— ¡No lo puedo creer! Estuve llorando por un avatar... ¡Y tú lo sabías! ¡Me dejaste hacer todo este show! — me quejé, viendo cómo Ereki seguía riendo, mientras yo trataba de procesar la humillación de la situación.
Ereki trató de calmarse, pero su sonrisa traviesa no se iba.
— Jajaja, ¡te volviste más dramático que una película de terror barata! — dijo, dándome un pequeño empujón con el hombro.
Mi expresión se suavizó, pero aún no podía creer lo que me acababa de contar.
— ¡Maldito! ¡¿Por qué no me lo dijiste desde el principio?! — le recriminé, pero al final no pude evitar soltar una risa nerviosa.
Ereki, sin tomarse nada en serio, me lanzó un guiño.
— Jajaja, bueno, ¡ahora ya lo sabes! No te preocupes, Saito, todavía tenemos zombies que matar. ¡Nada de lo que te dije importa ahora, porque lo único que necesitamos son cerebros por revender y algunas chicas sobrevivientes!
No pude evitar soltar una risa amarga. ¿Qué más podía hacer? El tipo estaba completamente fuera de lugar, pero de alguna manera, nos ayudaba a lidiar con el caos.
— ¡Me estás empezando a preocupar, Ereki! — le dije, pero al final me encogí de hombros. — Pero, por lo menos, al menos sé que ahora puedo confiar en que no soy el único tonto aquí.
Ereki me suena con su típica actitud despreocupada.
— ¡Jajaja, claro! Ya verás que esto será más divertido de lo que piensas. ¡Es como un videojuego! Solo que con más sangre y menos reaparece.
Miré a mi alrededor, los edificios quemados y los cadáveres de los zombies esparcidos por todas partes. Este lugar era una pesadilla , pero Ereki parecía tener la habilidad de convertirlo en una broma.
— ¡Maldito, eres una caja de sorpresas! — le dije, sacudiendo la cabeza.
Y mientras la situación seguía siendo una pesadilla, al menos podíamos reírnos. Aunque, por dentro, mi mente seguía dando vueltas a lo de Jackson. La verdad me dolía, pero no podía quedarme atrapado en eso.
Suspirando, le dije:
— El billete que te di era una carta de personaje. Puedes elegir armas y poderes, pero solo una vez. Escoge lo que quieras.
Ereki, mirándome con una expresión más seria, sacó el billete del bolsillo. Con una ligera sonrisa, lo rompió. En el momento en que lo hizo, una luz brillante lo envolvió. Cerré los ojos para protegerme de la intensidad del resplandor, y cuando la luz finalmente se desvaneció, vi a alguien de pie frente a mí.
El tipo tenía un porte impecable y profesional, con una postura erguida que irradiaba seriedad y control. Su cabello rubio estaba peinado hacia un lado, perfectamente alineado, como si cada hebra supiera exactamente dónde debía estar. Sus ojos, detrás de unas gafas elegantes, transmitían una mezcla de cansancio y determinación, como si llevaran el peso de un mundo que nunca deja de complicarse.
Vestía un traje bien ajustado, de tonos beige y marrón, que hablaba de su gusto por lo clásico pero funcional. Su corbata, con un patrón llamativo de rayas, parecía una declaración discreta de su individualidad. Las mangas de su camisa estaban remangadas, mostrando que no tenía miedo de ensuciarse las manos si la situación lo requería. Su reloj, sencillo pero de alta calidad, era un recordatorio constante de que cada segundo tenía un propósito.
Aunque su aspecto era meticuloso, había algo en su presencia, en la forma en que se movía y hablaba, que lo rodeaba de una gravedad tranquila, como si siempre supiera lo que debía hacer, incluso en medio del caos.
Era Nanami Kento de Jujutsu Kaisen , pero en vez del hombre calmado y metódico que conoció, esta versión de él irradiaba una energía mucho más peligrosa. Sus manos se apretaron en puños, y una energía dorada parecía envolverlo, mostrando el poder que acababa de obtener. Se ajustó sus gafas y me miró con una mezcla de tranquilidad y determinación que me dio algo de miedo.
Ereki, ahora completamente transformado, me miró con una sonrisa burlona, disfrutando claramente de su nueva forma.
— Bueno, esto es interesante — dijo Ereki, moviendo los dedos como probando los límites de su nuevo cuerpo. — No es exactamente lo que esperaba, pero servirá.
Lo miré sin poder creer lo que veía. El hombre frente a mí era completamente diferente al Ereki que conoció. Sus ojos ahora tenían una extraña determinación, una agudeza que nunca había tenido.
— ¿Qué demonios, Ereki? — murmuré, aún sorprendido. — ¿Escogiste a Nanami? Esto no es un juego, ¿sabes?
Ereki se rió, flexionando los dedos una vez más.
— ¿Quién dice que no es un juego? Es solo un juego nuevo, Saito.
Solo pude sacudir la cabeza. Este no era el Ereki que conoció, pero no podía negar que el cambio era... impresionante.
— Primero vamos a tener un plan, ya que estamos en este mundo, ¿por qué no vemos quién se queda con quién? Yo elijo a Shizuka, es la mejor en todo este mundo, quiero que me cure todo mi cuerpo — dijo Ereki, sonriendo como si estuviera pidiendo un deseo en una tienda de golosinas.
— ¿A qué voy a hacer contigo? —respondí, frunciendo el ceño. — Ni siquiera sé si sobrevivimos a esto como para empezar a pensar en chicas.
Ereki me miró con una sonrisa aún más grande, ignorando mi tono serio.
— ¡Ayaya! Di con quién te quedadas — insistió, casi saltando de emoción.
— Con nadie, prefiero enfocarme en salir de esta mierda — respondí de nuevo, sin mover un músculo, como si fuera lo más obvio del mundo.
Ereki soltó una risa tonta, claramente ignorando la gravedad de nuestra situación.
— Sabes, una vez me dijo Jackson que cada mundo tiene una variante, así que él también está aquí. Y, como es su personalidad, seguro tiene un harén. El maldito pelotudo seguro que ya está tocando a mi querida doctora — dijo Ereki, frunciendo el ceño, como si realmente le molestara que Jackson pudiera estar cerca de Shizuka.
— ¿En serio estás hablando de eso ahora? No tenemos tiempo para eso. Lo primero es salir de aquí vivos. Después, veremos qué pasa con Jackson y sus "aficiones" — dije, con la mirada fija. Si no fuera por mí, el tipo ya estaría corriendo tras alguna chica por ahí.
Ereki se quedó en silencio un momento, como si finalmente estuviera procesando que tal vez tenía que tomar esto un poco más en serio.
— ¿En serio? No sé en qué mundo vive, pero lo que necesitamos es despejar la salida y encontrar un lugar seguro. Jackson está por ahí, y seguramente metió sus manos en algún lío. Pero primero, hay que sobrevivir — dijo Ereki, con una mirada de determinación mientras señalaba el caos que nos rodeaba. A pesar de la gravedad de la situación, parecía que aún no comprendía del todo lo que estaba en juego.
Yo solo lo miré, respirando profundamente para mantenerme calmado.
— Sí, claro, sobrevivir… ya veremos cómo lo haces cuando un horda de zombies te esté comiendo vivo — respondí, con sarcasmo, mientras observaba cómo un par de zombies tropezaban cerca de nosotros.
Ereki se rió, ignorando mi comentario, y dio un paso hacia adelante.
— ¡Oye! ¡Al menos alguien tiene que quedárselo! Además, ya sabes que a Jackson siempre le gusta dejarme en situaciones como esta, ¿no? Seguro está ocupado con sus cositas por ahí, tocando a las chicas o algo así — dijo Ereki, sin perder la sonrisa a pesar de que el mundo entero parecía estar derrumbándose.
Yo suspiré, sabiendo que si no lograba que tomara esto más en serio, íbamos a tener problemas más grandes de los que pensábamos.
— Vamos, Ereki, tenemos que concentrarnos en algo más que en tu harén imaginario de Jackson. No tienes ni idea de lo que nos espera en este mundo. ¿Te acuerdas de las películas de zombies? Pues olvídate, esto es peor — dije, mientras daba un vistazo a los alrededores, viendo como algunos edificios aún ardían y los gritos de las personas resonaban por las calles desiertas.
Ereki me miró de reojo y lanzó un suspiro exagerado.
— Vale, vale, lo sé… pero ¿cuál es el plan ahora, Saito? Porque, sinceramente, si no tengo mi katana, voy a explotar — respondió, cruzándose de brazos como si fuera a morir si no tuviera una espada en sus manos.
— El plan ahora es sobrevivir, luego veremos si conseguimos katanas, armas o lo que sea. Primero tenemos que salir de este lío con vida. ¡Y sin que Jackson nos meta en más problemas! —respondí, tomando el control de la situación. Si no lo hacía, tendríamos más zombies y menos esperanza de salir.
Ereki, con una sonrisa de oreja a oreja, me dio una palmadita en la espalda.
— Ah, ya sé, soy un pesado . Pero mientras no estemos muertos, todo está bien, ¿no?
—No lo digas tan tranquilo , Ereki. ¡Ahora sigamos adelante!
—¡No lo digas tan tranquilo, Ereki! —le grité mientras trataba de recuperar el aliento. Estábamos en un parque lleno de zombies, y los malditos no paraban de salir de entre los árboles y los arbustos.
Ereki estaba a unos metros de mí, moviendo su arma como si hubiera nacido para usarla. Su arma no era una katana cualquiera, sino el arma maldita que pertenecía al mismísimo Nanami. Cada vez que la usaba, parecía que un poder extraño, como una energía envolvente, lo hacía más preciso y ágil.
—Esto es... ¡increíble, Saito! —dijo Ereki, con una sonrisa desbordante mientras reventaba la cabeza de otro zombie con un golpe limpio y calculado. Su técnica era fluida, pero su energía maldita parecía fluir descontrolada, haciendo que los cortes fueran devastadores.
—No te emociones tanto, Ereki. Apenas estamos entendiendo cómo funcionan estas cosas. No sabemos si ese poder tiene un límite, o si incluso podría matarte a ti también —le advertí, observando cómo seguía acabando con los zombies con una facilidad aterradora.
Me tomé un segundo para observar mi propia arma, una espada enfundada. Parecía inofensiva al estar cubierta, pero cada vez que la desenvainaba brevemente, sentía que algo se liberaba, como si la energía contenida en ella se sincronizara con mis movimientos. Ya había despachado a unos cuantos zombies con cortes rápidos y calculados, pero no podía evitar sentir que cada uso me drenaba un poco más.
—¡Vamos, Saito! ¡Admite que esto es un sueño hecho realidad! —gritó Ereki, girando sobre sí mismo para partir a dos zombies al mismo tiempo.
—¿Un sueño? ¿Estás loco? Esto es un maldito infierno —respondí mientras esquivaba a un zombie que se lanzaba hacia mí. Un rápido movimiento de mi espada, aún enfundada, fue suficiente para aplastar su cráneo, aunque el peso del golpe me hizo retroceder unos pasos.
Ereki se detuvo un momento, apoyándose sobre su katana mientras miraba el lugar. Las llamas de los autos incendiados iluminaban el parque, y los gemidos de los zombies aún resonaban en el aire.
—Bien, Saito, ¿qué opinas? ¿Practicamos un poco más o nos dirigimos directo a la escuela? —preguntó Ereki, como si esto fuera una tarde cualquiera y no una lucha por sobrevivir.
—Primero tenemos que controlar lo que tenemos. Si estas armas están ligadas a nosotros, no podemos ir a lo loco sin saber cómo funcionan. Vamos a probar qué más podemos hacer antes de enfrentarnos a más zombies en un lugar cerrado como la escuela —respondí, tratando de mantener la calma y la lógica en medio del caos.
Ereki sonrió y asintió, levantando su katana.
—De acuerdo. Entonces que comience el entrenamiento. Aunque te apuesto que ya soy mejor que tú con esto, Saito.
—Menos bromas, Ereki. Si queremos salir de esta, necesitamos más que habilidad. Necesitamos un plan.
Y con eso, nos preparamos para lo que sería un entrenamiento improvisado en medio de un mundo derrumbado, rodeados de enemigos por todas partes.
Mientras nos dirigíamos a la escuela para iniciar el canon del anime, Ereki y yo aprovechamos el camino para practicar nuestras habilidades. Él sostenía ese extraño machete, el arma de Nanami, envuelta en una energía maldita que parecía brotar cada vez que lo blandía. Yo, por otro lado, tenía esta katana... aunque, para ser honesto, no tenía ni idea de qué hacía exactamente.
Ereki, como siempre, parecía disfrutar más de lo que debería en una situación como esta.
—¡Mira esto, Saito! —gritó, lanzándose hacia un grupo de zombies que salían tambaleándose de un callejón. Con un movimiento rápido y calculado, trazó un arco perfecto con su arma. La energía maldita explotó al contacto, destrozando a los zombies en un solo golpe.
—¿No crees que es un poco excesivo? —le pregunté, mientras mantenía una postura defensiva, observando cómo los cuerpos sin vida caían al suelo.
—¡Excesivo, mis narices! Esto es eficiencia, mi amigo. Deberías intentar algo así con tu katana —respondió con una sonrisa burlona, limpiando los restos de su arma.
Suspiré y observé mi katana. A simple vista, parecía una espada ordinaria, pero había algo extraño en ella. Cada vez que la sostenía, sentía un peso distinto, como si algo estuviera esperando ser liberado.
—Ni siquiera sé por dónde empezar. No tiene nada de especial... hasta donde puedo ver —dije, girándola en mis manos.
—Bueno, supongo que tendremos que descubrirlo por el camino. Pero, oye, no te preocupes, Saito. Si te quedas atrás, yo me encargo de protegerte. Como siempre —bromeó Ereki, mientras cortaba de nuevo, esta vez partiendo un poste metálico por la mitad sin siquiera intentarlo.
Ignoré su comentario y me concentré. Un par de zombies más se acercaban a nosotros. Decidí probar algo: enfoqué mi fuerza y desenvainé la katana rápidamente. Para mi sorpresa, el corte fue limpio, y los zombies se desplomaron sin emitir sonido alguno.
—¿Qué demonios...? —murmuré, mirando el filo de la katana. Sentí un extraño impulso, como si la espada misma me guiara.
Ereki me dio un leve golpe en la espalda y se rió.
—¿Ves? Ya estás aprendiendo. Ahora, sigue practicando, o los zombies te enseñarán a su manera.
Con cada paso que dábamos hacia la escuela, nos encontrábamos con más desafíos, pero también íbamos entendiendo nuestras nuevas habilidades. Este mundo era un caos absoluto, pero si queríamos sobrevivir y enfrentar lo que estaba por venir, teníamos que dominar lo que teníamos a nuestra disposición.
POV de Ereki
Después de que Saito me explicara todo lo que estaba pasando, tomé el ticket que él me dio. No iba a quedarme de brazos cruzados, así que lo activé, sin pensarlo mucho. En mi mente, solo pensaba en una cosa: ser Nanami, mi personaje favorito de Jujutsu Kaisen. Las imágenes de sus recuerdos, su manera de pensar, todo se mezclaba con la información que llegaba a mi cabeza. Fue raro al principio, pero luego, una ola de confianza y fuerza se apoderó de mí.
Romper el ticket fue como encender un interruptor. Las memorias de Nanami se instalaron en mi mente, y, por alguna razón, sentí una conexión con él. No solo sus recuerdos, también su habilidad y energía maldita. Era como si todo el entrenamiento de Nanami estuviera en mis músculos ahora. Al principio, me quedé sorprendido por lo fácil que pude adaptarme a su forma de combate. El machete, que era más grande que cualquier cuchillo que hubiera usado antes, comenzó a sentirse natural en mis manos, y la energía maldita corría por mi cuerpo con cada movimiento.
Me sentí increíblemente fuerte, mucho más de lo que pensaba que podría estar en este mundo de caos. Practiqué con algunos zombies que me cruzaron por el camino. Al principio, fue solo un calentamiento, pero luego todo se volvió fluido: cortaba y cortaba con la katana, sentía el poder de la energía maldita fluir, como si pudiera hacer explotar las entrañas de los muertos con solo un toque.
Era extraño, pero no me podía quejar. Pensé que si fuera Sukuna, esto sería una completa locura, pero ahí estaba, con el poder de Nanami y sintiéndome más fuerte cada vez. Aunque sabía que no podía ser tan confiado. Este mundo era una trampa, y los zombies solo eran la punta del iceberg.
Sonreí para mí mismo. Si esto era lo que se sentía tener algo de poder, tal vez esta situación no era tan mala después de todo. Lo único que necesitaba era mantener el enfoque. ¿La escuela? Bien, solo necesitaba pasar por todo esto y todo saldría bien. Mientras tanto, me seguiría divirtiendo con mi nueva fuerza y explorando este nuevo poder.
Después de un rato de estar practicando y burlándome de Saito, observando cómo intentaba usar su katana sin ninguna habilidad especial, no pude evitar soltar algunas risas. Mi machete de energía maldita estaba destrozando zombies con facilidad, mientras que Saito seguía intentando cortar uno, sin que su espada pareciera hacer mucho. Estaba tan divertido ver a Saito frunciendo el ceño, claramente frustrado por no tener ninguna habilidad extra.
Pero luego, algo cambió. De repente, sin previo aviso, Saito movió su espada con una velocidad impresionante, cortando a un zombie en dos como si nada. Fue tan rápido y preciso que me quedé paralizado por un segundo, observando cómo el cadáver del zombie caía al suelo con un solo corte limpio. Mi risa se detuvo instantáneamente, y me quedé ahí, boquiabierto.
¿Acaso había algo más en esa katana de lo que pensaba? Era como si la espada de Saito, sin ningún poder extra, hubiera alcanzado un nivel de habilidad que ni siquiera yo había anticipado. Tal vez no necesitaba poderes especiales como los míos, sino pura técnica y habilidad.
No pude evitar reírme de mi propia estupidez. Pensé que su espada no tenía nada, pero resultó que era mucho más letal de lo que imaginaba. "Demonios, Saito, ¿quién te enseñó a pelear?", me pregunté en voz alta, mientras un nuevo respeto por su habilidad comenzaba a crecer en mí.
Finalmente, después de un rato de caminar y pelear contra zombies, llegamos a las puertas de la escuela. Al principio, no pensaba que fuera algo tan impresionante, pero lo que ocurrió después me dejó completamente sorprendido.
La escuela, que antes parecía un simple edificio al fondo, ahora se veía completamente diferente. El ambiente era extraño, casi opresivo, como si algo estuviera... esperando, acechando. El aire estaba pesado, y el sonido de los zombies luchando por entrar al lugar nos rodeaba. Pero había algo más, algo que no se podía ignorar.
De repente, una especie de barrera invisible se formó alrededor de la escuela. No era algo que pudiéramos ver directamente, pero podíamos sentirla. Era como si la escuela fuera una fortaleza, un lugar protegido de todo lo que ocurría fuera de sus muros. No sabíamos qué exactamente estaba pasando, pero algo dentro de mí me decía que este lugar no solo era especial, sino que había algo mucho más grande esperando dentro.
Miré a Saito, quien parecía estar igual de sorprendido. Las puertas estaban abiertas, pero la atmósfera que las rodeaba era... diferente, como si estuviéramos a punto de entrar en algo mucho más peligroso de lo que habíamos enfrentado hasta ahora. El ruido de los zombies que atacaban afuera se desvaneció por un momento, creando un silencio inquietante.
"Esto... no es normal", murmuré, mirando a Saito. Estábamos en el umbral de la escuela, y a medida que nos acercábamos, pude sentir cómo el lugar se volvía más denso, casi como si la escuela tuviera vida propia. No sabíamos qué nos esperaba, pero sabíamos que teníamos que entrar.
—¡¿Qué mierda está pasando?! —exclamó Saito, mirando hacia atrás, donde varios zombies parecían estar chocando contra una barrera invisible que los mantenía alejados de la escuela. Sus cuerpos golpeaban el muro con fuerza, pero no parecían ser capaces de atravesarlo. El sonido de sus colisiones resonaba en el aire, mientras que las criaturas gruñían, desesperadas por entrar.
Ereki, a su lado, observaba la escena con una sonrisa torcida en su rostro. No era que estuviera relajado, pero esa barrera tenía algo de… intrigante. Como si el caos que los rodeaba de alguna manera fuera menos importante en comparación con lo que ocurriría si cruzaban esa puerta.
—Mira esto, Saito, parece que alguien o algo está protegiendo el lugar. —Ereki señaló hacia la barrera, su voz algo burlona, pero también con un dejo de curiosidad. No era normal que los zombies no pudieran cruzar.
Saito, más serio de lo habitual, frunció el ceño mientras observaba la situación. No era un tipo que se dejara llevar por cosas inexplicables fácilmente, y aunque sabía que no podían quedarse fuera por mucho tiempo, también entendía que algo más grande estaba ocurriendo aquí.
—Esto no tiene sentido. Algo está pasando dentro de esa escuela, y parece que no nos dejan entrar tan fácil.
Ereki miró el horizonte, donde el sol comenzaba a ponerse, y pensó por un momento antes de responder.
—Bueno, ya estamos aquí, ¿qué otra opción tenemos? O nos quedamos aquí y seguimos peleando contra estos putos zombies o entramos y descubrimos qué carajos está pasando. —dijo con un tono relajado, como si estuviera acostumbrado a tomar decisiones impulsivas.
Saito asintió, su mente trabajando rápidamente. No había tiempo que perder. A pesar de la extraña barrera, sentía que dentro de la escuela podía haber algo que los ayudara a entender todo esto.
Con un suspiro, dio un paso adelante.
—Vamos. Hay algo raro aquí, y lo vamos a descubrir. —dijo Saito, mientras hacía un gesto a Ereki para que lo siguiera.
Ereki sonrió de lado y dio un ligero salto, sin preocuparse demasiado por lo que pudiera venir.
—¡Ya era hora! ¡Eso es lo que me gusta de ti, Saito! ¡Vamos a ver qué hay dentro de esa escuela!
Ambos avanzaron hacia la entrada de la escuela, con la barrera invisible aún protegiéndolos de los zombies. Pero el sonido de los monstruos siguiéndolos, y el aire tenso, les dejaba claro que el peligro no había terminado. Solo comenzaba.
Cuando pusimos un pie dentro de la extraña barrera, una sensación indescriptible nos envolvió, como si algo invisible nos estuviera observando y nos tomara por sorpresa. Era como si el aire mismo estuviera cargado de energía, y el silencio se volviera pesado, apenas respirable.
Miramos hacia el techo, siguiendo la fuente de la aura que nos había impactado, y allí, en lo alto, vimos una silueta misteriosa. Era una figura que no podía pasar desapercibida, pues de su espalda sobresalían varias colas de zorro, moviéndose suavemente, como si tuvieran vida propia. Estaba de espaldas a nosotros, en una pose tranquila, casi como si esperara algo. No era un zorro cualquiera, sino una figura humana con un aire de poder y serenidad. La presencia de la criatura era imponente, y su energía desprendía una calma inquietante.
De repente, algo más llamó nuestra atención. Una mujer se acercó a él, y la escena que siguió fue completamente inesperada. Ella era Rei Miyamoto, una figura conocida en el mundo apocalíptico por su determinación y fortaleza, pero en ese momento, parecía completamente diferente. Con una mirada fija, caminó hacia la figura del hombre zorro sin dudarlo. La expresión en su rostro era intensa, pero había algo más allá de la simple admiración: era una sensación de conexión, como si algo la impulsara a acercarse a él.
Sin previo aviso, Rei levantó su mano y acarició suavemente la cara del hombre con colas de zorro. Sus dedos, delicados y firmes a la vez, trazaron un recorrido por su rostro, mientras la figura zorro permanecía inmóvil, como si aceptara el contacto, aunque no mostrara emoción alguna. La suavidad de su gesto contrastaba con la tensión del ambiente.
Y luego, en un movimiento fluido y cargado de tensión, Rei acercó su rostro al del hombre. La conexión entre ellos parecía magnética, como si toda la energía en el aire estuviera enfocada en este único momento. Cuando sus labios se encontraron, fue un beso profundo, sin reservas, como si el tiempo se hubiera detenido por completo. No era un beso casual ni dulce, sino uno apasionado y lleno de necesidad, como si cada segundo valiera la pena.
El beso fue largo, intenso, y lleno de una emoción que los rodeaba. Los labios de Rei se movían con decisión, explorando cada rincón de la boca del hombre zorro, mientras sus manos, con una suavidad casi inquietante, mantenían el contacto. No había prisa en ninguno de los dos, solo un deseo profundo de estar juntos, como si el mundo se desmoronara alrededor y ellos solo pudieran mantenerse el uno al otro. Las colas del zorro se movían lentamente, como si fueran parte de la conexión entre ellos, mientras el beso se intensificaba, cargado de una energía palpable.
La escena era a la vez desconcertante y fascinante, con una fuerza emocional tan potente que parecía cambiar la atmósfera del lugar. Nos quedamos en silencio, observando algo que nunca imaginamos presenciar, completamente ajenos a lo que estaba por venir.
Cuando finalmente se separaron, un sonido seco y estrepitoso resonó en el aire, como si algo frágil se hubiera roto en pedazos. En ese momento, la barrera que nos había rodeado se desintegró de golpe, como si hubiera sido derribada por una fuerza invisible. En el instante en que la barrera cayó, una oleada de zombies irrumpió en el espacio, entrando en el lugar sin control, atraídos por la abertura repentina.
La escena se volvió un caos instantáneo. Los zombies avanzaban con su característico movimiento errático, pero ahora teníamos una nueva amenaza. Mientras los muertos vivientes se acercaban con la intención de devorar, el hombre zorro del techo no mostró sorpresa. En lugar de eso, su rostro se iluminó con una sonrisa burlona, sus ojos rojos brillando con una intensidad casi malévola. Desde lo alto, su mirada parecía burlarse de nosotros, como si disfrutara de la confusión que se desataba abajo. Murmuró algo bajo, un susurro apenas perceptible que no pude comprender, pero su tono era claro: lo decía todo con esa actitud de superioridad.
El instinto de supervivencia me impulsó a mirar hacia atrás, y al hacerlo, me encontré con un zombie que se acercaba rápidamente por mi espalda. Sin pensarlo, desenfundé mi machete de nanami, y, con un movimiento fluido, lo golpeé con toda la energía maldita que ahora sentía vibrando en mis venas. El zombie explotó en una ráfaga de carne y energía negra, desintegrándose por completo en un instante. El poder era palpable, y me sentí más fuerte con cada uso.
"¡Corre, Ereki! ¡Rápido!" — gritó Saito desde un poco más adelante, viéndome aún distraído con la explosión. Me giré hacia él, viéndolo correr hacia la entrada de la escuela, moviéndose con precisión, como si ya tuviera claro el camino a seguir.
Con la adrenalina corriendo a través de mis venas, corrí hacia él. Cada paso que daba me alejaba de la multitud de zombies que nos perseguían, pero no podíamos darnos el lujo de perder tiempo. La entrada de la escuela se encontraba ante nosotros, el refugio que había prometido seguridad, pero el camino aún estaba lleno de peligros.
Escuché el sonido de varios zombis detrás de nosotros, su caminar lento pero persistente. Sin embargo, la entrada estaba cerca, tan cerca que podía sentir la esperanza en el aire. Saito no paraba de correr, impulsándome a seguirlo mientras mi respiración se aceleraba. Unos metros más y estaríamos dentro.
Cuando finalmente llegamos, ambos nos lanzamos hacia la puerta, apenas con tiempo para cerrar antes de que los zombies nos alcanzaran. La seguridad del edificio, aunque momentánea, nos dio un breve respiro. Pero algo me decía que lo que habíamos visto no era lo peor de lo que estaba por venir.
Cerramos la puerta rápidamente, respirando con dificultad mientras tratábamos de estabilizarnos. La seguridad momentánea fue breve, y el eco de los gruñidos de los zombies detrás de la puerta nos recordó que no teníamos mucho tiempo. Miramos a nuestro alrededor, y los pocos alumnos que aún quedaban en los pasillos nos miraban, confundidos y asustados, como si estuviéramos fuera de lugar, con nuestras armas y el evidente pánico en nuestros rostros.
Antes de que pudiéramos avanzar hacia las escaleras, uno de los estudiantes, un chico rubio de aspecto preocupado, se acercó a mí. Me miró con desconfianza, claramente no entendiendo lo que estaba pasando.
— ¿Qué demonios son ustedes? — preguntó, frunciendo el ceño.
Lo miré con una mezcla de frustración y desesperación. Ya estábamos demasiado cerca del colapso total como para preocuparnos por la reacción de un niño asustado.
— ¡Cállate! ¿No ves a los zombies detrás? — respondí con la voz tensa, sin ganas de perder más tiempo en explicaciones. Sabía que había que moverse, que si nos quedábamos ahí más tiempo, más personas caerían. La situación ya era demasiado caótica.
No había terminado de hablar cuando la puerta que acabábamos de cerrar comenzó a temblar. Unos fuertes golpes resonaron, y de repente, la puerta se desplomó bajo el peso de los zombies que se lanzaban contra ella, incapaces de esperar más. Los gruñidos y gemidos se intensificaron, y antes de que pudiéramos hacer algo, la entrada cedió por completo. Los zombies se derramaron hacia el interior de la escuela con una rapidez frenética, sus ojos fijos en los vivos.
El pánico se desató en un abrir y cerrar de ojos. Los alumnos gritaron y comenzaron a correr en todas direcciones, algunos tropezando y cayendo, mientras otros simplemente se dejaban arrastrar por el caos. Los zombies, sin detenerse, comenzaron a devorar a los que caían, corrompiendo rápidamente a quienes aún intentaban huir, como si fuera una danza macabra.
Ereki y yo nos miramos un instante, sin palabras, y luego ambos comenzamos a correr hacia las escaleras. Sabíamos que la única forma de sobrevivir era alejarnos de la horda. Los gritos y los sonidos horribles de los que eran devorados nos acompañaron mientras avanzábamos, pero no podíamos detenernos. Sin mirar atrás, nos lanzamos hacia el siguiente piso, con la esperanza de encontrar algún refugio que nos diera algo de tiempo. Pero lo que veíamos a nuestro alrededor solo aumentaba la sensación de que estábamos atrapados en un mundo que ya no tenía solución.