Capítulo 2: Bienvenido al Caos
Maximiliano despertó con el sonido del viento y el suave olor a flores. Abrió los ojos lentamente, encontrándose en un campo tan idílico que parecía sacado directamente de un videojuego de fantasía. El cielo era de un azul vibrante, salpicado con pequeñas nubes perfectas que se movían lentamente. Frente a él, flotaban palabras luminosas, como si estuvieran escritas en el aire:
¡Bienvenido al Mundo de Talandria! Tu aventura comienza ahora.
"¡Esto es increíble!", pensó Max mientras se incorporaba. Miró su ropa: llevaba una túnica simple de aventurero novato, un cinturón de cuero con una daga oxidada, y una pequeña bolsa vacía colgando de su cintura.
Misión inicial: Sobrevive al ataque del jabalí demoniaco. Recompensa: 10 puntos de experiencia.
—Espera, ¿qué? —preguntó en voz alta, confundido. Fue entonces cuando lo oyó.
Un rugido bajo y furioso.
Max se giró lentamente y vio al monstruo: un jabalí enorme, de casi dos metros de altura, con ojos rojos brillantes y colmillos tan grandes que parecían espadas. El animal tenía espuma en la boca y parecía muy poco dispuesto a negociar.
—¡¿Mi primera misión es contra un jefe?! —gritó Max, soltando la daga y echando a correr.
El jabalí lo persiguió con una velocidad que no correspondía a su tamaño. Max zigzagueaba entre los árboles, tropezando y maldiciendo su mala suerte.
—¡Este es el peor isekai de todos los tiempos! —gritó mientras esquivaba un golpe de los colmillos de la bestia, que arrancaron un árbol de raíz.
Justo cuando Max pensó que sería triturado, una flecha silbó en el aire y se clavó en el ojo del jabalí. El animal rugió y cayó al suelo, muerto.
Max se giró, jadeando, para ver a su salvadora: una chica alta y delgada con cabello plateado y orejas de gato que sobresalían de su cabeza. Llevaba un arco en las manos y tenía una expresión de aburrimiento en el rostro.
—¿Eres un aventurero? —preguntó con voz monótona.
Max trató de hablar, pero el miedo aún lo tenía paralizado. Finalmente, se aclaró la garganta.
—M-más o menos. Acabo de llegar. Soy nuevo en esto.
Ella suspiró con evidente irritación y guardó su arco.
—Genial. Otro novato inútil. —Le dio la espalda y comenzó a caminar—. No me sigas, no quiero problemas.
Max, aún en shock, la siguió de todos modos.
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Mientras caminaban por el bosque, la chica-gata se presentó como Kaela, una aventurera independiente con poco interés en socializar. Max intentó impresionarla con su "conocimiento" de mundos de fantasía.
—Sé exactamente cómo funcionan estas cosas. Tú serás la tsundere del grupo, ¿cierto? Te harás la dura, pero en el fondo estarás enamorada de mí.
Kaela se detuvo y lo miró con una expresión de absoluto desprecio.
—¿Qué rayos es un tsundere? —preguntó, frunciendo el ceño.
—Ehhh... no importa. Lo que quiero decir es que podemos formar un equipo. Tú necesitas a alguien que haga las tareas aburridas, y yo... bueno, claramente necesito un guía.
Kaela lo ignoró y siguió caminando, pero Max no se dio por vencido.
Sin embargo, sus intentos de "ayuda" solo complicaron las cosas. Mientras recogía frutas para demostrar su utilidad, accidentalmente atrajo una manada de lobos hambrientos.
—¡Otra vez no! —gritó Max, corriendo en círculos mientras Kaela derrotaba a los lobos con facilidad.
—Eres un completo inútil —dijo al final, mientras limpiaba su espada—. Si sigues así, no durarás ni un día.
Max sintió un golpe de realidad. Su entusiasmo inicial se estaba desmoronando. Por primera vez, se dio cuenta de que no era un héroe poderoso ni un estratega brillante. Era solo un tipo normal, y eso lo aterraba.
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Esa noche, acamparon cerca de un arroyo. Mientras Max intentaba encender una fogata (fallando miserablemente), Kaela observaba las estrellas en silencio.
Max, sintiéndose incómodo con el silencio, trató de entablar conversación.
—Así que... ¿siempre has sido una aventurera?
Kaela lo miró por un momento antes de responder.
—No siempre. Pero este es el único lugar donde alguien como yo puede sobrevivir.
—¿"Alguien como tú"? —preguntó Max.
Ella se tensó visiblemente, pero no dijo nada más. Max decidió no presionar, aunque estaba claro que Kaela guardaba secretos sobre su pasado. A lo largo de su aventura, Max descubrirá que Kaela pertenece a una raza marginada en Talandria, y que su actitud distante es resultado de años de rechazo y traición. Este conflicto no solo definirá su relación con Max, sino también su crecimiento personal.
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A la mañana siguiente, mientras exploraban un pueblo cercano, Max se encontró con su primera decisión importante. Un grupo de mercenarios estaba acosando a una anciana en la plaza del mercado, exigiendo dinero a cambio de "protección". Max, sintiéndose como el héroe que quería ser, intentó intervenir.
—¡Oigan! Déjenla en paz —dijo, poniéndose frente a la anciana.
Los mercenarios lo miraron y estallaron en carcajadas.
—¿Y tú quién eres? —preguntó uno de ellos, un hombre corpulento con una gran espada.
Max tragó saliva, dándose cuenta de que no tenía un plan.
Kaela, que observaba desde las sombras, no intervino. Para ella, este era un conflicto que Max debía resolver por su cuenta. Max tuvo que enfrentarse a su propia cobardía y decidir si arriesgarse o retroceder.
Finalmente, usando su ingenio, distrajo a los mercenarios derribando un puesto de frutas cercano. La anciana logró escapar, pero Max quedó gravemente herido cuando uno de los mercenarios lo golpeó.
Kaela lo encontró más tarde, adolorido y desanimado. En lugar de burlarse, le tendió una poción.
—No estuvo tan mal, para ser un idiota. Pero si quieres sobrevivir, necesitas ser más listo. O más fuerte.
Este momento marcó el inicio de un cambio en Max. Por primera vez, entendió que ser un héroe no era solo cuestión de valentía, sino de preparación y sacrificio.
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Al final del día, Max y Kaela decidieron seguir viajando juntos, aunque de mala gana. Max empezó a entrenar con su daga, decidido a no ser una carga, mientras Kaela, aunque renuente, comenzó a abrirse poco a poco. Ambos enfrentaban sus propios conflictos, pero sus caminos ya estaban entrelazados.