El sol atravesaba las cortinas de mi habitación con una calidez que sentía extraña pero bienvenida. Era como si el mundo me estuviera invitando a vivir algo nuevo, algo que no estuviera definido por lo que fui, sino por lo que podía ser.
Había pasado una semana desde mi último encuentro con Astrid, y aunque las memorias de nuestra conversación aún rondaban mi mente, ya no pesaban. Su voz, sus palabras, incluso su sonrisa, ahora eran parte de algo hermoso que ya no necesitaba retener.
Esa mañana, mientras revisaba mi correo, encontré un mensaje inesperado. Venía de un editor independiente que había leído mis publicaciones en los foros.
"Hola, leí tus textos y creo que tienes algo especial. Si estás interesado, me encantaría hablar sobre convertir tus escritos en un libro. ¿Qué opinas?"
Me quedé mirando la pantalla, sin saber cómo reaccionar. La idea de compartir mi historia en un formato más grande me asustaba, pero al mismo tiempo, sentí un cosquilleo de emoción.
Tomé mi celular y llamé a Sofía.
—¿Tienes un momento? —pregunté cuando contestó.
—Siempre. ¿Qué pasó?
—Me escribieron de una editorial. Quieren que publique algo basado en lo que he escrito.
—¡Eso es increíble! —dijo, y podía escuchar la sonrisa en su voz—. ¿Qué piensas hacer?
—No lo sé. Me asusta un poco.
—Es normal, pero, ¿recuerdas lo que escribiste en tu última publicación? Que lo más importante no es cómo empiezas, sino cómo decides seguir adelante. Tal vez esto sea parte de ese "seguir adelante".
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Esa conversación me dejó reflexionando todo el día. Pensé en las personas que habían comentado mis escritos, en sus historias, en sus luchas. Pensé en Astrid, en Sofía, y en todas las pequeñas piezas que me habían traído hasta este momento. Finalmente, decidí responder el mensaje.
"Estoy interesado. Dígame cómo procedemos."
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Los días que siguieron fueron un torbellino de emociones. Entre reuniones virtuales con el editor y los primeros borradores del libro, encontré un sentido de propósito que nunca antes había experimentado. Escribir ya no era solo una forma de liberar mis emociones; se había convertido en un puente hacia los demás.
Mientras tanto, mi vida diaria también comenzaba a cambiar. Sofía y yo nos volvimos más cercanos, aunque nuestra relación seguía siendo más amistad que romance. Y estaba bien. Había algo profundamente sanador en tener a alguien que me entendiera sin necesidad de promesas ni expectativas.
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Una tarde, mientras caminaba por el parque, noté a una pareja joven sentada en una banca. La forma en que se miraban me recordó a Astrid y a mí en nuestros primeros días. Por un momento, sentí una punzada de nostalgia, pero no estaba teñida de tristeza. Era un recuerdo, simple y puro, que podía apreciar sin desear revivirlo.
"Esto es lo que significa seguir adelante," pensé.
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Extracto del libro en progreso:
"La pérdida no es un enemigo. Es un maestro, aunque cruel, que nos obliga a mirar dentro de nosotros mismos. Aprendemos no solo a sobrevivir, sino a encontrar sentido en lo que parecía insensato. Y en ese proceso, descubrimos que no somos solo lo que hemos perdido, sino también lo que decidimos construir con ello."
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El día que terminé el primer borrador del libro, sentí una paz que nunca antes había experimentado. Era como si todas las piezas del rompecabezas finalmente hubieran encajado. Sofía fue la primera en leerlo, y cuando terminó, tenía lágrimas en los ojos.
—Es hermoso. Y necesario.
—¿Tú crees?
—Lo sé.