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Chapter 3 - La Avenida Del Peligro

Las ventanas de una acogedora casita se empañan mientras el exterior es bendecido por un precioso cielo primaveral, las nubes se mueven todas al unísono como una marcha de soldaditos que se preparan para invadir otros cenitales más allá del imponente horizonte. Los arbustos del jardín también se mueven a causa de los fuertes vientos que el barrio sopla mientras se mantiene en un silencio de lo más relajante. Es la gracia del vecindario, es la magia de este lugar.

Pero los cristales no se empañan por nada. Dentro de la acogedora vivienda, el humo se levanta como evidencia de un delicioso desayuno protagonista de una reunión familiar; El señor y la señora Wallnut atienden a sus dos hijos sirviendo una deliciosa sopa de nutrientes y minerales, así como una bebida caliente de fertilizante. Ambos padres son dos nueces de cuarenta años, el esposo carga con lentes rectangulares y una peluca rubia que lo hace parecer como un fruto seco de carácter plácido. Por otro lado, la esposa posee un cabello de color negro sobre un par lindos aretes rosas que realzan su forma esferica de semilla.

—¿Han dormido bien, niños? —pregunta el padre a sus dos hijos. Uno es adolecente, y el otro es apenas un niño.

—¡Si! —responde emocionado el hermano menor, una nuez pequeñita y de ojos saltones. Su nombre es simplemente "Nuez"

—Algo nervioso, papá… —confiesa el hermano mayor, quien sin duda es mucho más alto. Su nombre es "Cascarrabias"

Ambos padres se sientan para desayunar en familia, nadie sabe cómo es que logran hacer tantas acciones sin siquiera tener manos, pero se les da bastante bien la cosa.

—¡No estés nervioso, querido! —interrumpe Abuela Nuez, una viejita similar a la señora Wallnut pero con un par de arrugas más en el rostro—. Cuando tenía tu edad yo combatía los nervios apretando los labios muy fuerte, es por eso que me quede sin dientes.

Abuela Nuez ama a sus nietos tanto como ellos la aman a ella, pero usa una dentadura para poder contar sus anécdotas con total tranquilidad.

—¿Segura que es por eso, abuela? —pregunta el pequeño Nuez.

—Es por eso y por pegarme a "nuezasos" con la policía —responde la anciana.

El señor y la señora Wallnut comparten miradas para continuar con la charla del desayuno, pues resulta que hoy es un día importante para la familia, un día decisivo en el futuro de la misma: En resumen, Cascarrabias Wallnut presentará hoy la exigente y aclamada prueba para entrar a "Zoom Botany" que es para muchos, la mejor academia de plantas en el mundo. Es un enorme castillo en medio de un gran bosque; posee murallas, túneles, jardines y garitas que muestran un nivel predominante en la arquitectura gótica de la academia. Pero por supuesto, la familia jamás la ha visto en persona. 

Un día, una carta llamó a la puerta de los Wallnut para anunciar una respuesta a la petición de las nueces. Algunas de las plantas más famosas del mundo estuvieron de una y otra forma en tal institución. Varios nombres resuenan en la cabeza de los frutos secos, tales como: "Jack", "Vector", "Zigor", "Melonpulta", "Magnetoseta" o "Solara" y muchos otros más que seguro no han podido recordar en este instante.

—¿Volverás para decirnos si entraste o no a la academia? —pregunta el hermano menor.

—¡Pero por supuesto que…! —Cascarrabias detiene su respuesta al recordar cómo fue el año pasado… Cuando falló la prueba de admisión—. Creo que… Me llevarían de inmediato en caso de ser admitido, Nuez…

—Oh… —el pequeño muestra su tristeza, en el fondo no quiere separarse de su hermano—. Pues si vas a ese lugar entonces yo iré contigo.

Desde el inicio, los padres siempre apoyaron a ambos niños a mejorar en su propósito como nueces, pues son plantas duras y resistentes hechas para servir al mundo y protegerlo. A pesar de no ser necesario ir a tal academia para ser una buena semilla, una frase constante flota sobre la cultura popular: "Estar en Zoom Botany arregla la vida" Pero a pesar de ello, no es la razón por la que Cascarrabias desea ir allí.

La familia Wallnut termina su desayuno, Abuela Nuez decide descansar y los padres charlan entre ellos mientras los niños juegan y se persiguen bajo el efecto de la diversión. Si bien el menor se encuentra totalmente eufórico, Cascarrabias ya está algo mayor para esas cosas, o al menos así lo siente debido a la adolescencia por la que está pasando.

—Mucho le debemos a ese jardín —dice la señora nuez a su esposo, observando como sus dos hijos pasan tiempo juntos—. El jardín de "ese loco"me sorprende cada día más.

—Ya sé lo que quieres decir —habla el señor Wallnut tras aclarar su garganta—. Quieres que Nuez vaya a ese lugar, ¿No?

—Hemos peleado con él hombre de la niebla y su sobrina, volvió a Cascarrabias la planta que es ahora, quizás Nuez pueda entrenar e ir a la academia también…

—Tienes razón, mi amor —responde el esposo—. Tienes razón…

Como si la conversación fuera contada en segundos, un automóvil se estaciona al frente de la casa haciendo sonar un claxon de lo más curioso, el padre nuez intenta estirarse para observar a través de la ventana y encuentra algo que no esperaba ver tan pronto: No se trata de un automóvil en realidad, o quizás sí. Es un tronco de madera cortado en la mitad con un volante hecho de ramas y cuatro rebanadas de mazorca como ruedas, en algún lugar tendrá un motor que lo hace capaz de transportar plantas encima, debido a eso; apenas y tiene el tamaño de un neumático real. Cascarrabias se entera de lo que sucede, está listo para irse a demostrar su valor a Zoom Botany.

—¡Rápido! —se exalta Abuela Nuez—. ¿Tienes todo listo, chico?

—¡Sí abuela! —responde el hermano mayor—. ¡O eso creo!

Él termina de empacar sus cosas en numerosas mochilas que actúan como compañeras de viaje. Por consiguiente, las guarda bajo la tierra de su maceta como si se tratará de un inmenso bolsillo. Las plantas pueden guardar objetos pequeños bajo sus hojas de apoyo o en el interior de la tierra sobre la que permanezcan, pero Cascarrabias es una excepción al momento de decir "objetos pequeños" La familia Wallnut sale de su hogar y recibe la rica luz solar de la primavera, el resto de plantas de la casa prefieren observar desde las ventanas como Cascarrabias avanza con prisa debido a la emoción mientras su hermano intenta seguirle el paso, pero en medio del jardín todos se detienen. El mayor da media vuelta para despedirse de sus padres y su abuela. También pregunta por Matilda, la dueña del jardín. Dice que le gustaría dedicarle un adiós.

—Matilda fue al centro de la ciudad —responde la madre—. Está tardando más de lo habitual, le diremos que querías despedirte.

—Gracias mamá —Cascarrabias sonríe a sus parientes entrecerrando los ojos, pero aún falta alguien por quien despedirse.

—Si vuelves… ¿Podremos seguir jugando? —pregunta Nuez, el hermano menor.

—¡Jaja! Claro, Nuez. Volveré. Te prometo que volveré.

Sin embargo, el menor lo siente como nada más que una despedida, mira el suelo con algo de tristeza y Cascarrabias se acerca a él para "abrazarlo"

—Nuez… Sin importar lo que pasé hoy quiero que sepas una cosa —dice el mayor—. Las cosas en el vecindario están algo "Complicadas" Es inseguro salir…

—¿Inseguro?

—Si, nunca te quedes solo, ¿Vale? Acompaña a tus padres en todo momento… —Cascarrabias voltea hacía el tronco automóvil que lo espera, aquel que conduce no parece tener mucho afán.

—¿Por qué quieres ir a ese lugar? —pregunta el hermano menor, aunque en realidad ya lo había preguntado mil veces antes.

—Ya sabes… Quiero defenderlos de cualquier peligro, quiero aprender a proteger a los demás.

Ambos aprietan sus barrigas de semilla como símbolo de un abrazo más fuerte, Cascarrabias comienza a caminar hacía el minúsculo coche, alejándose cada vez más de su familia.

—¡Te amamos, hijo! —gritan los padres despidiéndose desde la distancia, por supuesto que el hijo mayor voltea para verlos una vez más.

—¡Te quiero, hermano!

—¡Ya sabes que hacer si el gobierno te pilla! —Abuela Nuez guiña un ojo.

Cascarrabias se ríe, sin embargo no puede perder más tiempo. Da un salto y entra en el tronco móvil para saludar amablemente a la conductora.

—Soy Cascarrabias Wallnut —dice con extrema educación—. Gracias por llevarme hasta…

—Ya se quien eres, chico —responde una girasol de lentes cuadrados, la cual le regala una sonrisa a su pasajero—. ¿Estás listo para ir a tu prueba de Zoom Botany?

—Eh… —el aspirante se confunde por un segundo, sacude la cabeza y le responde a la señora girasol—. Por supuesto que sí, estoy listo.

—En ese caso… —la girasol lo observa a través de un espejo retrovisor y coloca sus manos sobre el volante de ramas—. Prepárate para el viaje.

El resto de la familia queda en medio del jardín y ninguno deja de sonreír mientras ven a su querido Cascarrabias marcharse, el auto desaparece entre las colinas del vecindario como una estrella fugaz en el cielo. El pequeño Nuez espera poder ver a su hermano nuevamente, volver a jugar y volver a comer helado como lo hacían antes del día de hoy. ¿Será difícil vivir sin él? no deja de preguntárselo, pero estará dispuesto a esperarlo lo que haga falta, aunque eso involucre hacerlo hasta un futuro muy lejano.

Sobre el césped de un jardín marcado a cuadros reina toda una sociedad de escobas, palas, cubos de metal, macetas, espantapájaros y mil cosas más repartidas alrededor del patio. Estos diversos objetos permanecen tranquilos recibiendo la luz del día sin ninguna perturbación aparente. Eso hasta que una poderosa bola de boliche los golpea a todos una y otra vez; las bolsas de abono, las azadas y las regaderas salen a volar por los aires tras los múltiples impactos de la pelota que rebota entre ellos sin cansancio alguno. La mañana del día de hoy parece una mesa de billar en acción, una bolera incapaz de controlarse.

La esfera que golpea a los inocentes objetos de jardinería no es nadie más que Nuez Wallnut. El hijo menor de la familia de nueces. Su hermano, Cascarrabias, fue admitido en Zoom Botany hace apenas unos días y tanto sus padres como su abuela han estado de acuerdo en entrenarlo para que tenga un futuro como el de su hermano. Lo que el pequeño no sabe es que las nueces Cascarrabias no pueden rebotar como las demás. Ha entrenado casi todo el día a pesar de que no recibe presión al respecto, la exigencia la impone el mismo.

—¡Así se hace, Nuez! —grita el padre admirandolo. Sin embargo, el pequeño Wallnut apenas es capaz de dar dos rebotes sin detenerse, y eso lo logra con mucha suerte.

—¡Estás haciéndolo estupendo! —apoya la madre.

—¡No es suficiente, mamá! —responde Nuez—. Debo ser como mi hermano, ¡así de bueno!

Los señores Wallnut no tienen certeza sobre qué opinar. Si bien es evidente que quieren ayudar a su hijo a mejorar como planta defensiva, les parece extraño verlo entrenar a dar golpes en vez de recibirlos. Las nueces como ellos pueden rodar y golpear con su resistente corteza en caso de una emergencia, pero generalmente otras plantas se encargan del trabajo ofensivo. ¿Qué enemigos podrían tener unas simples y pequeñas plantitas?

—¡Podemos hacerlo más despacio! —sugiere el señor Wallnut a su hijo—. ¡No tienes por qué esforzarte tanto!

—¡Se que yo puedo papá! —responde el hijo mientras golpea un cubo de basura y luego una regadera verde—. ¡Se que puedo!

—Lleva varios días haciendo lo mismo —habla la señora Wallnut—. Queremos mandarlo al jardín de Dave, pero parece que él nunca descansa.

—¡Y tampoco va a descansar por allá! —responde la abuela—. ¡Ese muchacho me llena de orgullo!

Tras aquella última frase, un rastrillo se coloca con fuerza sobre el césped del jardín. Una mujer de cabello anaranjado se apoya sobre el utensilio para sentarse en el patio junto a sus plantas nueces. La familia eleva la vista para observar a la mejor jardinera del vecindario.

—¡Matilda! —exclama la abuelita—. ¡Enséñales cómo debe pelear una nuez!

—Me atrevería a decir que Nuez tiene más talento en un ojo que muchas otras nueces en todo el cuerpo. —Matilda es conocida por todos los vecinos como una excelente mujer para cuidar plantas, su jardín es uno de los más numerosos en cuanto a sociedad vegetal se refiere, a pesar de que solo la familia de nueces se encuentre fuera justo ahora. Tiene un carácter fuerte y decisivo, sin embargo noble.

—¿Crees que le va a ir bien en el jardín de Dave? —pregunta la madre.

—¡Pero por supuesto! —responde Matilda—. Se que lo hará muy bien.

La mujer se levanta apoyando uno de sus guantes naranjas sobre el suelo, camina entre el patio de la casa y se acerca a Nuez dando pasos firmes con sus botas verdes llenas de lodo.

—¡Hola, dueña del jardín! —exclama el hijo menor—. ¿Has visto mi entrenamiento?

—¡Por supuesto! y no lo haces nada mal, chico —responde la jardinera, quien sacude su cabello recogido lleno de hojas y ramas—. Te noto algo cansado, ¿Has recibido energía solar?

—¡El sol del cielo es más que suficiente para mí! —responde Nuez.

—¿Estás seguro? Creo que te hace falta algo de agua, déjame… —Matilda toma la manguera verde que amarra entre su hombro y su cintura. Le da un par de vueltas en el aire y riega a la disciplinada semilla.

—¡Oh, gracias! —Nuez cierra los ojos e inclina la cabeza hacía el cielo, no hay nada que las plantas disfruten más que una rica fuente de agua sobre ellas—. ¡Delicioso!

Matilda se ríe mientras cierra la manguera y vuelve a amarrarla en su torso como un imponente cinturón. Los padres de Nuez avanzan hasta su hijo dando saltitos en el jardín. La humana da algunos pasos hacía atrás para dejar a la familia unida.

—Hemos tomado una decisión, Nuez.

—¿Una decisión, mamá? —pregunta el pequeño emocionado—. ¡¿Sobre qué?!

—¡Iremos al jardín de Dave! ¿Estás listo, chico?

Matilda observa desde sus ojos verdes los gestos infantiles de Nuez, ese jardín del que hablan es famoso por entrenar a las plantas para el combate. Si bien no se compara en lo absoluto con Zoom Botany, es la casa más conocida del vecindario por ello. Aunque la mayoría prefiere alejarse un poco del dueño de aquel jardín… Los padres le comunican al pequeño Wallnut que entrenará allí, naturalmente el niño responde con extremo éxtasis.

—¡Ya verán todos que soy la mejor nuez de todas! —vocifera justo antes de comenzar a rodar para golpear objetos del patio.

—¿Crees que estará bien? —consultan los padres con la jardinera, ella se inclina para responder.

—Por supuesto que lo estará, he vivido muchas aventuras con Dave. El ama a las plantas a todas por igual.

—Nosotros hemos peleado en su jardín —recuerda el esposo—. Nos preocupa que puedan volver a pasar esos ataques… ¿Y si…?

—¡No volverá a suceder! —justifica Matilda—. Todo está solucionado ahora, no hay por qué temerle al cementerio.

Los padres no parecen muy contentos con tal contestación, por lo que la mujer decide consolarlos recordando que viven apenas a un par de calles de aquel jardín. Al final es lo que querían, y saben que es lo mejor.

—No será Zoom Botany —dice Abuela Nuez mientras se coloca su dentadura, quien sabe como—. ¡Pero seguro que le irá bien por allá!

—No le pasará nada, se los aseguro —Matilda sacude su cabello y varias hojas de arbustos se desprenden de él—. Ya tomaron la decisión, ¿Verdad?

—Si… —responden los padres—. Ya tomamos la decisión.

Los habitantes del vecindario viven en una sagrada línea de paz y tranquilidad, la mayoría atiende a sus jardines y cuida a sus plantas como si fuese una marcada y hermosa tradición del pueblo. Nada más lejos de la realidad; la carretera que sube colinas acompañadas de árboles y arbustos, se encuentra rodeada por viviendas y patios que enriquecen a la pequeña ciudad. Algunos automóviles se encuentran estacionados cerca de las casas y algunas camionetas camperas resguardan barbacoas, piscinas e incluso lanchas aparcadas. Nuez da saltitos sobre su maceta junto a sus padres mientras Matilda los guía hasta el hogar de ese supuesto Dave, es un viaje de lo más interesante, pues la mañana da un rico calor para las nueces, el sol llega a cada hoja del pasto mientras el rocío acaricia los brotes y los rebaños. Algo típico en este lugar. 

Matilda asegura estar en mitad de camino, da pasos lentos con rastrillo en mano mientras sus pisadas suenan protuberantes por obra de sus botas verdes. El viaje ya ha ocupado varios minutos en lo que queda de la mañana. La familia y la jardinera cruzaron los pisos de las afueras, el parque central e incluso la ciudad mordisco hasta llegar al centro del vecindario, sin embargo allí los esperaba el lugar más aterrador posiblemente de todo el estado.

El cielo se despide de su hermoso color celeste tras encontrarse con este lugar: Una enorme tormenta de color morado distorsiona las nubes cercanas y las absorbe para crear un remolino lleno de rayos, una voragine aerea que relampaguea e impacta a lo que sea que esté detras de una gran manzana rodeada de barrotes grises. Detrás de esas rejas incoloras, el césped cambia a una tonalidad púrpura dejando espacio para charcos de tierra infértil. Se trata del lugar menos visitado del pueblo, un lugar cobijado por una enorme capa de niebla, una periferia violeta y aterradora que no encierra nada más que lápidas y tumbas en su interior.

Nuez pregunta por este extraño paraje.

—Es el cementerio —afirma Matilda—. Ninguna planta ha entrado allí, y ninguna lo hará.

—¿Por qué? —pregunta el pequeño.

—Allí hay cosas que nos hacen daño, hijo —responde el padre—. Allí dentro, todo nos quiere lastimar.

—¡Eso no puede ser posible! ¿Cómo es que nadie ha entrado?

—Creeme, Nuez —la jardinera agacha la mirada para observarlo—. Es lo mejor.

La mujer y las tres plantas continúan su camino rodeando la calle que encierra a la necrópolis. Mientras avanzan, la pequeña semilla pregunta más acerca de aquel lugar que le causa tanta curiosidad y Matilda, algo incómoda, responde que en realidad alguien si logró entrar allí. Pero no salió jamás.

—Algunos lo llamaban "La Leyenda", pero su nombre real era: "Jack Clorofil".

—¿Jack qué cosa? —pregunta Nuez confundido.

—El mejor lanzaguisantes que existía en ese entonces —habla la voz de la madre—. Él quería ayudar a las plantas para que estemos más seguras, pero no lo logró.

—¿Y qué es lo que hizo?

—El jardín de Dave está muy cerca —interrumpe la humana—. Estamos a punto de llegar.

Las líneas pintadas sobre el asfalto de la carretera quedan atrás conforme los caminantes avanzan. La mayoría de casas contrarias al cementerio se encuentran en venta o completamente desoladas. ¿Por qué estarían en esa situación? el pequeño no deja de observar aquellos barrotes exánimes, y no deja de preguntarse qué hay más atrás.

Pero en un movimiento súbito las manos de Matilda se mueven para detener a las plantas, las tres nueces abren los ojos e intentan encontrar una explicación al comportamiento de la humana. Claro que no hace falta tras escucharse una cercana explosión. 

—¿Qué sucede? —pregunta papá nuez—. ¿Es el jardín de Dave? ¡Sabía que aún tenía estos problemas!

—Deben correr —la jardinera se escucha preocupada—. Devuélvanse, ¡Rápido!

—No podemos dejar las cosas así, ¡Hay que ir a ayudar!

—¡No! —protesta la madre señalando a su hijo—. No podemos llevarlo a algo así.

Matilda se da la vuelta para observar la discusión de las nueces, otra explosión se escucha justo antes de que un humo gris ascienda al cielo a tan solo unas calles de distancia. La niebla de la ciudad de lápidas se abre paso entre los barrotes oscuros.

—Tienes razón —el padre reflexiona—. Vamos Nuez, vamos a casa.

La familia Wallnut se junta para dar marcha atrás, Matilda se despide de ellos pero un fuerte impacto los golpea a todos dejándolos completamente aturdidos, el pequeño Nuez no tiene la capacidad de imaginar la situación, un pitido agudo retumba en su cabeza.

—¡Papá! ¡Mamá! —grita desesperadamente—. ¡Matilda!

El humo morado penetra sus párpados e irrita sus ojos, Nuez intenta mantenerlos abiertos para buscar a sus parientes, pero solo es capaz de distinguir siluetas que pasan a toda velocidad entre la niebla.

—¡¿Dónde están?!

Algo veloz zumba cerca de su corteza, distintos proyectiles vuelan sobre él en forma de guisantes o aguijones y se escuchan impactar sobre algo que avanza hacía él.

—¡Ayúdenme! ¡Papá! —vuelve a gritar—. ¡Mamá!

Un destello blanco aparece fugazmente entre el humo oscuro, una explosion detona levantando tierra y barro por los aires. La niebla afecta a la respiración del pequeño Nuez, comienza a toser mientras entrecierra sus ojos debido a la picazón. El mareo también hace acto de presencia y el niño cae al suelo tras no resistir más. Se encuentra lejos de su maceta.

—¡Por favor, Ayuda! Ayudenme… —Solloza cerrando los párpados con fuerza, más disparos vuelan sobre él, se escuchan gritos y lamentos.

—Vamos pequeño… ¡Arriba! —Mamá Nuez aparece detrás de su hijo, intenta levantarlo con fuerza y el pequeño se ayuda a sí mismo tan pronto como escucha a su madre.

—¡Mamá! —grita entre tristeza y esperanza—. ¿Dónde está papá?

—Hay que irnos… Hay que irnos de aquí…

Justo detrás de ellos, otra detonación hace vibrar el suelo como ímpetu. Una sombra aparece para cubrirlos a los dos, una silueta que proyecta la ausencia de luz entre la gran nube tóxica, una silueta que amenaza a madre e hijo.

—¡CEREBROS…! —habla una voz siniestra.

La señora Wallnut hace todo su esfuerzo por levantar a su hijo y colocarlo sobre su maceta, deben irse tan pronto como pueden pero el pequeño tiene dificultades para moverse, no logra subir con facilidad.

—¡Vamos Nuez, vámonos! —pide la madre entre jadeos y gemidos.

Logra dar un salto hasta caer sobre su propia tierra abonada, abre los ojos para abrazar a su madre, la cual se ve mucho más cansada que él.

—¿Estás bien?

—No, mamá… ¿Qué está pasando? ¿Qué es todo esto?

—Hijo…

—Lo siento… —interrumpe mientras llora—. Por mi culpa estamos aquí, por mi culpa nosotros…

—No, ¡No…! —mamá Nuez se acerca al pequeño para chocar frente con frente y entrecierra los párpados—. No es tu culpa… No… Debemos irnos…

—No puedo caminar bien —se queja el niño.

—Relajate… Solo relájate… —Ella lo abraza imaginariamente, ambas macetas vuelven a chocar entre sí—. Relájate pequeño, confía en mí….

Nuez la escucha, cierra los ojos e inhala y exhala con calma, obedece a su madre a pesar de negarse a caminar todavía.

—Relájate Nuez, solo… Relajate…

—Mamá… —el pequeño sigue las órdenes, sin embargo nota como su madre cierra cada vez más los ojos.

—¿Ya… Estás…? ¿Ya estás bien?

—¿Mamá…?

—Debemos… Debemos… —la cáscara de la señora Wallnut resguarda la mayor de las intenciones por huir. A pesar de ello, se desploma en el suelo antes de lograr retirarse con su hijo. Nuez saca sus fuerzas para acercarse a ella. La observa en el suelo, débil y pálida.

—¿Qué te pasó? —pregunta arrugando la frente—. ¿Mamá, qué te pasó?

—Estoy bien, solo… Relájate…

—Sí —el hijo asiente, comienza a respirar con agitación—. Relájate Mamá… Solo relájate…

—Nuez… Eres… Un Campeón…

Así como su madre le recomendó relajarse, ahora él le suplica que haga lo mismo para que se levante, para que camine de nuevo y lo lleve a casa. Para que sean juntos una familia otra vez. Pero mamá Nuez cierra los ojos por completo, finaliza su jadeo y calma su rostro para despedirse de la agonía. Deja de respirar

—¿Mamá? —Nuez la observa confundido, como si ella estuviera actuando de forma inadecuada—. ¿Qué haces mamá? Levantate… ¡Vamos mamá, levántate!

La guerra continúa detrás, los proyectiles y los gritos atraviesan la niebla como sonidos malignos y desgarradores, pero Nuez no lo escucha. Solo observa a su madre tirada en el suelo.

—¿Qué estás haciendo? Tenemos que irnos… —las lágrimas no salen de sus ojos por obra de la niebla—. Levántate y mírame ¿Si? ¡Mamá! ¡Levántate! ¡Vamonos!

Él la sacude e intenta despertarla. Pero completamente en vano.

—¡Vamonos!

Los ruidos se apagan, la luz desaparece. El pequeño cierra sus ojos para descansar con ella. 

Él pequeño campeón.

—¿Tienes algún familiar, Nuez? —interroga la doctora Humoseta. La pregunta no recibe respuesta—. ¿Nuez?

—Si, si tengo.

El jardín zen es un lugar que aparenta ser acogedor, pero no es como estar en casa.

—Esa calle que cruza hacía el cementerio es conocida como "La Avenida Del Peligro". ¿Recuerdas algo más de lo que pasó?

—No —contesta el niño, observando al suelo fijamente.

—Está bien, no te preocupes. ¿Hay algo que quieras hacer en este momento?

Wallnut mueve sus pupilas y observa a la doctora frente a frente, mantiene los ojos abiertos sin parpadear demasiado.

—Si. Quiero quedarme aquí, Quiero entrenar en el jardín de Dave.