quieto, se quedó. Al verme sonreír, comenzó a saltar de emoción. Como era costumbre, se había escabullido a mitad de la noche en mi habitación. No le gusta dormir solo porque le da miedo la oscuridad, al no verme sonreír, comienza a llorar porque cree que estoy enojado con él o algo malo me pasó. Él solo quiere estar a mi lado sin importar la situación. Aquel ratón salta de emoción, comienza a correr por toda la habitación, espera a que lo capture para jugar un poco más, cuando el reloj marca las ocho él se va.

El tiempo pasó volando al jugar con el ratón, que al dar las ocho se marchó. Tirado en la cama, cerré mis ojos una vez más. Todo me da vueltas, aunque ya es normal. Respire hondo y abrí mis ojos otra vez, dándome cuenta de que me encontraba comiendo al lado de aquel pez, de aquella cosa y del ratón. Todos comíamos juntos después de haberle rezado a Dios.

Salí de la casa y como de costumbre, aquel oso que vive al lado me saludó con aquel cartel que siempre me muestra al pasar, el cual dice que si no tengo prisa lo espere un poco más. Normalmente, lo espero veinte minutos o más, cuando sale me sonríe y me muestra otro cartel con felicidad, el cual tiene escrito —gracias. —Siempre caminamos juntos sin poner un tema de conversación y al llegar a la parada de autobuses, espera a que me suba al bus y este arranque para así marcharse. Cuando da media vuelta vuelve a su casa, saca su bicicleta y comienza a pedalear. Por lo que pude mirar, su colegio queda al lado contrario de la parada del bus. Aunque no le puedo decir que un día lo seguí hasta su colegio.

Mientras voy en el bus, mis pensamientos comienzan a fluir haciéndome olvidar de todo lo que pasa a mi alrededor. —¿Qué es la vida? —me pregunto sin ninguna aparente razón, mientras me imagino un escenario donde todas las personas del bus me escuchan hablar. Les digo que la vida es una mujer sin igual. Es fría y cruel a la vez, amorosa y amable también, alguien que ha conocido el amor más de una vez, pero su amiga, la muerte, no lo ha permitido ninguna vez. Es solitaria y grita que está acostumbrada a la soledad, pero el tiempo la ve mientras se ríe de ella porque es una mala mentirosa. Ella llora en su mansión cuando alguien está mal, pero sin emoción porque está acostumbrada a la maldad de la humanidad. Ella es...

—¿Yo qué? —dice una mujer al verme pasar. Al darme cuenta, me encontraba en el salón, donde estaba nevando. La nieve cubre mis zapatos y el frío recorre mi cuerpo. Es la primera vez en años que veo nieve caer. Aquella mujer me ve con sus ojos rojos y su sonrisa, la cual me hace recordar. Su piel blanca como la nieve me dice que tengo que escapar, la nieve que cubre su cabello se cae al ella caminar. Leiko me dijo que corriera al encontrarme con esa mujer, aunque mis piernas no se mueven por más que intente correr, solo puedo ver acercarse aquella mujer.

—Hola —le digo sonriendo y sin saber qué va a pasar. Su mirada me dice que el reloj no mintió al comenzar a avanzar.