Desperté y me quedé mirando el techo un par de minutos, esperando que sonara la alarma. Pasaron horas cuando mi celular sonó con aquella canción que siempre olvido cambiar. Levanté mi teléfono del suelo y apagué la alarma, silenciando de nuevo su voz. Miré la fecha, lunes uno de julio, cerré mis ojos por un instante, todo se me olvidó.
La alarma sonó y el pensamiento de siempre invadió mi cabeza. -No quiero despertar -pensé, al soñar otra vez con ella. De nuevo, se escucha el mismo tono, que siempre pienso cambiar, pero olvido hacerlo. Tomando el teléfono del suelo, apagué la alarma, bajé la barra de notificaciones y miré la fecha, viernes cinco de julio. Miro el reloj que cuelga en la pared, mientras intento recordar, pero no puedo, y me pregunto, por qué las manecillas del reloj no avanzan.
-Despierta -gritó una voz desconocida, golpeando a mi puerta.
-Estoy despierto -grité, levantándome de la cama.
Entré al baño, esperando que el agua se llevara mis pensamientos otra vez. Abrí la llave y metí la cabeza en el chorro que caía, el agua recorría mi cuerpo, mientras tarareaba aquella canción que cantaba ella, y no logro entender. La espuma del champú se va por el desagüe llevándose mis pensamientos una vez más.
Salí del baño, y miré aquel uniforme el cual odio y no entiendo por qué. Será su color insípido, su corbata roja o su aroma agridulce, el cual me recuerda a ella. Sin importar cuánto lo lavé, no se va, aquel aroma -¿Lo que quemo? -me pregunto, cada vez que lo llevo puesto.
-Baja a comer -gritó la misma voz de antes.
Al abrir la puerta de la habitación, un gran pez rojo me esperaba parado en sus dos aletas. Al salir de la habitación, no deja de mirar todos mis movimientos con sus grandes y extraños ojos. Aquel pez me habla, pero no entiendo sus palabras, sin saber qué hacer, comienza a caminar por un estrecho pasillo, sin mirar atrás. Mientras miro su espalda, trato de entender lo que me quería decir.
Al darme cuenta, me encontraba sentado en el salón, el timbre sonó, dando por finalizada la clase, el profesor paró de escribir en el tablero, -No se olviden de repasar para el examen de la próxima semana -dijo, mientras borraba lo que había escrito. Empaqué todo en mi bolso, me levanté del asiento y caminé hacia la puerta rápidamente. -Espera -me dijo la voz de mi cabeza, me detuve al escucharla, un olor agradable penetró mi nariz, era gasolina.
Abrí la puerta, quedando frente a una persona enmascarada, sentí cómo me miraba a través de su máscara blanca, con odio y tristeza. Estiré mi mano sin miedo y con preocupación, le sonreí, él desenfundó su escopeta disparando a mi cabeza.
¡Bang!
No sé cuántas horas pasaron, estoy desnudo en un rincón del salón, el fuego quemó mi ropa y mi piel. Todo fue consumido por las llamas, solo quedan cuerpos hechos cenizas. Miro por la ventana y parece que nada ocurrió, no veo a la policía ni a los bomberos, solo veo los cadáveres de las personas que saltaron del quinto piso. La noche está hermosa, el viento recorre mi piel, cierro mis ojos, desperté.
La alarma suena con aquella canción que siempre olvido cambiar, miro el reloj que cuelga en la pared, la cabeza me duele, el corazón se me acelera por el miedo que siento, de ver sus manecillas avanzar.
Miro mi teléfono esperando su mensaje, tengo miedo de que no llegue y el tiempo pare. Miro el reloj otra vez, esperando que mis ojos no me hayan engañado. Esperar es lo único que puedo hacer, mientras veo cómo el lunes pasa frente a mis ojos. -No se tardaba tanto -pienso, al mirar la hora en el reloj del salón. Cierro mis ojos, martes llegó.
Como llegó martes, vino miércoles y también desapareció, jueves me saludó con una sonrisa, me ofreció algo de tomar y no recuerdo lo que pasó. Volvió viernes una vez más, hizo que mirara mi teléfono con emoción. Su mensaje nunca llegó. Miro el reloj, y sus manecillas siguen avanzando. -Qué pasa -me pregunto, esperando escuchar la canción, otra vez... -Por qué no la puedo olvidar -Todo se volvió oscuridad.