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El spider-man de DC universe

Nimsi_Sapato
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Chapter 1 - Capítulo 1: Renacimiento en la Ruina

El aire olía a humedad y polvo. Alex parpadeó, sintiendo el calor opresivo de las sábanas que cubrían su cuerpo, como si llevaran días sin ser lavadas. Su corazón palpitaba, lento, desorientado, como si hubiera olvidado cómo latir con normalidad. Se llevó una mano al pecho, tratando de entender por qué cada respiración parecía un esfuerzo titánico.

El techo agrietado sobre su cabeza le resultaba desconocido, al igual que la habitación. Las paredes estaban desprovistas de color, desnudas y silenciosas, como si la vida misma se hubiera desvanecido de ellas hacía tiempo. Un crujido bajo su cama lo sobresaltó, pero pronto notó que era su propio cuerpo moviéndose: un sonido seco, como ramas quebrándose en un bosque.

Su garganta estaba reseca, y cuando trató de hablar, apenas un murmullo rasgado salió de sus labios. "¿Qué...?" La palabra quedó suspendida en el aire.

No sabía dónde estaba ni cómo había llegado allí. Cerró los ojos, tratando de recordar. Las imágenes llegaron como relámpagos, rápidas y confusas: una sala blanca, un laboratorio lleno de frascos brillantes, un picor agudo en su mano... luego, oscuridad.

—La araña —susurró, y de inmediato, la comprensión lo golpeó como un ladrillo.

Había muerto. Lo recordaba ahora. La mordedura de esa araña había sellado su destino, irónicamente la misma especie que había intentado salvar de la extinción. "Portia," pensó, con una mezcla de tristeza y amargura. Toda su vida había estado dedicada a proteger a las criaturas que la humanidad daba por irrelevantes. ¿Y cuál había sido su recompensa? La muerte.

Alex se incorporó con dificultad. Sentía sus músculos rígidos, como si llevaran semanas sin usarse. Al hacerlo, su mirada se cruzó con un espejo pequeño en la pared opuesta. Al principio, no se reconoció.

La figura delgada y pálida en el reflejo era la de un chico muy similar a él, pero diferente en los pequeños detalles. Los ojos, hundidos pero llenos de un brillo extraño. El cabello, desordenado y más largo de lo que recordaba haberlo tenido. Y su piel... tan delgada que parecía cera translúcida.

—¿Qué demonios...?

El pánico empezó a instalarse en su pecho. Este no era su cuerpo, no su vida. Pero cuando trató de buscar alguna lógica en lo que estaba sucediendo, una ráfaga de recuerdos, ajenos pero increíblemente vívidos, lo invadió.

Un volcán. Una investigación. El estruendo de una explosión, la tierra temblando bajo los pies, gritos... el sonido inconfundible de una avalancha rugiendo hacia ellos. Dos figuras: un hombre y una mujer, tomados de la mano, intentando huir. Un grito que llevaba su nombre.

"Al pareser Los padres de este cuerpo murieron," pensó Alex, con un nudo formándose en su garganta. Cerró los ojos, tratando de organizar el caos en su mente. Lo que había ocurrido estaba claro ahora: de alguna manera, inexplicable pero imposible de ignorar, estaba viviendo en el cuerpo de alguien más.

Quiso levantarse, pero un mareo lo obligó a volver a la cama. Mientras descansaba la cabeza sobre la almohada, los fragmentos del pasado de este cuerpo continuaron golpeándolo como una marea interminable.

El chico había sido devastado por la muerte de sus padres. Perdió las ganas de comer, de moverse, de vivir. Poco a poco, su cuerpo se apagó, hasta que simplemente dejó de funcionar.

—Murió de inanición... —murmuró Alex. La idea lo horrorizaba. Una muerte tan lenta, tan silenciosa, y tan evitable. ¿Cómo había permitido que su tristeza lo consumiera hasta ese punto?

Pero luego lo entendió. Era demasiado fácil juzgar desde afuera. Él también había sentido ese vacío, esa desesperanza después de perder a sus padres en aquel accidente de avión. Sabía lo que significaba sentirse solo en un mundo demasiado grande y cruel.

Mientras se hundía en estos pensamientos, algo más se hizo evidente. Este chico y él no solo compartían el trauma de haber perdido a sus padres. Compartían algo mucho más profundo: ambos estaban marcados por la tragedia de las arañas.

La conexión era irónica, casi cruel. En su vida pasada, Alex había dedicado años a proteger la especie de Portia, esa pequeña maravilla de ocho patas. Pero una de ellas lo había matado. Ahora, despertaba en un cuerpo nuevo, con una vida diferente, solo para descubrir que la misma especie que lo había llevado a la tumba también estaba destinada a ser parte de este nuevo capítulo.

—Otra oportunidad... —murmuró. Las palabras sonaban extrañas en sus labios, como si no creyera del todo en ellas. Pero era verdad. Por alguna razón desconocida, el universo le había dado una segunda vida. Y esta vez, no pensaba desperdiciarla.

Con renovada determinación, Alex giró sobre la cama y se obligó a ponerse de pie. Sus piernas temblaron, pero logró mantenerse erguido. El primer paso fue difícil, el segundo un poco más fácil. Caminó hacia el espejo, y por primera vez, miró su reflejo con algo más que confusión.

—No sé por qué estoy aquí, pero haré que valga la pena.

El sonido de algo moviéndose en la esquina de la habitación lo hizo voltear. Sus ojos se fijaron en una pequeña araña, balanceándose con gracia en un hilo de seda que colgaba del techo. Era una Portia, idéntica a la que lo había mordido en su vida anterior.

Alex sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Qué demonios haces aquí?

La araña permaneció inmóvil, como si lo estuviera observando.

"Esto no puede ser una simple casualidad," pensó. Había algo más en juego, algo que todavía no lograba comprender.

Y mientras se quedaba allí, observando a la pequeña criatura, una sola pregunta resonaba en su mente: ¿qué iba a hacer con esta segunda oportunidad que el destino le había dado?

La casa tenía un aire lúgubre. Las sombras se proyectaban alargadas en las esquinas, como si hubieran encontrado un refugio permanente en aquel lugar. Alex dio un par de pasos, tambaleándose, mientras sus ojos recorrían las paredes llenas de grietas y las ventanas cubiertas de polvo. Las tablas del suelo crujieron bajo su peso, como si protestaran por su presencia.

Algo en el ambiente le resultaba familiar. No era una sensación cálida, ni acogedora, pero sí conocida. Era como si cada rincón de aquella casa contuviera un eco de recuerdos que no le pertenecían, pero que ahora formaban parte de él.

"Esta es su casa," pensó Alex. "Su hogar."

Era difícil llamarla hogar en su estado actual. Había un aire de abandono, como si el tiempo se hubiera detenido cuando el chico original —el verdadero dueño de este cuerpo— se rindió a la desesperación. Había platos acumulados en el fregadero, una fina capa de polvo cubría los muebles, y las luces eran apenas suficientes para iluminar el camino.

Mientras avanzaba, sintió un tirón en su mente, como si algo invisible lo estuviera guiando. Sus ojos se posaron en la pequeña araña que había visto antes. Seguía allí, colgando del hilo de seda en el techo, pero esta vez se movía con propósito, bajando lentamente hasta llegar al suelo. Alex la observó, fascinado y cauteloso al mismo tiempo.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó, aunque sabía que no recibiría respuesta.

La araña comenzó a moverse, avanzando hacia una puerta al final del pasillo. Era pequeña, apenas una figura diminuta que desaparecía entre las sombras, pero Alex sintió que debía seguirla. Era irracional, incluso ridículo, pero en ese momento, no tenía otra opción.

La araña lo llevó a una pequeña puerta en la cocina. Alex la abrió con un crujido que resonó en el silencio. Detrás, encontró una alacena repleta de latas de comida. Sopa, frijoles, vegetales en conserva... todo estaba organizado como si hubiera sido colocado allí con cuidado.

Su estómago, vacío durante semanas, reaccionó antes que su mente. El hambre lo golpeó con una fuerza casi brutal, y de inmediato se arrodilló frente a la alacena, buscando algo que pudiera abrir. Tomó una lata al azar y la inspeccionó.

—Por fin, algo de suerte...

Encontró un abrelatas en el borde de una repisa y, con movimientos torpes, logró abrir una de las latas. No le importó que el contenido estuviera frío; el simple hecho de comer era suficiente. El primer bocado fue como un golpe de energía, una chispa que encendió algo en su interior. Continuó comiendo con avidez, devorando una lata tras otra hasta que no pudo más.

Cuando finalmente se detuvo, apoyó la espalda contra la pared y cerró los ojos. El cansancio lo venció casi de inmediato, y se dejó llevar por un sueño profundo, una especie de coma alimenticio que su cuerpo había estado pidiendo a gritos.

Mientras Alex dormía, la pequeña araña que lo había guiado comenzó a moverse nuevamente. Subió por la pared con movimientos lentos y precisos, como si estuviera cumpliendo con una última tarea. Su forma se volvió menos definida, como si estuviera perdiendo consistencia, desvaneciéndose en el aire.

Finalmente, desapareció por completo, dejando atrás solo el hilo de seda que había utilizado para guiar a Alex hasta la alacena.

El sonido de los pájaros afuera lo despertó. Alex abrió los ojos lentamente, sintiéndose extrañamente renovado. Su cuerpo, que antes parecía al borde del colapso, ahora se sentía lleno de energía. Se incorporó con facilidad, algo que no había podido hacer desde que despertó en este nuevo cuerpo.

Miró sus manos. Estaban firmes, con un color más saludable. Cerró los puños y sintió una fuerza desconocida. No era solo física; era como si algo más profundo hubiera cambiado dentro de él.

—¿Qué demonios...?

Se levantó de un salto y caminó hacia el espejo que había visto antes. La figura reflejada era diferente. Sus ojos brillaban con una intensidad que no estaba allí antes, y su postura irradiaba confianza, incluso poder.

Alex no sabía qué había ocurrido exactamente, pero estaba claro que ya no era el mismo. La debilidad que lo había atormentado desde que despertó en este cuerpo había desaparecido, reemplazada por una fuerza que apenas podía comprender.

Mientras se miraba, una sola pregunta resonaba en su mente:

—¿Qué soy ahora?

Con un suspiro, Alex se dejó caer en la silla de madera sin pensar demasiado, pero algo no cuadraba. La adrenalina aún recorría su cuerpo, como si algo lo estuviera preparando para enfrentar una amenaza inminente. Antes de que pudiera procesar la sensación, un crujido seco llenó la habitación.

—¿Qué diablos...?

En un instante, la silla cedió bajo su peso. Las maderas se astillaron, enviándolo al suelo. Alex golpeó la cabeza contra el borde de la mesa al caer, el impacto lo dejó momentáneamente aturdido. Se llevó una mano a la cabeza mientras intentaba orientarse, sintiendo el zumbido en sus oídos y el latir en su sien.

—Perfecto, genio. —gruñó entre dientes, frotándose la cabeza mientras se levantaba.

El incidente no solo lo había sacudido físicamente; algo en su interior parecía estar gritando una advertencia. Alex descartó la sensación, pensando que era una mezcla del hambre y la confusión por su cambio de cuerpo. Decidido a aclarar sus pensamientos, se dirigió tambaleante hacia el baño.

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El espejo frente a él reflejaba una versión de sí mismo que no reconocía del todo. Sus ojos escanearon cada detalle mientras sus emociones fluctuaban entre asombro, incredulidad y algo que rozaba la euforia.

Primero, notó lo menos obvio: su cabello, antes siempre prolijo y corto, ahora era más largo, con mechones desordenados que le daban un aire salvaje, casi indomable. Era un look que había deseado en su vida anterior, pero que nunca había tenido la confianza ni el tiempo para mantener. Ahora parecía algo natural.

Luego, sus ojos. Alex acercó la cara al espejo, sorprendido por el brillo de sus iris. El azul verdoso de antes ahora parecía cristalino, casi hipnótico, y lo más impactante era que podía ver perfectamente sin necesidad de sus viejas gafas.

—Vaya, adiós a las gafas…

Continuó inspeccionándose, bajando la mirada hacia su piel. Lo que antes era una tez pálida y carente de vitalidad ahora lucía bronceada, suave y uniforme, como si hubiera pasado años bajo el sol sin sufrir un solo daño. Giró sobre sí mismo, notando que incluso su postura había cambiado.

—Espera… —murmuró, acercándose al marco de la puerta.

En su vida anterior, Alex medía 1.68 metros, algo que siempre había sido motivo de burlas internas y externas. Ahora, la puerta le parecía más baja. Midiéndose mentalmente contra ella, calculó que debía rondar los 1.86 metros.

—¡Casi veinte centímetros más! ¿Qué clase de magia genética es esta?

Pero lo que más lo dejó sin palabras fue su musculatura. Alex se quitó la camisa rota que aún llevaba y miró su torso desnudo. Donde antes había huesos prominentes y una delgadez alarmante, ahora había músculos definidos, perfectamente proporcionados. Parecía el cuerpo de un atleta o un luchador profesional, pero con un aire de equilibrio y funcionalidad.

Tensó un brazo, y el músculo se contrajo con precisión. Podía sentir la fuerza latente en su cuerpo, mucho mayor de lo que aparentaba. Cada fibra parecía comprimida, como si estuviera lista para liberar un poder inmenso en cualquier momento.

—Esto es... impresionante. —murmuró, flexionando y probando los límites de su nuevo cuerpo.

Sin embargo, necesitaba aclarar su mente. Se despojó del resto de la ropa y se metió en la ducha, abriendo el grifo para dejar que el agua caliente envolviera su cuerpo.

El agua corría sobre su piel, limpiando no solo la suciedad acumulada durante semanas, sino también las dudas que aún lo atormentaban. Con los ojos cerrados, dejó que su mente divagara, retrocediendo al momento que había cambiado todo: la mordedura de la araña.

Recordó cómo la pequeña criatura había bajado desde una de las lámparas del laboratorio en el que trabajaba. Tech,Nature era conocida por sus proyectos ambiciosos, y Alex había estado bajo la supervisión del doctor Willson Jeff, uno de los principales expertos en genética. El proyecto al que estaban asignados buscaba evitar la extinción de ciertas especies de arácnidos, esenciales para el equilibrio de los ecosistemas.

—Ironías de la vida, ¿eh? —pensó, dejando escapar una risa amarga mientras el agua caía sobre su rostro.

Él mismo había ayudado a diseñar el entorno que permitiera el apareamiento selectivo de estas arañas. La Portia, conocida como "gato de ocho patas", era una de las especies más fascinantes y a la vez más frágiles en el proyecto. Su inteligencia y capacidad para planear estrategias habían capturado la atención de Alex, quien se sentía identificado con su astucia.

—¿Quién diría que terminaría mordiéndome...?

La mordedura no había dolido tanto en el momento, pero los efectos fueron devastadores. Recordaba cómo su cuerpo había reaccionado con fiebre, cómo su vista se nubló y cómo la vida se apagó lentamente. Ahora, esa misma araña parecía haberle dado una segunda oportunidad, pero no como el Alex que solía ser.

Abrió los ojos y miró sus manos, observando cómo el agua resbalaba por ellas. Había algo diferente en cómo percibía el mundo ahora, como si cada gota de agua, cada movimiento del aire a su alrededor, estuviera cargado de detalles que antes no podía captar.

Apagó el agua y salió de la ducha, tomando una toalla para secarse. Se detuvo frente al espejo una vez más, viendo a este nuevo Alex. No era solo un cambio físico; había algo más profundo, algo que no entendía del todo, pero que sabía que lo definiría a partir de ahora.

—Sea lo que sea lo que me haya pasado... —dijo en voz baja, con una determinación renovada en su mirada— voy a descubrirlo.

Con el cuerpo limpio y la mente más clara, Alex se dirigió al dormitorio para buscar algo que ponerse.

Alex al salió del baño con la toalla enredada en la cintura, dejando pequeñas huellas de agua en el suelo. El frío del aire acondicionado le erizó la piel, pero no podía distraerse con eso. Necesitaba ropa. Su mirada recorrió el pasillo hasta encontrar una puerta entreabierta que asumió era su habitación.

Empujó la puerta con suavidad y entró. La habitación estaba desordenada, pero no tanto como para ser intransitable. Cajas abiertas y ropa dispersa por el suelo contaban la historia de alguien que había dejado todo a medias, quizá reflejando el estado emocional del Alex original antes de su muerte.

Lo primero que llamó su atención fue el armario. Alex se dirigió hacia él, abriendo las puertas con cuidado, como si de algún modo se sintiera un intruso en su propio espacio. Dentro encontró una variedad de ropa que le dejó intrigado: camisetas, sudaderas, pantalones cortos y algunas chaquetas holgadas.

—Parece que el chico tenía un gusto peculiar… —murmuró mientras revisaba las prendas.

El Alex de este mundo parecía preferir ropa ancha y cómoda, algo que, para su sorpresa, le venía perfecto. Aunque este cuerpo era más grande y musculoso, las prendas holgadas caían sobre él con un estilo inesperado, marcando de forma discreta sus hombros anchos y sus músculos definidos.

Alex se probó primero una camiseta gris, pero no le convenció el color. Luego sacó una camiseta roja con un diseño de un skateboard al frente y la palabra "Flip" estampada en la parte trasera.

—Esto sí es más mi estilo.

Se la puso, ajustándola un poco para acomodarla sobre su torso. Luego buscó unos pantalones cortos negros que encontró doblados al fondo del armario y un par de zapatillas negras con suela blanca. Fue al agacharse para recogerlas cuando notó un detalle que lo dejó perplejo.

En la parte trasera de las zapatillas, justo sobre la suela, había un pequeño logotipo: un murciélago estilizado con las palabras "Wayne Corporation".

—Espera, ¿qué?

Alex sostuvo las zapatillas frente a su rostro, asegurándose de no estar imaginándolo. Pero ahí estaba, el símbolo inconfundible de la empresa más icónica del universo de DC. Se sentó en el borde de la cama, atándose las zapatillas mientras su mente intentaba procesar la revelación.

Al alzar la vista, otro detalle confirmó sus sospechas. En una de las paredes de la habitación había varios pósteres: uno mostraba a la Liga de la Justicia en pleno, con Superman y Wonder Woman al frente. Otro tenía una ilustración más estilizada de Robin, Kid Flash, Aqualad y otros jóvenes héroes que reconoció como el equipo de Young Justice.

—Esto no puede ser real…

Alex se quedó mirando los pósteres por un momento, una mezcla de emociones recorriendo su rostro. En su vida anterior, había sido un gran fanático de los cómics y las series de superhéroes, especialmente las del universo DC. ¿Podía ser posible que hubiera reencarnado en un mundo donde esos personajes existían?

Un escalofrío recorrió su cuerpo, aunque esta vez no fue por el frío. Si esto era real, significaba que estaba en un universo lleno de peligros. Villanos como el Joker, Darkseid o Lex Luthor no eran solo historias de ficción aquí; eran amenazas reales.

—Bueno… esto se pone interesante. —sonrió para sí mismo, tratando de mantener la calma a pesar del torbellino en su mente.

Con su atuendo completo, Alex se levantó y miró su reflejo en un espejo de cuerpo entero que estaba junto a la puerta. La camiseta roja se ajustaba bien a su torso, resaltando su nueva musculatura sin ser demasiado ajustada. Los pantalones cortos negros y las zapatillas Wayne completaban el look, dándole un aire despreocupado pero preparado.

Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo aún más, y esbozó una sonrisa.

—Nada mal para un chico nuevo en el multiverso.

Sin embargo, sus pensamientos no tardaron en volver al presente. Algo en su interior le decía que este cuerpo no era solo una casualidad; había un propósito detrás de este cambio, y tenía que descubrirlo.

Alex salió de la habitación con pasos firmes, sintiendo el peso del nuevo mundo que lo rodeaba.

—Hora de explorar…

Y con eso, cerró la puerta detrás de él, listo para enfrentarse a lo que fuera que este universo tenía reservado.

Alex cerró la puerta detrás de él, dejando atrás su habitación. Apenas dio un par de pasos por el pasillo cuando algo le golpeó: el estado general de la casa era, en una palabra, deplorable. Había polvo acumulado en las esquinas, muebles maltratados, y un aroma tenue a humedad que se intensificaba en algunos rincones.

Caminó hasta la sala y observó el caos: revistas desparramadas por el suelo, una mesa con manchas que parecían de café derramado, y un par de cajas llenas de cosas que no tenían ni pies ni cabeza.

—Vaya, parece que el Alex de este mundo no era precisamente un experto en limpieza… —comentó en voz alta, cruzándose de brazos mientras inspeccionaba.

Con un suspiro, se asomó por las ventanas. Desde ahí, pudo ver el patio trasero, amplio pero cubierto de maleza, ramas caídas y lo que parecía ser una piscina vacía y agrietada.

Mientras exploraba la casa, quedó claro que este Alex, al igual que él en su vida pasada, era rico. Sin embargo, sus padres, aunque acomodados, parecían haber inculcado cierta modestia. La casa no era una mansión extravagante, sino un hogar de dos pisos con un sótano amplio, grandes ventanales y un estilo cómodo, aunque descuidado.

El potencial estaba ahí, pero el tiempo y el abandono lo habían convertido en un desastre.

—Esto necesita una renovación. Y no una cualquiera… algo grande. —La idea comenzó a formarse en su mente.

Decidido, Alex revisó lo que necesitaba. Fue apuntando en un cuaderno mental cada detalle: desde muebles nuevos hasta una remodelación completa del patio trasero, incluyendo la piscina. Sabía que, con el dinero que tenía, podía permitirse un proyecto ambicioso, así que no escatimaría en gastos.

Buscando opciones, encontró un periódico local en la mesa de la sala. Una página publicitaria llamó su atención:

"Extreme Makeover: Reconstrucción Total. Los mejores en transformaciones del hogar."

Alex sonrió.

—Perfecto.

También encontró otro anuncio en la sección de servicios:

"Los Reyes de las Piscinas: Ecosistemas personalizados, desde cascadas hasta lagos privados."

—Esto es justo lo que necesito.

Alex no perdió tiempo y marcó los números. Primero llamó a "Extreme Makeover" y explicó su situación, pidiendo una reconstrucción total. No solo quería restaurar la casa, sino mejorarla a un nivel espectacular, integrando tecnología y diseño moderno con un toque natural.

Después, contactó a "Los Reyes de las Piscinas" para transformar su patio trasero en un paraíso viviente. Les pidió una piscina con un ecosistema funcional, rocas y troncos que imitaran un río natural, y espacios diseñados para alojar animales y plantas.

—Ah, y quiero que todo esté a la vista, como un pequeño zoológico. —Añadió, imaginando cómo sería el resultado final.

Ambas empresas quedaron impresionadas por su visión y, más aún, por su presupuesto. Alex estaba dispuesto a gastar hasta 900 millones de dólares para hacer realidad su sueño, aunque también aclaró que no le importaba si costaba menos, siempre y cuando el resultado fuera perfecto.

luego de algunas semana de preparación

Los líderes de ambos equipos llegaron a su casa al cabo de unos días. Con planos y maquetas, discutieron cada detalle con Alex. Este dejó en claro sus exigencias:

—Quiero una casa moderna que se mezcle con la naturaleza. Incorporen árboles, flores y animales en el diseño del patio trasero. Que las áreas sean funcionales pero hermosas a la vista.

Para el sótano, Alex pidió algo más peculiar:

—Hagan que sea enorme y refuércenlo para que pueda resistir una explosión de misiles, si es posible.

Ambos equipos aceptaron el desafío, emocionados por la magnitud del proyecto.

Lo que Alex no había anticipado era que estas empresas eran parte de un reality show. Cuando los equipos llegaron con sus cámaras y micrófonos, le explicaron que el programa documentaría todo el proceso de transformación. Aunque al principio dudó, finalmente aceptó, viendo esto como una oportunidad para dejar su marca en este nuevo mundo.

—¿Por qué no? Si esto va a ser mi hogar, que todos vean cómo se hace. —Rió mientras firmaba los permisos.

Durante los siguientes seis meses, Alex vivió en un camper estacionado frente a su casa. Los equipos trabajaron día y noche, y aunque hubo contratiempos, cada detalle de la visión de Alex se cumplió. Supervisó los avances periódicamente, asegurándose de que todo fuera como había imaginado.

Finalmente, la transformación se completó. La casa, ahora una obra maestra moderna y ecológica, se erguía en el terreno. El patio trasero era un paraíso, con una piscina cristalina rodeada de plantas, cascadas y refugios para animales. El sótano era un búnker tecnológico digno de un superhéroe.

Cuando llegó el momento de la revelación, Alex se quedó sin palabras. El proyecto había costado 200 millones, menos de lo que había presupuestado, pero no por eso menos impresionante. Agradecido, dio un bono de 50 millones a ambos equipos.

—Gracias por hacer esto posible.

Entró en su nueva casa, cerrando la puerta detrás de él. Se quitó los zapatos y se dejó caer en el sofá de la sala, disfrutando por primera vez en semanas de un momento de verdadera paz.

—Ahora sí, esto se siente como un hogar.

Y con esa última reflexión, se quedó dormido.

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El sol matutino se colaba a través de las enormes ventanas de la casa, iluminando la estancia renovada. Alex, recién despierto y aún algo adormilado, se levantó de la cama y estiró los brazos mientras bostezaba. Se sentía más relajado después de haber dormido en un hogar completamente restaurado. No había notado nada fuera de lo normal, salvo su propio optimismo por lo que parecía ser un buen comienzo en esta nueva vida.

Bajó las escaleras con calma, pero al dar el último paso, sin darse cuenta, aplicó demasiada fuerza en el salto. El impacto lo lanzó hacia adelante, y aunque no rompió nada, terminó con la cara directamente incrustada en un cuadro de lo que parecía ser la abuela del Alex de este cuerpo.

—¡Argh! ¡¿En serio?! —murmuró, su voz amortiguada por el cuadro mientras intentaba despegar su cara.

Al hacerlo, notó algo inquietante: sus manos no se despegaban de la superficie.

—¿Qué diablos...?

Alarmado, comenzó a mover las manos con desesperación, pero mientras más lo intentaba, más parecía que su piel se adhería al cuadro y a la pared detrás de él.

—¡No, no, no, esto no puede estar pasando!

Con un último tirón, logró despegarse. El cuadro cayó al suelo, afortunadamente sin romperse, pero su mano ahora estaba cubierta de pequeñas astillas de madera. Alex observó su palma con una mezcla de asombro y confusión.

—¿Qué demonios me está pasando? —dijo en voz baja, su mente acelerándose con posibles explicaciones.

Intentó despegar los fragmentos de madera de su mano, pero notó que su piel tenía una textura extraña, como si fueran minúsculas garras o filamentos, lo suficientemente pequeños como para que apenas los distinguiera.

Después de varios intentos fallidos por despegarse completamente de la madera, decidió cambiar de táctica. Cerró los ojos, respiró profundamente y trató de calmarse. Se concentró en relajar los músculos de la mano, y, sorprendentemente, tras un minuto de respiraciones pausadas, logró despegarse por completo.

—Esto... esto es extraño.

Se apartó de la pared, frotándose las palmas mientras su mente intentaba procesar lo sucedido.

—No, extraño no. Esto es completamente absurdo.

Recordó lo ocurrido desde que despertó en este nuevo mundo: su muerte a causa de la picadura de una araña en su vida pasada, el haber reencarnado en un cuerpo casi idéntico al suyo, las similitudes y diferencias entre ambas vidas, y ahora... esto.

—¿Podría tener algo que ver con la araña? —se preguntó en voz alta, retrocediendo hasta apoyarse contra el barandal de la escalera.

La imagen de la araña que lo mordió en su vida anterior regresó a su mente con claridad. Una criatura pequeña, negra con patrones blancos, y no venenosa para los humanos, o al menos eso decía la literatura científica. Era una especie que había intentado salvar de la extinción, ironías del destino, solo para que una de ellas acabara con su vida.

—¿Y si la picadura no era tan inofensiva como creía? —Alex tragó saliva, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.

Este nuevo cuerpo, aunque inicialmente parecía normal, había demostrado una fuerza y resistencia fuera de lo común. Y ahora, estas habilidades para adherirse a las superficies… ¿Era posible que la picadura hubiera alterado algo en él?

Alex miró su entorno, intentando encontrar respuestas en el silencio de la casa. Aunque las cosas parecían más normales de lo que deberían para alguien que acababa de experimentar un salto entre mundos, estaba claro que nada sería sencillo.

—Primero, una casa abandonada. Ahora, superpoderes. ¿Qué sigue? ¿Descubrir que estoy en un cómic? ademas de estar en el mundo DC.

Resopló una risa seca ante su propio comentario, pero luego su mirada se desvió al suelo, donde el cuadro de la abuela descansaba inofensivamente.

—Esto no es una coincidencia, ¿verdad?

Finalmente, tomó el cuadro, lo colgó de nuevo en su lugar y regresó a la cocina. Antes de tomar cualquier decisión impulsiva, necesitaba respuestas, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para obtenerlas.

Pero primero, se sentó, suspiró y dejó que la realidad de su nueva vida lo golpeara de lleno. Y aunque sabia qie solo Era el comienzo, se dejo meditar y luego de eso.

Alex se levantó rápidamente de su asiento, una chispa de emoción encendiendo su mirada. Mientras reflexionaba sobre las extrañas habilidades que había manifestado, no pudo evitar conectar los puntos.

—Si este cuerpo adquirió habilidades... y considerando que mi alma terminó aquí por la mordedura de esa araña, entonces... ¿significa que esa araña me dio estos poderes? —murmuró, rascándose la nuca mientras una sonrisa comenzaba a formarse en sus labios.

Un pensamiento fugaz cruzó su mente, y no pudo evitar soltar una risa nerviosa.

—¿En serio? ¿Estoy diciendo que soy el Spider-Man de este universo? ¡Esto es tan ridículo como genial!

El silencio de la casa solo amplificó la idea, y con cada segundo, su emoción crecía. Alex recordó con claridad cómo Spider-Man había sido su héroe de la infancia. Fue precisamente esa admiración la que lo llevó a inscribirse en la pasantía con el profesor Willson Jeff para trabajar en el proyecto de conservación de las arañas.

—Espera... —Alex entrecerró los ojos mientras trataba de encajar las piezas—. Si tengo habilidades similares, ¿qué más podría hacer?

No había tiempo para más teorías. La emoción y la curiosidad se apoderaron de él. Se dirigió al patio trasero, decidido a poner a prueba lo que su cuerpo podía hacer.

Cuando Alex llegó, tomó un momento para admirar el espacio que ahora parecía ser suyo.

El patio trasero era un lugar digno de un sueño. Con una extensión amplia cubierta de hierba verde y flores que ondeaban suavemente bajo la brisa, el espacio parecía extraído de una postal. En una esquina, un cobertizo recién construido estaba casi escondido entre flores trepadoras y vegetación frondosa, que le daba un aire místico.

Hacia el fondo, varios árboles frutales enormes se alzaban orgullosos, sus ramas nudosas y fuertes proyectando sombras danzantes sobre las flores que decoraban el suelo. Entre ellos destacaban manzanos, limoneros y un árbol de cerezo en plena floración. No muy lejos, una fuente diseñada como una cascada artificial brotaba agua cristalina que caía suavemente en un estanque. En el agua nadaban peces koi de todos los colores, rodeados de nenúfares y algas. Las piedras pulidas que cercaban la fuente relucían bajo el sol, mientras una mesa redonda colocada bajo un grupo de árboles proporcionaba un rincón de sombra acogedor.

Alex caminó hacia el centro del patio, maravillándose por la remodelación.

—Es... perfecto. El lugar ideal para experimentar.

Inspiró profundamente, dejando que el aire fresco llenara sus pulmones. Había decidido que era el momento de probar sus habilidades, y el entorno parecía un campo de entrenamiento hecho a medida.

—Bien, Alex. Si realmente tienes poderes como Spider-Man, es hora de probarlos —se dijo en voz alta, estirando los brazos para sacudirse los nervios.

Extendió su mano hacia el árbol más cercano, entrecerrando los ojos mientras intentaba concentrarse. Imaginó lanzar una telaraña como lo había visto en las películas tantas veces..

—Claro... no podía ser tan fácil —murmuró con un suspiro, rodando los ojos.

Decidió intentarlo de nuevo, esta vez cambiando su enfoque. No bastaba con querer hacerlo; debía sentirlo. Sin embargo, su frustración lo hizo cambiar de estrategia.

Alex flexionó las rodillas y se impulsó con fuerza. Para su sorpresa, el salto fue tan alto que terminó agarrándose a una rama baja del árbol más cercano para no caer de espaldas.

—¡Woo-hoo! ¡Esto es increíble! —gritó, mientras se aferraba al tronco, luchando por mantener el equilibrio.

Bajar fue otra prueba. Mientras lo hacía, notó que sus manos y pies parecían pegarse a la corteza del árbol. Esta vez, en lugar de entrar en pánico, decidió experimentar con ello. Intentó despegarse con cuidado y notó que, al concentrarse, podía controlar la fuerza adhesiva.

—Esto sí que es útil.

Al pisar nuevamente el suelo, Alex recordó las arañas involucradas en el proyecto que lideró en su vida pasada.

—Si tengo habilidades de esas arañas, entonces... ¿hasta dónde llegan mis capacidades?

Decidió intentarlo todo. Primero, corrió hacia el estanque para probar si podía caminar sobre el agua. Colocó un pie sobre la superficie y, con un ajuste cuidadoso de su peso, logró mantenerse en equilibrio.

—¡Funciona! —gritó, riendo mientras daba pasos cautelosos por el estanque.

Inspirado, se sumergió para ver cuánto tiempo podía permanecer bajo el agua. Para su sorpresa, descubrió que su cuerpo podía generar una burbuja alrededor de su rostro, permitiéndole respirar con facilidad.

—Esto es... como ser un pez humano.

Después de salir del agua, decidió probar algo más desafiante: la habilidad de planear. Subió al árbol más alto que encontró y, tomando una respiración profunda, saltó, extendiendo sus brazos y piernas para maximizar la resistencia al viento.

—¡Vamos, Alex, tú puedes!

Aunque no "voló", su caída fue mucho más suave de lo esperado, aterrizando con gracia en una rama más baja.

—¡Sí! —gritó, alzando los brazos en señal de victoria.

Finalmente, recordó algo crucial: si tenía habilidades relacionadas con la seda de las arañas, debería ser capaz de producir telarañas. Se sentó en la fuente, cerró los ojos y se concentró en la sensación en sus muñecas. Un cosquilleo recorrió su piel, y cuando abrió los ojos, un delgado filamento de seda brillaba bajo el sol.

—¡Es real! —jadeó, tirando del hilo para comprobar su fuerza. Era lo suficientemente resistente como para sostener su peso.

Cansado pero emocionado, Alex se recostó bajo la sombra de los árboles, dejando que sus pensamientos divagaran.

—No solo tengo habilidades de araña. Tengo las mejores características de las arañas más asombrosas jamás creadas.

Se rió en voz baja, pensando en lo que esto significaba para su futuro.

A medida que el sol se ocultaba, Alex regresó a la casa. Preparó una cena ligera, reflexionando sobre todo lo que había descubierto.

—Si puedo hacer todo esto ahora, ¿qué más seré capaz de lograr con práctica?

Después de comer, se dio una ducha, dejando que el agua caliente relajara sus músculos. Con una sonrisa en el rostro, se puso su ropa de dormir y se dejó caer en la cama, listo para lo que el futuro le tenía preparado.

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al dia siguiente, El sonido de sus zapatillas desgastadas resonaba suavemente contra las grietas del pavimento mientras Alex caminaba por su vecindario. El aire de Gotham Mistras era pesado, denso, como si la ciudad respirara un susurro constante de peligro. A pesar de todo, había algo reconfortante en la monotonía de aquellas calles: los murmullos de los vecinos que nunca lo saludaban, los niños que jugaban al fútbol con una lata vacía, y los murales descoloridos que contaban historias de tiempos mejores.

Habían pasado algunos meses desde que llegó a este mundo, y aunque todavía se sentía como un extraño, empezaba a adaptarse. Fue un golpe extraño darse cuenta de dónde estaba. El primer indicio lo tuvo al ver aquel imponente edificio con un letrero inconfundible: Wayne Enterprises. Al principio, pensó que era una broma o una coincidencia absurda, pero luego, todo encajó. Las noticias hablaban de vigilantes enmascarados, criminales excéntricos y caos nocturno. "No puede ser", pensó entonces. Pero sí, estaba en el universo de DC Comics.

A pesar de la revelación, Alex no tuvo tiempo de procesar del todo su situación. Vivir en Gotham requería adaptarse rápido. Decidió invertir parte del dinero que tenía en remodelar la casa en la que había despertado. Quería un espacio que pudiera llamar hogar, aunque estuviera en uno de los lugares más peligrosos del planeta.

Recordaba claramente la charla con los contratistas que contrató para la remodelación. Había un hombre mayor, robusto, con una barba gris, que parecía saber exactamente en qué se estaba metiendo.

—Mira, chico, esta zona no es el centro de Gotham, pero tampoco es una joya. Si tienes suerte, solo tendrás que preocuparte por ladrones de poca monta. Pero si haces mucho ruido con esto de la construcción, vas a llamar la atención de gente que no quieres conocer.

Alex había asentido, ignorando la advertencia con una confianza que no sentía realmente. Pero el viejo tenía razón. Apenas empezaron las obras, aparecieron los problemas.

Una tarde, mientras supervisaba el trabajo, un grupo de hombres vestidos de negro se presentó en la obra. Su líder, un hombre calvo con una cicatriz que le atravesaba la cara, se acercó a Alex con una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos.

—Bonita casa. Bonito proyecto. Pero sabes, este vecindario tiene reglas. Si quieres que todo esto siga en pie, tendrás que pagar una "comisión". Llamémoslo un seguro de… paz.

Alex había sentido cómo su estómago se retorcía. No tenía miedo de ellos, no realmente. Sus reflejos mejorados y el sentido arácnido le daban una ventaja enorme. Pero usar sus habilidades en ese momento significaba exponerse, arriesgarse a que alguien lo asociara con un héroe. ¿Qué tan diferente sería entonces de los matones que tenía enfrente?

Después de negociar y evitar que los trabajadores se involucraran, Alex accedió a pagar una suma pequeña. Fue un golpe a su orgullo, pero pensó que al menos evitaría problemas mayores. Sin embargo, las cosas no fueron tan simples.

Los matones seguían regresando, exigiendo más dinero, hasta que alguien más intervino. Alex no la vio llegar, solo escuchó un golpe seco y el sonido de un cuerpo cayendo al suelo. Cuando levantó la mirada, ahí estaba ella: Batgirl, con su capa ondeando ligeramente al viento, observando al grupo con una mirada de hierro.

—¿Cobrándole a civiles ahora? —preguntó, su tono tranquilo pero lleno de amenaza.

Lo que siguió fue una serie de movimientos rápidos y precisos. Batgirl desarmó al líder en segundos y derribó al resto como si fuera un juego. Cuando terminó, se acercó a Alex, quien seguía procesando lo que acababa de suceder.

—Si vas a vivir aquí, más te vale aprender a defenderte o a no llamar la atención. Gotham no es amable con los ingenuos.

Los matones no volvieron después de aquello. Batgirl había dejado claro que Alex no era un objetivo fácil, al menos por ahora.

Alex sacudió la cabeza, alejando el recuerdo mientras seguía caminando. Miró a su alrededor: el vecindario era un contraste extraño de ruina y resiliencia. Las fachadas de los edificios estaban marcadas por grafitis y disparos, pero aquí y allá había señales de vida: un jardín bien cuidado, una pared pintada con colores brillantes, una tienda de comestibles que milagrosamente seguía en pie.

Se había acostumbrado al ritmo de Gotham Mistras, pero eso no significaba que lo aceptara completamente. Cada día era un recordatorio de que estaba en un lugar donde el peligro acechaba en cada esquina. Aun así, había algo en esa lucha constante que lo motivaba.

—Esto es Gotham —murmuró para sí mismo, con una mezcla de resignación y desafío.

Y aunque no lo admitiría en voz alta, en el fondo, empezaba a sentirse como en casa.

Ya Eran las 11 de la noche y Las gotas resbalaban por su piel, llevándose el cansancio, pero dejando atrás un torbellino de pensamientos. Alex cerró los ojos, dejando que el vapor lo envolviera como un manto. Aquel rincón del baño era el único lugar donde podía bajar la guardia. No había sonidos de sirenas, ni gritos, ni ese constante murmullo que hacía a Gotham un caos viviente.

"Un gran poder conlleva una gran responsabilidad."

La frase le retumbaba en la mente como un eco interminable, una lección que había intentado ignorar desde que llegó a este mundo. Había pasado semanas adaptándose, fingiendo que podía vivir una vida normal. ¿Pero qué tan normal podía ser cuando, cada vez que cerraba los ojos, veía la sombra de alguien en peligro? Cuando su sentido arácnido le advertía, con un zumbido molesto, de los peligros que acechaban incluso en su vecindario.

Luego estaban las palabras de Batgirl. Fría, directa y brutalmente honesta:

"No estás en Kansas, chico. Esto es Gotham. Aprende a defenderte o a no llamar la atención."

La advertencia no había sido una simple sugerencia. La zona en la que vivía, aunque no tan peligrosa como el corazón de la ciudad, no estaba exenta de problemas. Alex había aprendido eso de la peor manera cuando los matones de Máscara Negra trataron de extorsionarlo, cobrándole un "impuesto" por alterar la paz mientras los constructores trabajaban en su casa.

Había intentado razonar con ellos, incluso pagarles. Pero los hombres no querían negociar; querían dominar. Por suerte, Batgirl había estado cerca aquella noche, patrullando la zona. Lo que comenzó como una confrontación escaló rápidamente. Recordaba cómo había utilizado sus bastones eléctricos, moviéndose con una precisión y rapidez sobrehumanas.

"¿Quieres que se vayan? Demuéstrales que no eres un blanco fácil," le había dicho después, con una mirada dura mientras guardaba sus herramientas.

Desde entonces, las cosas habían estado más tranquilas, pero sus palabras lo seguían como una sombra. Alex sabía que no podía quedarse quieto para siempre.

Salió de la ducha con la decisión finalmente tomada. "Está decidido," murmuró, secándose rápidamente. Miró su reflejo en el espejo empañado, sus ojos más serios de lo que habían estado nunca. "Si voy a estar aquí, voy a marcar una diferencia. Gotham necesita algo más... y yo puedo serlo."

Al llegar El amanecer llegó arrastrando consigo un cielo gris, típico de Gotham, pero Alex lo recibió con determinación renovada. Después de una noche larga de introspección y apenas unas horas de sueño, sabía exactamente lo que debía hacer.

Lo primero era conseguir recursos. Gotham no era precisamente un paraíso para encontrar materiales de alta tecnología, pero Alex veía oportunidades donde otros solo encontraban chatarra. Su vida pasada como investigador y creador de tecnologías avanzadas le había dado una ventaja inusual: sabía qué buscar, cómo reutilizar lo que parecía inservible y, más importante, cómo adaptarlo para alcanzar sus objetivos

Al Salir al mundo exterior con una misión tan poco común como "encontrar basura útil" no era fácil. Para empezar, Alex no conocía bien la ciudad. Había aprendido a moverse en los alrededores de su barrio, pero más allá, Gotham seguía siendo un laberinto de callejones oscuros, esquinas peligrosas y rostros que no siempre inspiraban confianza.

Decidió que la mejor manera de empezar sería preguntar. Caminó hacia una pequeña tienda de comestibles en la esquina, atendida por un anciano que siempre parecía estar revisando un periódico.

"Buenos días, señor Choi," saludó Alex, con una sonrisa nerviosa.

El hombre levantó la mirada por encima de sus gafas. "Ah, el chico nuevo. ¿Qué necesitas?"

"Estoy buscando una chatarrería en la zona. Necesito algunas piezas para un proyecto..." Alex improvisó rápidamente. No podía decir que estaba construyendo un traje de superhéroe, por supuesto. "...un experimento escolar."

El anciano asintió lentamente, como si no le importara mucho. "Hay una en el lado este, cerca de los muelles. Pero ten cuidado, no es el mejor lugar para pasear solo."

"Gracias, lo tendré en cuenta."

Cuando Alex salió de la tienda, otro cliente, un hombre con una gorra de los Gotham Knights, lo detuvo. "Si vas a esa chatarrería, prepárate para lidiar con Danny."

"¿Danny?"

"El dueño. Le gusta jugar al 'rey del basurero'. Si no le caes bien, no te venderá nada útil."

Alex agradeció el consejo, aunque no podía evitar preguntarse qué tan complicado podía ser tratar con alguien que vendía chatarra.

Encontrar el lugar no fue difícil. A medida que se acercaba a los muelles, el aire se volvía más pesado, cargado de sal y óxido. La chatarrería era exactamente como la había imaginado: un terreno amplio cercado con alambre de púas, lleno de montañas de metal oxidado, restos de electrodomésticos y autos destrozados.

En la entrada, un hombre robusto con una camiseta manchada y barba desaliñada estaba sentado en una silla de jardín. Probablemente era Danny.

"¿Qué quieres?" gruñó sin siquiera mirar a Alex.

"Estoy buscando piezas específicas. Circuitos, metales ligeros, cosas así."

Danny lo miró con una ceja levantada, evaluándolo de pies a cabeza. "Eres un crío. ¿Qué demonios vas a hacer con eso?"

"Proyecto escolar," respondió Alex automáticamente.

El hombre soltó una carcajada sarcástica. "Claro, y yo soy Bruce Wayne."

A pesar del sarcasmo, le permitió pasar, pero no sin advertirle: "No toques nada que no puedas pagar."

Y Una vez dentro, Alex se dedicó a explorar. Usó su visión mejorada para identificar materiales en buen estado, buscando entre montones de piezas oxidadas y cables rotos. Encontró restos de drones, partes de electrodomésticos y algunos componentes electrónicos que, aunque obsoletos, podían ser modificados para sus necesidades.

El trabajo era pesado y tedioso, pero Alex lo disfrutaba. Había algo casi terapéutico en desmontar piezas y visualizar su futuro uso. Además, le recordaba los días en su laboratorio pasado, cuando trabajaba en proyectos mucho más avanzados.

Por la tarde, cuando finalmente llevó sus hallazgos a Danny, este lo miró con incredulidad.

"¿De verdad vas a llevarte todo esto?"

"Sí. ¿Cuánto será?"

Danny hizo un gesto con la mano, aparentemente abrumado. "Dame cincuenta dólares y llévatelo. Pero si me traes más excusas raras, la próxima vez te duplico el precio."

Alex pagó rápidamente, agradecido de haber encontrado lo que necesitaba.

Alex De regreso en casa, Alex bajó las cajas de piezas al sótano. Aún estaba un poco vacío, apenas con un par de mesas viejas y algunas herramientas básicas que había conseguido previamente. Sin embargo, pronto el lugar comenzó a llenarse de vida.

Las primeras semanas fueron un torbellino de trabajo. Alex organizó su espacio en secciones: una para ensamblar, otra para pruebas, y un pequeño rincón donde escribía planos y diagramas. Aunque era un genio en ingeniería, sabía que improvisar era esencial en un entorno como este.

Al principio, el sótano era un caos. Las herramientas estaban desparramadas, las piezas parecían multiplicarse y los planos llenaban el suelo. Pero Alex veía orden donde otros veían desorden.

El primer traje fue un desastre.

Cuando Alex se lo probó, el material era incómodo, las costuras se rompieron con el primer movimiento brusco y los circuitos no respondían.

"Genial," murmuró, mirando su reflejo. "Parezco un payaso."

Pero no se rindió. Utilizó los fracasos como aprendizaje, ajustando el diseño en cada iteración. Descubrió que su visión mejorada le permitía trabajar en detalles microscópicos, como ajustar los circuitos para que fueran más compactos o manipular los materiales para mejorar su resistencia.

Después de semanas de esfuerzo, el sótano ya no parecía un almacén de piezas viejas, sino un taller digno de un genio. Las paredes estaban cubiertas de diagramas y bocetos, las mesas llenas de herramientas especializadas y prototipos a medio construir.

Alex se detuvo un momento para admirar su trabajo. Había avanzado mucho, pero sabía que esto era solo el principio.

Mientras ajustaba un último detalle en su último prototipo, pensó en todo lo que había hecho para llegar allí. La gente que había conocido, los obstáculos que había superado. Gotham era un lugar difícil, pero también estaba lleno de oportunidades para aquellos lo suficientemente ingeniosos como para aprovecharlas.

"Esto es solo el comienzo."

Con esa idea en mente, apagó las luces del sótano, dejando el traje aún incompleto brillando bajo la tenue luz de una lámpara. El siguiente paso sería perfeccionarlo, y después, enfrentarse al mundo como Spider-Cat.

Esa noche, Alex se sentó en el suelo frío del sótano, con la espalda apoyada contra una de las viejas mesas de trabajo que había recuperado de la basura. A su alrededor, las herramientas estaban desperdigadas junto con piezas sobrantes, cables quemados y restos de circuitos que no funcionaron como esperaba. El cansancio pesaba sobre sus hombros, pero en sus ojos brillaba una chispa de emoción.

Había dado el primer paso. El traje, ahora colgado de un soporte improvisado, brillaba tenuemente bajo la luz parpadeante del sótano. No era perfecto: algunas costuras estaban mal hechas, la resistencia del material aún debía ser probada en situaciones extremas, y los circuitos internos requerirían más ajustes. Pero, por ahora, era suficiente.

"Gotham, prepárate," murmuró Alex, con una pequeña sonrisa en los labios. "El amigable Spider-Cat está aquí."

Mientras observaba el traje, su mente comenzó a divagar, arrastrándolo hacia recuerdos que habían moldeado su camino hasta este momento.

"Te lo dije, muchacho, no vendo a cualquiera. ¿Qué harás con toda esta basura?"

Alex levantó la mirada del montón de piezas que estaba examinando. El dueño de la chatarrería, Danny, estaba de pie frente a él, cruzado de brazos y con una expresión de desconfianza que no había cambiado desde que Alex cruzó la puerta.

"Es para un proyecto escolar," respondió Alex, con la mejor cara de inocencia que pudo reunir.

Danny soltó una risa seca, obviamente escéptico. "¿Un proyecto escolar? Con drones rotos, motores de autos viejos y pedazos de computadoras de los noventa. Seguro que sí."

Alex suspiró, recordando el consejo del hombre en la tienda de comestibles: Danny no confía en nadie. Decidió intentar otra táctica.

"Es para un experimento de ingeniería," explicó, eligiendo sus palabras con cuidado. "Estoy tratando de construir algo único con lo que tengo disponible. Y sí, puede que parezca basura, pero para mí, es potencial."

Danny lo observó en silencio durante un momento, como si estuviera evaluando si valía la pena continuar la conversación. Finalmente, señaló una de las piezas que Alex había apartado.

"Eso no es potencial, es un ventilador roto."

Alex sonrió, levantando el ventilador. "Quizás para ti, pero para mí es una fuente de energía auxiliar."

La expresión de Danny cambió ligeramente, pasando de la desconfianza al interés. "¿Sabes? Tienes agallas. Bien, chico, te daré un descuento. Pero si descubro que estás vendiendo estas cosas en el mercado negro, no volverás a pisar este lugar."

De vuelta en su sótano, Alex recordaba con claridad los intentos fallidos que lo habían llevado hasta su diseño actual.El primer traje había sido un desastre monumental. Hecho con un material barato que encontró en una tienda de telas, parecía más un disfraz de carnaval que algo funcional.

Cuando intentó usarlo, el traje se rasgó al intentar hacer una voltereta, dejándolo con las costuras rotas y una mezcla de frustración y vergüenza.

"Genial," murmuró, mirando el desastre en el espejo. "Si voy a luchar contra el crimen, al menos debería parecerme a un héroe, no a un payaso."

El segundo intento fue peor. Había logrado incorporar algunos circuitos para añadir funciones tecnológicas, pero no previó que el sistema de enfriamiento fallaría. Mientras ajustaba uno de los paneles en el pecho, una chispa saltó del traje, y en cuestión de segundos, una pequeña llama comenzó a consumirlo.

"¡No, no, no!" gritó Alex, arrojándolo al suelo y apagándolo con un extintor que tenía cerca. El sótano se llenó de humo, y Alex se dejó caer en una silla, cubriéndose la cara con las manos.

A pesar de los fracasos, no podía evitar reírse. Había algo cómico en la situación: un adolescente intentando ser un héroe, quemando su propio traje antes de siquiera probarlo en acción.

Mientras trabajaba en el siguiente prototipo, Alex recordó los orígenes de su pasión por la tecnología. La imagen de su madre apareció en su mente, con su cabello recogido en un moño desordenado, inclinada sobre un prototipo de energía cuántica en el laboratorio de su casa.

De niño, Alex solía sentarse en el suelo junto a ella, observando cómo ensamblaba componentes complejos con una precisión impresionante.

"¿Por qué haces esto, mamá?" le había preguntado una vez, con la curiosidad de un niño de siete años.

Ella le sonrió, dejando sus herramientas a un lado. "Porque la ciencia puede cambiar el mundo, Alex. Podemos crear cosas que ayuden a las personas, que mejoren sus vidas. Y tú también puedes hacerlo, si trabajas duro."

Ese recuerdo siempre lo inspiraba. Había dedicado su vida a construir cosas que marcaran la diferencia, y ahora, en este nuevo mundo, quería continuar ese legado.

Alex salió de sus pensamientos cuando un destello de luz desde el traje lo distrajo. La pequeña pantalla en el guante brillaba débilmente, indicando que uno de los circuitos finalmente funcionaba como debía.

Sonrió, satisfecho de haber llegado tan lejos. Aún quedaba mucho por hacer, pero este era solo el comienzo.

Se levantó, recogiendo algunas herramientas para trabajar en los últimos ajustes. El sótano estaba en silencio, pero en su mente, las palabras de su madre resonaban con claridad: "La ciencia puede cambiar el mundo."

Miró el traje una vez más antes de volver al trabajo. Gotham aún no lo sabía, pero su nuevo protector estaba casi listo para salir al mundo.

Después de semanas de trabajo incesante, Alex dio el último paso. Había perfeccionado cada detalle, desde la resistencia del tejido hasta la funcionalidad de las patas robóticas.

El traje era completamente negro, con líneas azul oscuro que recorrían el torso y las extremidades, dándole un aspecto elegante y amenazante. En el centro del pecho, el símbolo de una araña blanca destacaba, sus patas extendiéndose hacia los hombros y la cintura, formando las icónicas líneas de telaraña.

Las patas robóticas eran su detalle favorito. Fabricadas con un material ultrarresistente, se retraían en su espalda cuando no estaban en uso. Cada una tenía un propósito específico: combate, soporte, análisis y movimiento avanzado. Aunque todavía estaban lejos de ser perfectas, Alex sabía que eran un recurso invaluable.

Pero el traje no era solo funcional. Alex quería que también transmitiera un mensaje. Por eso, incorporó un sistema que cambiaba los colores según la hora del día. Durante la noche, el traje mantenía su diseño negro y azul oscuro, ideal para el sigilo. Pero durante el día, los colores cambiaban al clásico azul y rojo, con las patas robóticas tomando un tono dorado brillante.

El nombre y el propósito

Alex se miró en el espejo, ajustando la máscara. Era extraño verse vestido de esa manera, pero al mismo tiempo, se sentía... bien. Como si, por primera vez desde que llegó a este mundo, estuviera haciendo lo que debía.

"Spider-Cat," murmuró, probando el nombre en voz alta. Le parecía un poco ridículo, pero también tenía sentido. Era un tributo al héroe que lo había inspirado, pero también un reflejo de lo que era ahora: una mezcla única de habilidades y circunstancias.